Redacción Canal Abierto | “El sistema de medios está más concentrado que hace diez años, cuando se sancionó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y más concentrado que en diciembre de 2015 cuando comenzó el gobierno de Mauricio Macri”. La frase de Santiago Marino, docente e investigador sobre los holdings mediáticos y ex integrante de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, resume una política de medios que –a una década de la sanción de la Ley- generó lo contrario que lo que ésta pregonaba.
La llamada Ley de Medios tenía dos objetivos: reducir los niveles de concentración de la producción y distribución de contenidos, y multiplicar la pluralidad de voces a partir del otorgamiento de licencias a los sectores sin fines de lucros. Nada de eso ocurrió.
“Todo el paquete anticoncentración durante la gestión de Cristina Fernández se focalizó en la discusión que primero fue judicial y luego política con el Grupo Clarín y que terminó en un proceso de gana-gana: Clarín sobrevivió al cristinismo y el gobierno de Cristina Fernández tuvo un adversario político de fuste hasta el 10 de diciembre de 2015 –analiza Marino-. En ese contexto se imposibilitó el avance de la desconcentración del mercado que había sido legitimado por la Corte Suprema cuando en 2013 definió que la Ley era constitucional”.
Luego de aquello, y a pocos días de asumir, el gobierno de Mauricio Macri cumplió con sus promesas al Grupo e hirió de muerte a la Ley de Medios con el decreto 267. “Lo que hizo fue desmontar la estructura regulatoria heredada sobre todo en materia de concentración”, explica el especialista.
Casi enseguida, el macrismo avaló lo que el mercado hizo a partir de allí: la fusión de Telecom con Cablevisión, el viejo sueño de Clarín. Y le otorgó al Grupo el 25% del total de la pauta oficial del gobierno nacional. Al fines de 2015, recibía menos del 10%.
“Todos estamos distintos que hace diez años”, bromea Marino. Y enseguida agrega: “Vamos hacia otro tipo de relación, no a una relación conflictiva. Pasamos de ‘Clarín miente’ a ‘Héctor no me deja mentir’, que es la frase que planteó Alberto Fernández en la reunión en el Malba. Por otra parte, es esperable que el gobierno futuro que va a comenzar en medio de una crisis muy profunda, con muchísima incertidumbre, elija qué conflictos tener y qué no. Y entiendo políticamente que ese (la concentración mediática) no va a ser el primer conflicto. Vamos a un escenario de convivencia”.
En qué nos afecta la concentración
Marino detalla: “Los medios de comunicación tradicionales se concentran por una necesidad económica. Tienen costos fijos altos y costos variables bajos, por eso tienen que centralizar la producción de sus contenidos y expandir la escala de quienes lo reciben para que su composición de costos y de ingreso sea exitosa. Eso implica que otros desaparezcan o que no puedan jugar”.
Las consecuencias inmediatas para la población son también de orden económico, aunque no solamente. “Cuando hablamos de términos simbólicos de los discursos, si hay pocos que producen contenido para muchos entonces hay muchos sectores que no producen contenidos. Y eso se materializa muy claramente cuando, por ejemplo, una persona en Tres Lomas o en Salta se levanta, prende la tele, y sabe que está cortada la 9 de Julio, cuántos grados hace en Buenos Aires, pero desconoce información local porque los medios locales no pueden competir”, relata el especialista.
Además, que el mismo holding pueda proveer de telefonía fija, telefonía móvil, Internet por banda ancha en el hogar, Internet por banda ancha móvil, y televisión de pago significa la imposibilidad de que éste compita con otros actores y, por ende, que pueda fijar el precio de los servicios.
La concentración de los medios no sólo es en los audiovisuales. Marino destaca que, en Argentina, de los poco más de diez diarios que se producen y distribuyen a lo largo del país, cuatro son del mismo dueño, al igual que los más vendidos en las provincias. La TV por cable –que entra a casi el 80% de los hogares- provee de entre 60 y 80 señales, pero las empresas productoras del total de los contenidos son alrededor de diez. De las entre cinco y siete señales de noticias que hay a nivel nacional, dos son del principal grupo que además es el que distribuye el contenido, el dueño del canal de televisión abierta más visto, y de las radios más grandes de AM y FM.
Futurología
A fines de agosto, el ganador de las PASO, Alberto Fernández, participó del evento “Democracia y Desarrollo” organizado por el Grupo Clarín. La noticia sorprendió a algunos, desilusionó a otros y ratificó la opinión de muchos: la relación entre el gran holding nacional y Fernández, en su eventual futura presidencia, no emularía la vieja y confrontativa relación con el kirchnerismo.
“Todos estamos distintos que hace diez años”, bromea Marino. Y enseguida agrega: “Vamos hacia otro tipo de relación, no a una relación conflictiva. Pasamos de ‘Clarín miente’ a ‘Héctor no me deja mentir’, que es la frase que planteó Alberto Fernández en la reunión en el Malba. Por otra parte, es esperable que el gobierno futuro que va a comenzar en medio de una crisis muy profunda, con muchísima incertidumbre, elija qué conflictos tener y qué no. Y entiendo políticamente que ese (la concentración mediática) no va a ser el primer conflicto. Vamos a un escenario de convivencia”.
¿Por qué ambos actores –Clarín y Gobierno- necesitarían de una convivencia armoniosa? ¿Hay herramientas para regular y evitar la concentración mediática, si un gobierno quisiera combatirla? ¿Es la comunicación un servicio público? ¿La Ley de Medios no sirve más? Todo las respuestas, en esta entrevista.
Entrevista: Gladys Stagno