Hagamos a un lado toda cronología porque no viene al caso cronologiar: Darío Santillán, Maximiliano Kosteki, Carlos Fuentealba, Miguel Bru y Miguel Bonino; Teresa Rodríguez, Aníbal Verón, Javier Barrionuevo, Jorge Julio López y los treinta y nueve asesinatos en diciembre de 2001; Santiago Maldonado, Elías Garay, Rafael Nahuel, Mariano Ferreira, Federico Escobar y Mauro Ojeda. Regino Maders, Raúl Seco Encina. Y más y más y más. Según la CORREPI, desde el diez de diciembre de mil novecientos ochenta y tres, hasta diciembre de dos mil veintiuno, hubo noventa y dos personas asesinadas “durante una movilización o protesta social”.
Y ni hablar de las decenas de atentados, como el que sufrió Pino Solanas.
Pero no, de modo alguno. Al decir de Cristina Kirchner en su discurso de anoche en La Plata, nada de eso ocurrió. Todo, al parecer, corresponde a una esquizofrénica interpretación de la realidad: “El primero de septiembre se quebró por primera vez el acuerdo democrático de respetar la vida. Creo que es obligación de todas las fuerzas políticas de Argentina volver a reconstruir ese acuerdo democrático separando a los violentos, al lenguaje del odio, al que quiere que el otro se muera porque piensa diferente. Ningún partido político de la Argentina puede volver a aceptar esto”