Por Federico Chechele | Hace un tiempo que se viene naturalizando la espantosa frase “argentinos de bien”. Se trata de una expresión utilizada por un sector de la sociedad que se autopercibe como la población que cumple con los requisitos necesarios para identificarse con lo bueno y lo probo. Indefectiblemente, al pronunciarse de tal manera, señala a otro sector de la ciudadanía como “argentinos de mal”.
Esto no es nuevo: en otra época se decía “gente como uno”. Pero para estos tiempos es demasiado cheto y exclusivo. Hoy se necesita algo más cercano para identificar y atraer. Es más que una batalla cultural en términos gramscianos, es un concepto semántico, ideológico… y racista.
Fue Mauricio Macri, por lo menos en términos públicos y masivos, quien patentó esta frase; y es el presidente electo, Javier Milei, quien continúa el legado perverso de dirigirse a un sector de una manera que, forzosamente, hiere a otro, al que suponemos mayoría. La diferencia entre Macri y Milei es que al primero, a pesar de todo su esfuerzo por emprolijar su dicción estilo Cardenal Newman, todavía le perdura “la papa en la boca” que lo traiciona y lo transporta al “gente como uno”.
Antes de desmenuzar quiénes son en realidad o qué hacen los “argentinos de bien”, primero es necesario separar a los argentinos de mal. Aunque pareciera ser complejo y requeriría de un análisis sociológico profundo, contamos con la dicha de que el propio Macri lo haya resuelto de una manera brutal: “Los jóvenes no se van a quedar en casa si estos señores empiezan a tirar toneladas de piedra, los jóvenes van a salir. Entonces los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran salir a la calle a hacer desmanes”. Orcos, a saber: “seres poco inteligentes, astutos cuando es necesario, miserables, deformes, violentos, muy adeptos a cumplir órdenes, y con un amor particular por la guerra y la destrucción”.
Aclarada la visión que se tiene sobre el sector no afín al votante de Milei-macrista, vayamos por identificar a quienes se colocan a uno, dos o varios escalones por encima de la media de la población del país.
Lo primero que señalan los “argentinos de bien” es que a ellos “nadie” les “regaló nada”. Esto supone que a otros y a otras sí les regalaron algo, por lo que se desprende que los “argentinos de bien” son emprendedores y profesionales que no viven del Estado y que ponen en riesgo todo su capital ante impuestos y cargas imposibles de sobrellevar. Conclusión: no les queda otra que evadirlos. Estos “argentinos de bien” suelen convocar a ejércitos de contadores y buffets de abogados para triangular dinero. Es cierto, estamos hablando de un sector exclusivo.
Vayamos a quienes tenemos más a mano. “Argentinos de bien” son aquellos que gritan y vociferan la palabra “libertad”, vaya a saber uno por qué, pero que piden ser liberados de algo que los oprime: acá deducimos que las opresiones en cuestión deben ser 1) el peronismo y todo lo relacionado a la clase trabajadora organizada y 2) de vuelta, los impuestos.
Para no corrernos de este eje, este sector reclama y exige disminuir la litigiosidad durante y al terminar la relación laboral, además de bajar los convenios colectivos, con el único fin de “mejorar la competitividad” y la “simplificación impositiva”. El “argentino de bien” no es ningún boludo.
Perdón por la vulgaridad, pero a los “argentinos de bien” también les encanta Miami. Dicho esto y habiendo caído tan bajo, la mayoría de los ADB tienen a las empleadas domésticas en negro, se jactan de coimear a la policía para no pagar multas, tapan las patentes de sus autos de alta gama y demás tonterías que se hacen porque, aclaremos, ¡el “argentino de bien” se las sabe todas!
Al “argentino de bien” no le interesa el respeto por las minorías, las políticas de inclusión, la distribución de la riqueza. Ni siquiera la soberanía nacional. De lo único de lo que está seguro es de que “Argentina es un país de mierda”.
Pero, fundamentalmente, los ADB son personas que no han tenido que lidiar con un jefe, seguramente hayan tenido una vida acomodada no por mérito sino por herencia, hayan detentado lugares de poder y estén acostumbrados a caer siempre parados. En contrapunto, si hay algo de lo que nosotros estamos seguros es de que el “argentino de bien” no tiene ni idea cuánto sale el pasaje de tren ni de micro.
El domingo asumen “argentinos de bien” que vienen a hacer negocios con un programa económico típico de ajuste regresivo. Salvo un sector minoritario, todos vamos a estar entre peor y mucho peor. Milei dijo que la justicia social es una estafa y que habría que derogar el artículo 14 bis. Y para ejecutar sus ideas convocó a un nazi, a un Menem, a una amiga de Videla y a uno que nos endeudó por 100 años. Y a todos los medios masivos de comunicación para que mientan, oculten y engañen a través de periodistas que también se definen como “argentinos de bien”.
Para que no queden dudas, designó de vocero presidencial a Manuel Adorni, quien al momento de ganar el Martín Fierro Digital en la terna Mejor Twittero (?), dijo: “Yo sí quiero a los delincuentes, a los corruptos, a los chorros, a todo lo que no le hace bien a la Argentina de un lado, y a la gente de bien del otro”.