Redacción Canal Abierto | Mariela Luca es argentina, locutora, trabaja hace treinta años como empleada en el sector privado, y es voluntaria para probar una de las vacunas para prevenir el contagio por SARS-CoV 2 en las que descansan las esperanzas de la humanidad para superar la pandemia.
“Me enteré por el Presidente”, cuenta, en relación al anuncio oficial de que la Argentina iba a participar del primer ensayo clínico de la vacuna elaborada por BioNTech en colaboración con Pfizer, que está en la etapa 3 de prueba.
Desde que supo de la iniciativa, Mariela tomó la decisión de ofrecerse a integrar el grupo de testeo que ya lleva varios miles de inscriptos.
“Un compañero pasó el link en Twitter, pero yo ya tenía decidido participar. Porque me toca, porque es lo que hay que hacer en este momento los que tenemos la posibilidad. Me inscribí, me llamaron por teléfono, me explicaron, y me dieron un turno”, relata en diálogo con Canal Abierto.
El paso a paso
El primer requisito para ser voluntario es estar sano, es decir no tener ninguna enfermedad de base ni haber tenido COVID-19. “Para asegurarse te van a hacer un montón de estudios después. Te llevan y te traen ellos para hacerlos. Si bien esto no está pago, no te genera gastos”, afirma.
La inscripción fue sencilla, el trato que recibió por parte de quienes la contactaron “fue excelente”, y en breve comenzará el procedimiento, que durará dos años. Al cabo de ese tiempo, Marisa y el resto de los voluntarios serán monitoreados pero harán vida normal.
“Una vez que pasaste los primeros estudios, si todo te dio bien y te aprobaron, te dan la primera dosis. Son dos. Pasado un mes te dan la segunda. Ahí te tenés que bajar una aplicación donde tenés una especie de diario en el que vas contando lo que te pasa”, explica.
El testeo se realizará en el Hospital Militar del barrio porteño de Belgrano y el equipo está liderado por el infectólogo Fernando Polack, quien ha aclarado que la vacuna no se trata de un virus atenuado, por lo que los voluntarios no van a enfermarse, sino de un ARN viral que le transmite al cuerpo el código genético para desarrollar defensas contra el SARS-CoV 2.
La mitad de los participantes recibirá la vacuna y la otra mitad un placebo, en forma de una inyección de solución fisiológica, pero ninguno sabrá qué recibió. A través del registro diario de su evolución y el monitoreo, los científicos podrán evaluar su eficacia para prevenir el coronavirus.
¿Por qué ser voluntaria?
Mariela no trabaja en el rubro de la salud ni tiene allegados que hayan padecido o fallecido debido a la enfermedad.
“Esto va más allá de lo que me pase a mí o a familiares. Le está pasando a todo el mundo, les está pasando a los argentinos y a mí me involucra. Veo esta situación y me parece que es la única forma. Hoy la situación de los argentinos que no pueden salir a trabajar es complicadísima, y los que salen se están contagiando –asegura-. Yo vengo de una familia muy solidaria, no me pasaría otra cosa, está dentro de mi cultura. Si puedo ayudar, ayudo. Es parte de cómo soy, pero también de cómo me criaron”.
Ella es donante de plaquetas para el Hospital de Niños y su primera preocupación fue si podrá seguir haciéndolo. Le aseguraron que sí.
Y, pese a todo, tampoco se siente una heroína: “En la Argentina se anotaron más de 15.000. Tenemos una línea solidaria dentro de nosotros. Hay mucho interés en que salga la vacuna. Yo pasé el link para que se fueran anotando otros y los que no pudieron fue porque tenían alguna enfermedad de base, no porque no lo quisieran hacer”.
Luego agrega: “Lo importante de esta vacuna es que va a quedar una parte importante para la Argentina, un cupo para los argentinos. Miedo se tiende a tener, pero la realidad es que las vacunas han salido así. Otras vacunas que hoy salvan nuestra vida y la de nuestros hijos han sido porque alguien les ha puesto el cuerpo en ese momento. A mí me parece hasta un acto patriótico. Si salimos de esto va a ser en base a una vacuna”.
Entrevistadora: Gladys Stagno