Por Carlos Saglul | Eduardo Soares, presidente de la Gremial de Abogados que actuó en resonantes casos de violencia policial, fue oficial Montonero y estuvo muchos años preso. Su padre, un humilde trabajador fue asesinado por la represión cuando no pudieron ejecutarlo a él, después de un intento de fuga. No cree en la Justicia de este sistema y dice que esa es una de las razones por las que los letrados de su agrupación ganan tantos juicios.
En las barriadas pobres parece que las fuerzas de seguridad son dueñas de la vida y de la muerte. ¿Es un desafío importante que enfrenta en próximo gobierno tratar de revertir este escenario de terror?
-El Ministerio de Seguridad le ha dado a las policías de todo el país un falso mensaje de impunidad. Ya durante el gobierno anterior hasta tuvo que intervenir la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante 9 desapariciones y casos de gatillo fácil. Todo empeoró con esta gestión. Antes teníamos un muerto cada 74 horas, ahora uno cada menos de 24 horas.
Cuando presentamos nuestras quejas, el Gobierno nacional alega que muchas suceden en jurisdicción provincial. El nuevo gobierno debe entender que los muertos de Chaco o Misiones son muertos argentinos, no puede desentenderse de ellos como hace la ministra de Seguridad, Patricia Bullrrich.
La policía y la Justicia no se democratizaron demasiado desde la dictadura. ¿Cómo se explica?
-La Gremial de Abogados que presido tiene una posición ultra minoritaria en este tema. No existió en la historia de la humanidad sistema más desalmado que el capitalismo. Un sistema que se basa en el injusto reparto de la riqueza no puede tener policía justa, leyes justas, magistrados justos. Todas estas instituciones están para defender el sistema más injusto que conoció la humanidad.
Si la Gremial de abogados gana juicios así todo el tiempo es porque tiene en claro este tema. Trabajamos con las leyes del enemigo, nos valemos de esas leyes, no las respetamos. Nosotros no peleamos por la Justicia sino para ganar los juicios.
Los jueces de Comodoro Py…
-Como todos, Bonadio o Servini de Cubría están al servicio del poder. Sus fallos cambian con los gobiernos. Esto no es nuevo. Somos casi 45 millones de habitantes con un 20 por ciento de argentinos bajo la línea de pobreza. Esto sólo se logra con un estado criminal.
Como dirigente montonero te tocó estar del otro lado de las rejas. ¿Cómo salvaste la vida? Entiendo que inclusive existió una operación de la guerrilla para rescatarte.
-Fui oficial montonero y a mi caída en la cárcel mantuve el rango. Estaba en la Comisaría Segunda de Mar del Plata. Los compañeros de mi columna planearon una operación para rescatarme. Mi padre que me visitaba realizó un mapa de las instalaciones policiales por encargo de los compañeros.
Todo comenzó a andar mal cuando el guardia de la puerta se rechifló y la compañera que intentaba desarmarlo tuvo que matarlo. Se inició un gran tiroteo. Allí cae muerto el jefe de nuestra fuerza, Arturo Lewinger, alias “Felipe” o “El Chanco”. Ahí mismo me quisieron fusilar. Me salvó la vida que la comisaria lindara con el Juzgado Federal y había un magistrado a los cinco minutos viendo que pasaba.
Los verdugos se vengaron, fueron a casa y fusilaron a mi padre. Después de eso estuve seis años preso.
Además de ser presidente de la Gremial de Abogados, seguís militando. ¿Sos parte de un proyecto que fracasó o un proyecto inconcluso?
-Esto lo explica muy bien nuestro compañero Alfredo Grande. No hay que confundir fracaso con derrota. Algunos compañeros se sienten derrotados y entonces dejan de tener fe en la construcción de un país más justo. O como Patricia Bullrich, se pasan al otro bando, se ponen a la defensa de los intereses de los explotadores. En cambio, los derrotados son los que entienden que hay que aprender de los errores y seguir luchando.
En eso estoy desde que salí de la cárcel. Busco la construcción de una organización revolucionaria que pueda mantener viva la esperanza del socialismo. Hoy milito en Coordinadora para la Segunda Independencia. Esta militancia me valió estar detenido seis años durante el gobierno de Carlos Menem.
Contame del caso Emilia Vasallo. ¿Está sufriendo muchas presiones?
-Emilia Vasallo es un ejemplo de aquellos que pueden ser derrotados pero jamás dejaran la lucha. Se trata de una mujer muy humilde a la que le mataron a su hijo, Pablo Alcorta. Eso y no la teoría, que también es una vía válida, la vuelca a trabajar con nosotros.
Están tratando de quebrarla con allanamientos, aprietes, lo que venimos denunciando a través de conferencias de prensa, donde podemos para rodearla, protegerla.
En el último allanamiento brutal contra su casa, en presencia del secretario judicial Gustavo González, los golpes que le dieron cuando intentó que dejaran de golpear a sus hijos son intimidaciones desde el poder para que deje de marchar contra el gatillo fácil. No van a detenerla. Emilia, como las Madres, ya no lucha por lograr Justicia para su hijo, sino para todos los hijos. Pero en el fondo ni siquiera eso. Ahora sabe que ésta violencia contra los pobres sólo se puede parar terminando con esta sociedad dividida entre explotadores y explotados.