Redacción Canal Abierto | A Milei no le alcanza con haber fagocitado el bullrichismo, ahora quiere que Mauricio Macri se la juegue por él.
Aunque resuene a trama amorosa de novela de la tarde, no es otra cosa que la presión para que el expresidente se sume oficialmente a La Libertad Avanza, sin las medias tintas de los últimos ocho meses.
Así, creen en Casa Rosada, el conjunto de la derecha y ultraderecha nacional irían unidos y sin fisuras a las legislativas 2025.
La propuesta está sobre la mesa hace tiempo. Es quizás la fantasía que quita el sueño a muchos desde el “pacto de Acassuso”, el acuerdo con el que el macrismo comprometió su apoyo de cara al balotaje -con financiamiento y fiscalización incluida- a cambio de una serie de espacios de gestión en el futuro gobierno.
Aquel fue el principio del fin de lo que quedaba de Juntos por el Cambio como frente, la recuperación de centralidad por parte de Macri y su consagración como killer absoluto de la política argentina reciente.
No obstante, si algo entrevió el ex mandatario en estos meses es que la inexperiencia libertaria no equivale necesariamente a inocencia. O que cada vez que pudo, Milei jugó a partir y absorber. El caso más paradigmático, Patricia Bullrich, quien tras su enésimo panquecazo hoy se comporta como si nunca hubiera siquiera conocido a su ex jefe político.
A otras figuras les fue peor: las usó y descartó al poco tiempo, a veces de forma humillante. Lo sufrieron varios funcionarios de segundas y terceras lineas del Gobierno, oriundos del PRO y eyectados sin contemplaciones por orden de Karina Milei o Santiago Caputo.
Hacia ellos se dirigieron las principales críticas que Macri lanzó ayer en La Boca: “Lo que pudimos ayudar fue a pesar de su entorno”. Aunque devaluada en cuanto a la dimensión de la figura histórica, una suerte de “teoría del cerco” como la ideada por sectores de la izquierda peronista para explicar la derechización de su líder tras su retorno de Madrid.
Según La Política Online, los dardos fueron más duros incluso tras bambalinas, donde le habría soltado a un periodista de TN: “¿Viste cómo le pegué a la tortera y a Rasputín?”. Entre otras cosas, el derrotado en las últimas elecciones xeneizes le achaca a ambos el destrato sufrido en la fría noche tucumana en que se firmó el Pacto de Mayo.
En otro pasaje crítico, Mauricio se refirió a la nominación del juez Ariel Lijo a integrar la Corte Suprema de Justicia y aseguró que “es un error”. El expresidente argumentó que se trata de “alguien que genera debate” y que por tal motivo es una decisión que “no entiende”.
“Pienso lo mismo que le dije a Javier (Milei), que no estaba de acuerdo, me parece que es un error”, planteó sobre el titular del juzgado federal donde se tramita la causa de Correo Argentino -y lo tiene como principal acusado- y tantas otras investigaciones que el magistrado mantiene estrategicamente cajoneadas.
En cuanto a las formas, el expresidente también intentó diferenciarse del actual estilo agresivo: “Durante cuatro años convivimos en una cultura del poder sana, en la que ningún argentino se sintió avasallado por el Estado, en que ningún periodista se sintió en peligro por expresar una opinión y ningún juez se sintió presionado”.
Al margen de los detalles críticos, la intervención de Macri no tuvo más que elogios al rumbo económico y proyecto político que viene encarando el ultraderechista. “En estos ocho meses en términos de ajuste fiscal se desarrolló algo inédito en el mundo entero. Parecía imposible evitar una hiperinflación, pero el gobierno actual logró salir. Eso merece una gran aplauso del pueblo”.
“El PRO plantó la semilla del cambio en Argentina. Ahora necesitamos un gobierno que tenga la voluntad de cambiar y que tenga un método para cumplir con todos esos cambios Quiero de corazón que a este gobierno le vaya bien porque quiero que a los argentinos les vaya bien, carajo”, afirmó.
A las flores le siguió un dardo para que se le hiciera más lugar a los suyos: “Milei tiene pendiente el desafío de construir un equipo. Armar un equipo es más que sumar gente valiosa”.
Fue a mitad de su intervención cuando clarificó el momento que, entiende, atraviesa su vínculo con Milei: “El presidente nos propuso una fusión, pero le dije que en el siglo XXI nadie se casa sin antes conocerse y convivir”. A lo que agregó con picardía “En realidad se lo dije de una forma más directa, pero dejémoslo ahí”.
No caben dudas, el ex mandatario respalda la línea ultraortodoxa en lo económico y ultraconservadora en lo político del Gobierno. Siente una identificación y autoreivindicación en esta experiencia, a pesar del desprecio que le profiere buena parte del entorno mileista.
De todos modos, a sabiendas del arrastre que pueda resultar un potencial fracaso libertario y atento a la posibilidad de terminar fagocitado -y eventualmente, regurgitado- por el ecosistema mileista, ayer salió a ordenar la tropa pensando en las legislativas 2025.