Redacción Canal Abierto | “[…] Cállate. No hables más de vientres y humedades. Era quizás aceptable que lo hicieras en la juventud. Después de todo, en esa época, siempre hay lugar para el desenfreno. Pero ahora, cállate.
Ya pronto tendrás nietos. Ya no te sientan las pasiones. No bien pierde la carne su solidez debes doblar el alma, ir a la Iglesia, tejer escarpines y apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia […]”.
Mujer irredenta (fragmento) – Gioconda Belli
En un mundo marcado por estereotipos, ideales de belleza y las capacidades de producción, la vejez femenina se ha convertido en miedo, en un tabú fuertemente asociado a la enfermedad, al olvido y a la muerte. Los prejuicios edadistas medicalizan y desplazan a las mujeres mayores de la sociedad convirtiéndolas en invisibles para el sistema.
Rosa Cattana, ex decana de la Universidad Nacional de Río Cuarto, actualmente es jubilada. A su vez es una de las fundadoras del grupo “Arrugas más, arrugas menos”, un colectivo de mujeres feministas mayores que ponen en discusión las principales problemáticas con las que conviven en esta etapa de la vida.
¿Cómo nace “Arrugas más, arrugas menos”? Son mujeres de la tercera edad, o adultas mayores. ¿Cómo prefieren ser llamadas?
– Creo que hay que desestigmatizar el término viejas y viejos. Nosotras decimos que somos viejas. Es un término que se usa siempre con un fin discriminatorio, pero bueno, la etapa de la vida que estamos transitando es la vejez. Yo creo que tenemos que decir que somos viejos.
Yo tengo 64 años y nos juntamos con amigas de mi edad que siempre hablamos de estas cosas, como por ejemplo cómo las mujeres mayores vamos teniendo problemas que a veces desde el feminismo no se tienen en agenda, por eso es que decidimos organizar este grupo. Nos reunimos a principios de marzo y después nos agarró la pandemia y todas nuestras reuniones por lo tanto pasaron a la virtualidad.
Las mujeres mayores sufrimos una doble discriminación: por mujeres y por viejas. Durante esta pandemia se puso de manifiesto la gerontofobia y el edadismo, esta cuestión de discriminar y de mirar de una manera diferente a los viejos.
Si bien la discriminación por vejez se da en ambos sexos, las viejas somos las que llevamos la peor parte. Por un lado porque somos más, porque las mujeres tenemos una diferencia de vida más larga que los hombres. Nosotras tenemos una esperanza de vida de 79 años y ellos de 71. Vivimos más y también más achacadas. Los cambios hormonales de las mujeres a lo largo de toda la vida hacen que vivamos así. Los hombres viven menos y, a la vez, su vida tiene incluso algunos changüí que las mujeres no tenemos porque llega esta etapa de invisibilización de la mujer cuando ya pasamos la edad reproductiva y productiva, y los hombres siguen teniendo una consideración en la sociedad que las mujeres no.
Vivimos en una sociedad que valora demasiado la juventud. Entonces, cuando una piensa en la imagen de una mujer o googlea la palabra y mira las imágenes siempre es la de una mujer joven. Las viejas parece que, cuando ya pasamos la etapa productiva y reproductiva, dejamos de ser mujeres. Después está el tema de la producción. Cuando dejamos de trabajar pasamos a ser invisibles para el capitalismo, dejamos de ser productivas. Ahí es donde empiezan todos los estigmas de las mujeres viejas.
Creo que cuando se habla de vejez se piensa en un sector homogéneo, se piensa a la vejez desde el deterioro. Pero en realidad los viejos somos muy diversos y hay muchas maneras de envejecer. Tal vez sea la etapa de la vida donde hay mayor diversidad, y en particular hay una manera diferente de envejecer entre las mujeres y los hombres.
Las mujeres en general envejecemos más pobres, y desde el feminismo el tema laboral es algo que se aborda mucho desde el feminismo, que nos tengamos que dedicar más a las tareas del cuidado y del hogar. Pero eso pasa cuando somos jóvenes. Cuando somos viejas vienen las jubilaciones, y la mayoría de las personas que cobran la jubilación mínima son mujeres. Estamos hablando de $18.000 cuando el costo de vida de un adulto mayor está por encima de los $30.000 al mes. La mayoría de las personas que viven esa situación son mujeres.
Una de las principales luchas del feminismo es romper mandatos y estereotipos establecidos por una sociedad patriarcal. Para vos, ¿Cuál es la deuda actual del feminismo con la vejez?
-Creo que la jubilación tiene que estar contemplada por el feminismo. Lo que pasa es que tenemos un sistema previsional que fue pensado hace muchos años atrás, cuando lo común era la familia tradicional y el hombre era el proveedor. Incluso después de muerto, su esposa cobraba la pensión. Pero, desde que está el divorcio o las conformaciones familiares diferentes, este sistema jubilatorio ya no da respuestas.
Otro tema que está invisibilizado dentro del feminismo es la violencia hacia las mujeres mayores. En esta etapa hay algo que en las demás edades no está que es la violencia de los hijos hacia las madres. Me parece que es un tema muy tabú y tal vez tenga que ver la romantización de ese vínculo maternal que hace que no se ponga de manifiesto.
