Por Cecilia Fernández Lisso -IDEP Salud* | Cuando hablamos de basura hablamos de modos de producción, reproducción y de circulación. La basura es un gran problema que no empieza en el tacho de tu casa, empieza en la gestión productiva y reproductiva del desecho: la basura se produce.
Basura al producir, basura al envasar, al testear, al trasladar, al consumir, basura al investigar, basura al viajar, basura al imprimir dossiers, al pintar, al enviar satélites a la atmósfera… basura orgánica, basura inorgánica, basura tecnológica, basura radiactiva… del mismo modo que el calentamiento global no se produce proporcionalmente por todos los mortales, sino que un puñado de ricachones generan altísimos porcentajes de daño, con los desechos pasa algo similar.
Los expertos señalan que no sólo se debe poner el foco en las grandes empresas que producen y distribuyen el material plástico terminado, sino también aquellas que son responsables del suministro y atención del consumo masivo. La lista de culpables en el primer segmento la encabezan la petrolera estadounidense Exxon Mobil, con 5.9 millones de toneladas, seguida por la química Dow (también estadounidense) con 5,5 millones; y en tercer lugar la empresa china de energía, Sinopec, con 5,3 millones.
Muchos proyectos de recuperación y reciclado están financiados por las mismas empresas que generan esas toneladas de basura, por ejemplo Recicladores, antes mencionada, es “una Asociación Civil que tiene como objetivo incrementar los niveles de reciclaje en Argentina a través de la generación y divulgación de conocimiento técnico-operativo en sistema de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos” y tiene como socia a Tetra Pack, que mueve basura plástica desde Estados Unidos a Argentina, y a Nestlé, denunciada en 2020 como una de las cuatro empresas que mayor contaminación provocan con sus envases plásticos.
En cuanto al segmento del consumo masivo, un informe de la ONG británica Tearfund denuncia que Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé y Unilever, producen ¡500.000 millones de botellas de plástico cada año! y estima que la quema de los envases plásticos que comercializan estas empresas produce 4,6 millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que se equipara a las emisiones anuales de dos millones de automóviles.
O como advierte el Observatorio Petrolero Sur: “El tratamiento de residuos peligrosos de la actividad hidrocarburífera está en pleno apogeo. En las provincias de Río Negro y Neuquén existen más de una decena de establecimientos que reciben y procesan los desechos que provienen de las entrañas de la tierra. Una mezcla de lodos con hidrocarburos, metales pesados, elementos radioactivos y otras sustancias son el nuevo problema que emerge de la actividad petrolera no convencional, dado que se incrementa sustancialmente el volumen de desechos”.
Estas actividades extractivas depredadoras y contaminantes como el fracking, la minería a cielo abierto o la agroindustria tóxica, no sólo están promovidas y publicitadas desde los mismos gobiernos, sino que no son controladas ni siquiera para minimizar los riesgos.
Y no debemos dejar de mencionar los desechos radiactivos que son, sin duda, la cereza del postre. Pocos kilómetros en distintos puntos del mapa planetario condensan la basura más contaminante que el hombre haya inventado, pero no cualquier hombre, por supuesto. Son humanos bien constituidos por este sistema de capitales, profesionales instruidos en las más altas academias que trabajan para las empresas de mayor prestigio y para los gobiernos del primer mundo.
Por ejemplo, la Planta Piloto de Aislamiento de Residuos del Departamento de Energía de los Estados Unidos, o WIPP, como la suelen llamar, es el primer almacén geológico profundo diseñado para almacenar residuos nucleares de alta actividad durante miles de años. Cuenta con más de 185.000 contenedores de basura radioactiva, almacenada a 660 metros bajo el suelo del Estado de Nuevo México.
El accidente nuclear de 2011 en Fukushima, Japón, hizo que algunos países industrializados como Alemania comenzaran a abandonar esta tecnología y buscaran emplazamientos permanentes y seguros para sus residuos radiactivos. Pero Argentina, México y Brasil, al igual que otros llamados “países en desarrollo” como la India y China, parecen seguir apostando en sentido contrario. Pese a que esta sigue siendo para la región una fuente marginal de generación de energía, en Latinoamérica hay varios proyectos de ampliación de capacidad nuclear.
¿Y qué hacen con los desechos? En Argentina no se entierran fuera de las instalaciones que las produjeron, sino que se almacenan en piletas blindadas, llenas de agua con refrigerante. Y, luego de varios años de enfriamiento, se guardan “en seco”, en silos de hormigón, indicó el especialista en residuos radiactivos Jorge Vaccaro, docente e investigador del IDB. Por su parte, Carla Notari, decana del IDB de la UNSAM-CNEA, afirma que Argentina aísla por períodos acotados los residuos de intensidad baja y media, puesto que su radiactividad decae a lo sumo en unos 30 años.
Los combustibles gastados, por otra parte, que sí son residuos de mayor radiactividad, “deben aislarse por miles de años”, aseguraba Notari en 2019 en la web de la UNSAM. Sin embargo, matizaba seguidamente que en Argentina estos “no son considerados residuos porque contienen materiales potencialmente muy valiosos. Esos elementos están en almacenamiento transitorio hasta que se decida qué hacer con ellos”.
*Publicado originalmente en IDEP Salud