Por Silvia Juárez Fernández | A finales de la segunda guerra mundial, en el internado británico Hailsham, se crían niños para ser donantes de órganos. Los “alumnos” son clones de personas normales educados para ser enviados a centros donde, mientras “viven su vida”, su único destino es esperar por la donación que los termine matando.
Esta es la trama de Nunca me abandones, la novela –luego llevada al cine- de Kazuo Ishiguro que plantea un mundo distópico en el que se crían niños siendo enajenados de conciencias como personas libres con el objeto de servir como meras refacciones para otros con la posición económica suficiente.
En la historia reciente, distopías como ésta no parecen estar tan lejanas, sobre todo para personajes como el economista libertario Javier Milei que sigue promoviendo la compra venta de órganos y que insiste en que hay que encontrar “un mecanismo del mercado” para resolver la falta de donantes.
En Argentina, el comercio de órganos está penado por la ley, y basa su postura en que poner precio a un órgano o a una parte del cuerpo transforma al ser humano de sujeto en objeto y vulnera los Derechos Humanos y la dignidad humana, consagrada en las Declaraciones de Derechos Humanos.
En la obra de Ishiguro, la trama humana de esta ficción tan cruenta se apoya en la historia de amor entre los personajes, pero más que nada en el reto de demostrar a una civilización que los trata como mercancía que en realidad ellos sí poseen un alma para evitar su trágico final.
En este país, la nueva ley de donación de órganos tuvo como alma impulsora a Justina, la nena de doce años que murió tras esperar tres años por un trasplante de corazón. Fue justamente de la vereda del frente, de quien necesitaba con desesperación un órgano para seguir viviendo, donde nació la iniciativa “Multiplicate x 7” que unió a un país.
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Y es que la solidaridad es la base en la que sienta sus principios la Ley de Trasplantes, al igual que la gratuidad del proceso.
Muchos números, poca humanidad
Ya en junio de 2022, el diputado de La Libertad Avanza afirmó que en caso de ser Presidente “derogaría la prohibición de venta de órganos”.
Esta semana, en diálogo con TN volvió a hablar del tema y nuevamente apeló a números y falacias para establecer su punto. “¿Cuántas personas mueren en la Argentina por año? Más de 350 mil que, por la Ley Faustina (sic), son todos potenciales donantes. Hay 7.500 personas que están sufriendo y esperando trasplantes. Entonces hay algo que no está funcionando bien”, dijo.
Al mismo tiempo, remarcó que se trata de “un mercado más. Vos podrías pensarlo como un mercado. El problema es por qué todo lo tiene que estar regulando el Estado. Hay estudios en Estados Unidos que indican que, si dejaras esos mercados libres, funcionarían muchísimo mejor y tendrían menos problemas”.
En 2015, el economista colombiano Germán Raúl Chaparro ya pensó e incluso teorizó la propuesta de Milei. En su tesis “El mercado de órganos humanos”, presenta argumentos para justificar la incorporación de incentivos financieros que resuelvan la escasez de órganos necesarios para la realización de trasplantes.
En esta línea, se explaya sobre la creciente demanda de riñones que existe sobre todo en países como Estados Unidos, y que es una de las pocas donaciones que pueden hacerse en vida.
“Ante la escasez de órganos, la industria del trasplante se sumerge en el bajo mundo. Algunos pacientes desesperados recurren al mercado negro, el comercio clandestino de órganos que, aunque indeseable por no ofrecer garantías de calidad y ser más costoso, es una alternativa para individuos cuya vida depende de acceder a un trasplante. La escasez también ha favorecido la venta de órganos en países como China e India, donde la legislación resulta permisiva, lo que atrae al llamado turismo médico, y también en Irán, donde el pago a los donantes vivos por sus órganos es legal. En estos mercados los costos de la intervención quirúrgica suelen ser inferiores a los de los centros médicos occidentales”, sostiene Chaparro.
Justicia como equidad
Ante esta propuesta de los órganos a disposición del mercado, el Incucai advirtió que “se vulneraría el principio de justicia como equidad, y consagraría las condiciones de inequidad ya que el supuesto ‘vendedor’ lo haría por necesidad y el ‘comprador’ lo haría por sus posibilidades económicas”.
En la misma línea, el organismo agregó: “Las políticas sanitarias, a través del sistema de donación y trasplante, garantizan la equidad en el acceso al trasplante para toda persona que lo necesite, independientemente de su condición social o económica. La gratuidad es condición esencial para asegurar la transparencia del sistema y garantizar equidad con base en principios de justicia distributiva”.
¿Un futuro muy lejano?
Para el Incucai, la propuesta de Milei no tendría lugar porque “no hay ningún país donde los trasplantes sean un mercado. Estas propuestas exóticas, que ya se dieron hace un siglo, hoy son absurdas. Este tema atrasa un siglo, desde el debate bioético que desarrolló la historia del transplante de órganos a comienzos del siglo XX”.
Sin embargo, en un contexto actual donde las derechas toman fuerza, ¿es verdaderamente loco pensar estos escenarios “distópicos” como alejados de esta realidad? ¿Estamos muy lejos de vivir una era de granjas cosechadoras de órganos?