Por Daniel Godoy * | La explicitación desde épocas de campaña electoral de un programa de ajuste salvaje y de recorte de políticas públicas de derechos por parte de Javier Milei en el marco de una estética entre bizarra y extravagante, y su legitimación por el voto mayoritario y transversal de la mayor parte de la sociedad argentina, nos pone en un escenario inédito de aprobación democrática de una representación hasta hoy, marginal en las ofertas y resultados electorales a 40 años de democracia.
Así mismo, un conjunto de categorías que pensábamos consolidadas e inalienables para la sociedad argentina, como Democracia, Dictadura, Terrorismo de Estado, Justicia Social y otras, han sido interpeladas y desacreditadas en las narrativas del ahora actual gobierno.
La todavía controvertida injerencia de las nuevas formas de comunicación pos pandémicas, las redes, los estilos, las narrativas, han invadido el territorio de las revisiones por venir.
La palabra libertad se ubica en el centro de la escena, corporizada en las humanidades de los verdugos de antes (y seguramente también, de ahora). Una sociedad legitimando a quienes les infiere castigo. Una alusión vaga y engañosa a la “casta” y la “política” que pregnó en lo profundo de la aceptación social.
Y por último, la horfandad y desconcierto de la agenda popular en tanto se han evaporado las referencias ciertas desde donde reconstruir un proyecto de masas para la emancipación y la equidad. La fragmentación del campo popular y el fracaso rotundo de la última experiencia de alianza electoral, nos pone de cara a un desierto que deberemos cruzar lo antes posible.
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Mucho queda por recorrer, atar y desatar en cada una de estas dimensiones y tantas otras, pasibles de agregarse a un marco de análisis de lo que parece un punto de inflexión en la historia política argentina.
Decepción, ruptura, insatisfacciones e incompetencias componen la matriz de ha determinado la emergencia de una estética rupturista que encierra una propuesta depredadora sobre las clases populares de la Argentina, remixada de los ´90 y el 2015: conformación (no desaparición) de un Estado al servicio de los intereses concentrados mediante ajuste fiscal, alineamiento con los EE.UU, privatizaciones y apertura comercial.
Tampoco nos lanzamos livianamente a la certeza de que estas subjetividades componen por sí solas la teoría de la “derechización” de nuestra sociedad. En tiempos de rupturas de representaciones y crisis de identidades, el voto no implica compartir enteramente las prédicas libertarias de reivindicación de la dictadura o el desprecio a la justicia social.
América Latina y el Caribe nos demuestran las oscilaciones de los rumbos institucionales, y las convivencias de AMLO, Xiomara Castro, Petro, Lula, Boric, Arce con Lacalle Pou, Dina Boluarte, Santiago Peña y ahora el mismo Milei. Procesos institucionales que coronan de manera ondulante las puntas mismas del prisma de ideologías y modelos de gestión de gobierno.
La presencia y adhesiones de líderes planetarios que componen nuevas formas de irrupción pública nos hablan de un escenario un poco distante de las formas clásicas. Bolsonaro, Abascal, Zelenski, Orban, Noboa, Bukele son una nueva “raza” representante del capitalismo del siglo XXI.
Se conforma un Babel de aristas nuevas, de identidades oscuras. Desandar esta cuesta intrincada y volátil será un repecho largo y esforzado, en el que caben más preguntas que respuestas.
Nuestras categorías fundantes seguirán siendo indelebles: humanidad, justicia social, organización popular, igualdad, emancipación, descolonización, identidad Sur, integración regional.
Pretendemos seguir honrando las mejores tradiciones y epopeyas por la liberación de nuestros pueblos; así como el pensamiento crítico emancipatorio, antiracial, pluricultural, antipatriarcal, ambientalista, con identidad Sur. Es lo que inspira nuestras relaciones y prácticas políticas, y aspiramos que orienten la gestión institucional de la Argentina en beneficio de las mayorías populares en los complejos tiempos por venir.
Es momento de indagar los significantes colectivos del momento y los núcleos de verdad de nuestro pueblo. Atendiendo la sensación térmica de las circunstancias y las coyunturas. Rompiendo nuestros supuestos. Generando más transversalidades y menos autorreferencias. Interpelando más nuestras rutinas y resistiendo el facilismo que supone que “el pueblo también se equivoca”. Proponiendo paciencia, análisis y reflexión política. Escuchando más que diciendo.
Nuestro pueblo lucha y busca. Desde la diversidad, con el desamparo y la frustración sobre los hombros, sometido a un tsunami colonizador y deshumanizante colosal. Pero sosteniendo la esperanza de un futuro mejor de manera indestructible y tenaz.
* Co-coordinador del Instituto de Estudios y Formación IEF – CTA AUTÓNOMA.