-¿Cómo andás, Loco? A esta altura de la noche, mientras tomo un vaso de vino tinto de uvas tannat, damajuana de tres litros, al otro lado del río, me pregunto, te pregunto: ¿qué hacer para dar vuelta este estado de las cosas tan escabroso y, por sobre todas las cosas, tan habituado a eliminar la identidad de las personas y, cuando le parece más sensato, eliminar de una sola vez persona e identidad? Y siempre caigo en la misma respuesta: la violencia. Pero me refiero a la violencia semántica, cultural, atávica, esa violencia humana, demasiado humana e imprescindible que brilla por su ausencia. Al ímpetu, a la impetuosidad. Como la que ejerce el viento sobre todas las cosas. Vehemencia, ardor. Transfiguración de la opacidad, de la dejadez y la flojedad. Esa violencia que muchas veces se expresa a través del grito, y, desde luego, la juntada, la reunión, la caminata, la asamblea, la huelga… Esas pequeñas grandes cosas que todo gobierno siempre tendrá como acto subversivo.
-Cómo va Hernán… Hay un rap que se llama “rojo remedio”. Habla de esa violencia que descargan de mil formas sobre los pueblos, sobre la clase… el estribillo dice “roja la sangre, rojo el remedio”. Si fueran nuevos los problemas centrales del tema (seguro que hay una lista interminable de nuevos problemas, pero el núcleo duro es el mismo) nos obligaría a inventar nuevas respuestas. Pero cada vez más colonial es la cosa, cada vez más primitiva y más brutal es la forma de imponer lo mismo de siempre. El poder acumulado del otro lado es tan grande y tanta la desesperanza en cualquier transformación que, como se dice, hace que nos resulte más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Y ojo con el contagio de esa desesperanza que además de la violencia del grito hablan los silencios y ese ruidito de los que mastican rabia e impotencia hasta que pasan a engrosar los números de los que se pasan pal otro lado. En fin, no son buenos tiempos.
-¿Podría, sin citarte, claro, tomar alguna de tus reflexiones para una cosita que estaba escribiendo para Canal Abierto? O, si te pareces, citándote.
-Pero por supuesto Hernán. En cuanto a citar o no el problema es que seguramente estoy repitiendo algo de otros que escuche o leí. Por ejemplo, suelo decir que la política sigue estando en otra parte y a veces omito al que militó ese concepto. Resuélvalo bien usted, no se autocensure y no permita que nadie le diga qué hacer. Además, en mi situación actual, con una banderita de taxi libre en cada mano, no tengo autoridad para rechazar cualquier apodo. Pero sólo vos me ves…
-Bueno, Loco, de acuerdo. Aprovecho pues y te hago otra consulta: a veces me parece que hay una gran y terrible confusión acerca de los términos democracia y sistema capitalista. La mayor parte de la gente los toma casi como sinónimos, cuando, en realidad, el sistema capitalista nos obsequió esta cosa llamada democracia para que supongamos que con nuestro voto tenemos el poder de sugerir o modificar algo de los tantos algos que nos cagan la vida.
-Sin dudas. Me escudo detrás de Hélder Cámara para opinar y que no me traten como que no valoro la vida democrática o como se llame: “Libertad con hambre es una flor arriba de un cadáver”. Es el capitalismo el que usando esta forma de gobierno democrática multiplicó la pobreza, la indigencia, desocupación, la deuda y multiplicó las herramientas para borrarnos de los lugares donde se toman las decisiones. Lo cierto es que lo tenemos escrito, es un pacto: “el pueblo no delibera ni gobierna…”. Habrá que cambiar eso que suena tan feíto, tan capitalista y tan lejos de esa definición que repetimos de la democracia. Basta imaginarse una consulta popular sobre deuda externa, ley entidades financieras, extranjerización y concentración de la tierra, puertos, ríos, agrotóxicos, megaminería, fracking… ¿Qué dirían los resultados?
-Es verdad. Mejor no imaginarlo. Ojalá, después de estas palabras, logremos tener una buena noche. Abrazo enorme.