Muchas veces los hijos niegan esa violencia porque se han acostumbrado a convivir con ella, pero en general suelen ser por cuestiones económicas o la debilidad que estas mujeres pueden representar para ellos. Eso es violencia de género, pueden derivar en femicidios y están mucho más invisibilizados que otro tipo de femicidios. Mostrar a una mujer de más de 60 años no vende tanto como mostrar a una chica joven y linda. El rol que la sociedad nos da a las mujeres a esta edad es el de abuelitas que tejemos a crochet todo el día.
Así como a los 30 la mujer “debe” ser madre, está culturalmente naturalizado el rol de cuidado de los nietos una vez llegados los 60. ¿Esto también conforma ese conjunto de violencias cotidianas que atraviesan las mujeres en la vejez?
-Durante la pandemia hemos escuchado todo el tiempo en los medios que cuando se refieren a los viejos o adultos mayores dicen “los abuelos”. Hasta al Presidente lo escuché decirlo. Es como que a esta edad no podemos ser otra cosa más que abuelos. Y el abuelasgo es un vínculo que puede ser maravilloso pero de sus nietos solamente. No somos abuelos del mundo.
En los medios de comunicación y en la sociedad en general, “el abuelo” o “el jubilado” son los términos que se ven permanentemente para referirse a los adultos mayores.
Claramente es necesaria y urgente una gerontología pensada con perspectiva de género. ¿Cuáles son para vos las políticas públicas que hay que pensar para la vejez?
-En el año 2015, la OEA aprobó una convención de derechos humanos para las personas mayores. Argentina como país miembro adhirió a ésta en 2017 y por lo tanto es ley para nosotros. Sin embargo, nunca se han generado leyes para implementar cosas que en esa convención se establecen. Recién ahora, la senadora Durango de La Pampa ha presentado proyectos para ir legislando acciones que contemplen esto.
Por otro lado, también está en el Congreso un proyecto de ley que presentó Gabriela Cerruti contra la discriminación por edad, sobre todo orientado a la discriminación en los medios.
En cuanto a salud, el PAMI tiene buenos programas, sin embargo no deja de ser puntual para cuestiones de los viejos. Y yo leí que, por ejemplo, han aumentado entre las personas mayores las enfermedades de transmisión sexual. Esto pasa porque son temas que para los viejos están vedados. ¡¿Cómo los viejos y las viejas van a andar teniendo relaciones sexuales si tienen que ser abuelas que tejen a crochet?!
Estas cifras aumentaron porque aumentó la esperanza de vida de las personas que tienen HIV y se siguen contagiando siendo más grandes. Y estos son temas que en organismos como el PAMI no son para nada tenidos en cuenta. Ahí tratan la artrosis, la próstata, que está bien que se traten porque son propias de las personas mayores pero hay mucho más que no está contemplado y creo que tiene que ver con esta estigmatización por edad.
Hay estudios que confirman que el deseo sexual de la mujer no decrece por la edad, pero no se habla demasiado porque es una cuestión tabú, como en su momento lo fue el aborto o la homosexualidad. ¿Responde a esta estigmatización de la que venimos hablando?
-Claro. También tiene que ver con el concepto de mujer, de belleza y con lo que es el cuerpo que se deteriora. El hombre tiene más prerrogativas que la mujer. En un libro leía que “la mujer envejece y el hombre madura”. El hombre maduro tiene por parte de la sociedad una mirada diferente de la que tenemos las mujeres.
Sobre todo creo que las personas mayores en general, y en particular las viejas porque somos más y tenemos esta mirada feminista, tenemos diversidad de cosas que podemos hacer y sentir en esta etapa de la vida, no somos sólo los abuelos, como tratan de mostrarnos.
Desde el feminismo hoy hablamos de “La revolución de las nietas”, o decimos que “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar” y con estamos dando por sentadas las luchas que vienen desde antes que nosotras y que queremos mantener vivas para avanzar en la conquista de derechos. ¿Para vos qué es lo que falta hoy? ¿Hacia dónde debe ir el feminismo más allá de la lucha por el aborto legal y por frenar los femicidios?
-Yo creo que está bien que se siga trabajando en ese sentido y nosotras lo apoyamos. Lo que creemos es que no se tienen en cuenta las cosas que pasan a esta edad, que siguen siendo las mismas más allá de algunas diferencias. A los 60 años no somos nosotras las que vamos a abortar o las que van por la calle y les dicen cosas, pero nos siguen matando y eso se invisibiliza. Y hay nuevos actores que violentan a las mujeres mayores, que son los hijos, y eso es muy difícil de visibilizar porque está esta cuestión del vínculo. Imaginen que si a una mujer le cuesta ir a denunciar a una pareja que la violenta, cómo será para una madre ir a denunciar a su hijo.
La Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación recibe las denuncias de violencia de los adultos mayores. En el último informe sostienen que el 80% de las denuncias son de mujeres, y de ese porcentaje el 45% denuncia a hijos o nietos, y sólo un 20% son parejas. Me parece que son números que hay que mirar, que hay que desromantizar un poco ese vínculo para poder abordarlos mejor.
Y el marco general que nuclea a todo esto es cómo se invisibiliza a las viejas, porque llegamos a esta edad y la sociedad no tiene nada contemplado para nosotras, sólo que podamos ser abuelas, y nosotras no queremos tampoco que nos marquen la vida, simplemente que reconozcan que somos diversas y que podemos hacer montones de cosas que pueden ser útiles para nosotras y para la sociedad.