Redacción Canal Abierto | En las últimas dos semanas Alberto Fernández pudo anunciar dos logros en materia científica que colocan a la Argentina dentro del selecto grupo que integran pocos países en el mundo.
Días atrás recibió en Olivos a los científicos del Instituto de Ciencia y Tecnología Dr. César Milstein (Conicet – Fundación Pablo Cassará) que trabajaron en la creación del nuevo NEOKIT-COVID-19, por el cual se podrá testear de coronavirus en menos de 2 horas.
Hace menos de diez días había sido el turno del equipo del Conicet y del Instituto Leloir que desarrolló -en tiempo record- el primer test serológico hecho en el país para determinar si una persona estuvo en contacto con el COVID-19. Así, con la prueba CovidAr IgG, Argentina se convirtió en la octava nación en el mundo en tener una tecnología de estas características, junto a Francia, Alemania, Hong Kong, Japón, Reino Unido y Estados Unidos.
“En promedio estamos trabajando unas 10 horas por día, muchas veces sin descanso los fines de semana ni feriados”, cuenta con orgullo Diego Ojeda quien, luego de estudiar genética en la Universidad Nacional de Misiones, en 2010 accedió a una beca del CONICET que le permitió continuar con su formación profesional en Buenos Aires. Desde hace más de un año trabaja junto Andrea Gamarnik (figura local y regional en el campo de la virología molecular), la responsable del equipo de científicos y científicas que desarrollaron el «CovidAr IgG”. “Aparte de profesionales brillantes y con mucha formación, todos son buena gente y con un gran compromiso de servicio”, agrega.
En esta entrevista con Canal Abierto, Diego Ojeda explica cómo funcionan y para qué sirven ambos test desarrollados en Argentina, en qué consiste la investigación que vienen realizando y podría revolucionar la lucha contra el COVID-19 y cómo el Estado comienza a “revertir el atraso de los últimos años”.
¿Hace un tiempo podías imaginar la exposición y el reconocimiento que hoy tiene tu trabajo y el de tus colegas?
La verdad que no me lo esperaba. Lo importante es que estamos a la altura de las circunstancias y el sistema científico argentino hoy cuenta con recursos humanos bien formados: investigadores que ponen su intelecto y conocimiento, becarios doctorales y postdoctorales que aportan la mano de obra directa para desarrollos como los de las últimas semanas.
¿Qué diferencia hay entre los test serológicos CovidAr IgG desarrollados por ustedes y el NEOKIT-COVID-19?
Ambos desarrollos son muy importantes para el control de la pandemia, y para encontrar soluciones o encarar políticas sanitarias.
Nuestro es un test de ELISA (acrónimo del inglés Enzyme-Linked ImmunoSorbent Assay: ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas) y se basa en un método indirecto. Esto quiere decir que lo que detecta son los anticuerpos que reaccionan o reaccionaron contra el virus: cuando una persona se infecta con el SARS-CoV-2 -el virus que genera la enfermedad COVID-19- se desarrolla una inmunidad y anticuerpos. En criollo, el test lo que hace es avisarnos si están o no estos anticuerpos en la sangre o plasma y, por lo tanto, si esa persona estuvo o no infectada. Sirve para conocer quienes sufrieron la infección, o incluso la estén cursando en el momento del estudio. Sin embargo, hay que tener cuidado porque se calcula que los anticuerpos se desarrollan recién a los 5 o 7 días del contagio, y es posible que antes de ese tiempo el test pueda no llegar a detectar los anticuerpos.
El NEOKIT-COVID-19, en cambio, se basa en un método directo y apunta a detectar la presencia del virus. Es decir, busca el genoma viral, pero con un método más simple, con menos necesidad de insumos y en menor tiempo que los test que se venían utilizando hasta el momento, más conocidos como técnica qPCR.
Entonces se trata de dos test que miden cosas diferentes y con distintas funciones…
Claro. El CovidAr IgG sirve, fundamentalmente, para un estudio epidemiológico. Por otro lado, el NEOKIT-COVID-19 permite detectar en poco tiempo y de forma económica a quien en el momento del estudio se encuentra infectado, pero no registra si un paciente ya recuperado alguna vez lo estuvo.
Creemos que el primero va a tomar aún mayor relevancia cuando pase la pandemia, cuando queramos conocer cuánta gente estuvo infectada, quiénes se encuentran inmunizados. Es decir, para conocer qué proporción o porcentaje de argentinos estuvieron expuestos al virus.
Mucho se habla de la donación de plasma de infectados para el tratamiento de enfermos o en el desarrollo de tratamientos médicos. En ese caso sería clave el test CovidAr IgG…
Exactamente. Aparte de ser cualitativo, el test sirve para cuantificar la cantidad de anticuerpos en los pacientes curados o, como también se los denomina, convalecientes. A su vez, para saber si el plasma de estas personas podría llegar a servir para donarlo y ser utilizado para tratamientos de plasmaféresis.
De todos modos, para esto necesitamos otro método o testeo que ya estamos desarrollando en el laboratorio de Gamarnik, y así conocer la capacidad neutralizante de esos anticuerpos. Porque una cosa es cuantificar los anticuerpos, y otra es su capacidad de opacar o neutralizar al virus.
¿Esto quiere decir que sí podemos hablar de una efectiva “inmunidad de rebaño”?
No hay que olvidar que esa frase ganó notoriedad cuando la dijo el primer ministro británico Boris Johnson. Al otro día él mismo debió ser internado por coronavirus.
Es un concepto o lógica que aún se está analizando y discutiendo porque, al haber un índice de letalidad tan alto, es inviable exponer a la población al contagio y posterior inmunización. Esa no puede ser una política de Estado frente al COVID-19, implicaría mucha gente muerta en el camino.
¿Sería exagerado decir que Argentina está a la vanguardia en el desarrollo científico vinculado al COVID-19?
Sólo ocho países lograron desarrollar test rápidos, y en general se tratan de potencias económicas como China, Francia, Alemania, Hong Kong, Japón, Reino Unido y Estados Unidos.
Estamos orgullosos de que Argentina se haya sumado a esta nómina. No se si todavía logramos dimensionar su impacto.
Mucho se habla del esfuerzo y dedicación de investigadores como vos para el desarrollo científico argentino. ¿En qué medida tiene que ver con políticas públicas?
La calidad de los científicos argentinos se pone de manifiesto en situaciones como esta. Sin embargo, si queremos lograr los objetivos, lo que falta es inversión en recursos humanos, pero también en herramientas para que los científicos puedan investigar.
Sin dudas, la investigación es costosa y requiere de decisiones políticas para direccionarla a objetivos bien claros y estratégicos.
¿Con el último cambio de gestión hubo un cambio en la política de ciencia y técnica?
No manejo las cifras de inversión respecto del PBI, pero sé que hoy por hoy hay mucha mayor inversión que antes. El salario de los becarios, por ejemplo, se ha modificado drásticamente luego de sufrir en carne propia una crisis en el sector científico. De hecho, hubo años con una deserción importante, investigadores que tuvieron que irse a otros países para seguir trabajando y subsistiendo.
Creo que el reconocimiento fue previo a la pandemia, con una recomposición salarial a principios de este año. Seguro que falta, pero hay una intención de revertir el atraso de los últimos años.