Por Manuel Rodríguez | Bluesky es una red social cuyo funcionamiento se remonta a 2019, como parte de un proyecto de investigación de lo que supo ser Twitter. Sin embargo, no fue hasta las últimas semanas que se expandió su número de usuarios y de personas que tomaron conocimiento de su existencia.
Si bien la aceleración de su crecimiento se disparó tras la adquisición de la entonces red del pajarito por parte de Elon Musk, el rol del magnate en la campaña y futuro gobierno de Donald Trump intensificó el movimiento.
Medios como The Guardian y La Vanguardia anunciaron en los últimos días su partida de X. A pesae de que los matutinos europeos mantienen sus cuentas activas, anunciaron que discontinuirán sus posteos.
“Esta red social se ha convertido en una plataforma en la que encuentran una caja de resonancia las teorías de la conspiración y la desinformación, unas ideas que tienen en lo que una vez fue Twitter una vía para multiplicar su alcance que no tendrían si tuviera una moderación efectiva y razonable”, argumenta La Vanguardia en la nota a la que linkea su última publicación en X.
El parecido con la histórica interfaz de Twitter, al punto de mantener el diseño, el color y una figura con alas – una mariposa que reemplaza a la icónica ave – puede haber contribuído a que Bluesky sea elegida por muchos de los otrora twitteros para su continuidad en redes sociales.
Otro de los aspectos que se señalan, y que fue el origen del impulso por parte de Jack Dorsey, creador de Twitter, es que se trata de una plataforma de código abierto y que se maneja con software libre.
En nuestro país, la lupa so posó sobre Bluesky a partir de la activación de perfiles de personalidades de la oposición, como la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Si bien ambos continúan con la actividad en X, ya están replicando sus acciones en Blue Sky.
En el caso de la exmandataria, sus primeras publicaciones datan de hace cinco días y ya cuenta con 78.000 seguidores. El número no es desdeñable, pero bastante lejano aún de los más de 6 millones que supo cosechar desde 2010 en X.
Consultado por Canal Abierto, el periodista especializado en tecnología Esteban Magnani evaluó que “la principal diferencia entre Bluesky y X es que están en etapas de desarrollo distintas. Hasta ahora los procesos de las plataformas han sido crecer primero y después buscar un modelo de negocios que, en general, va en contra de las libertades y demás que tanto se prometen”.
Sin embargo, Magnani adviertió que “lo cierto es que, teniendo dinero de inversión, en algún momento esos inversores van a querer recuperar la inversión, y tarde o temprano van a tener que empezar a cerrar y encontrar un modelo de negocio. La experiencia indica que todas las plataformas empezaron con un discurso de que lo que les importaba era la libertad, hacer del mundo un lugar mejor y muchos etcéteras. Pero después, en algún momento se transformaron en lo que conocemos hoy: empresas con fines de lucro que no reducen los discursos más tóxicos porque eso cuesta mucho dinero”.
Otro aspecto que destacó el periodista es que “al usar código abierto y compartir software libre, se puede conectar con otras apps. Es decir, que es interoperable con otras aplicaciones de redes sociales como Mastodont, en lo que se llama el feediverso”.
Tomás Pomar integra el Observatorio de Derecho Informático Argentino (ODIA) y, también en diálogo con Canal Abierto, subrayó que “los sitios de microblog, como pueden ser Twitter, Mastodont o Bluesky sí tienen decisiones editoriales y de criterio que hacen que lo que ves en la pantalla sea como es”.
“En ese marco -continuó-, nosotros creemos que es muy importante apuntar a esta crisis actual para marcar que no existe la tecnología, sino que existen modelos tecnológicos muy diversos”.
Y observó que “la principal diferencia es que actualmente Bluesky no tiene publicidad. No tiene un modelo de monetización o todavía está en una etapa muy de riesgo. Es cierto que está aumentando la cantidad de followers, pero todavía no tiene ninguna forma de ingreso externa, salvo inversión inicial”.
Respecto del código abierto, Pomar destacó: “Ellos van por un protocolo que lo que permite es que el usuario que tenga un grado de conocimiento técnico pueda tener un dominio mayor de sus datos y su alojamiento”.
Magnani refiere a este punto porque “el código abierto es un obstáculo para la concentración de poder. También da la posibilidad de hacer una auditoría sobre lo que el código que vos tenés instalado en tu dispositivo realmente está haciendo. La podés hacer vos y, si no sos entendido en la materia, hay montón de gente que lo puede mirar y puede decirte si es peligroso”.
“Ni hablar si adentro de esa computadora vas a estar usando ese código para gestionar información sensible. Si sos una empresa, para tu contabilidad, o si sos un Estado para manejar información de tus ciudadanos”, agregó.
La decisión de quienes abandonan X como repudio a las determinaciones empresariales que transformaron Twitter en un antro digital de suma fertilidad para la incubación de desinformaciones y campañas de odio plantea un dilema. Si quienes combaten esas prácticas se van, le dejan el terreno libre a quienes las usan. También abandonan un campo de discusión. ¿Cuán estratégica es esa acción?
Opina Magnani: “Me parece algo muy responsable por parte de The Guardian que dice que no puede seguir alimentando un monstruo, simplemente porque les sirve o porque ya construyó una cantidad de seguidores que puede seguir aprovechando y que si no lo van a perder”.
“Desde lo más egoísta, puede ser que a uno le convenga quedarse ahí. Pero la verdad es que es difícil hacer una revolución ética en las plataformas. Hasta ahora no han funcionado, un montón de veces hubo campañas como la de abandonar Facebook tras el escándalo de Cambridge Analytica. No hubo regulaciones y luego Facebook simplemente envejeció, por eso se dejó de usar. Pero la gente usa Instagram, que también es de Meta”, añadió, y evaluó al movimiento como “una movida arriesgada”.
“A mí me parece -sigue Magnani- que éticamente es mejor y hay que mudarse a un ambiente un poco más sano. Lo que pasa es que en Bluesky va a terminar pasando lo mismo. Entonces hay que buscar otro tipo de redes, pero como medio de comunicación necesitás a tus lectores. Y si tus lectores no están ahí donde vos crees que es mejor estar, tenés un desafío”.
“Porque incluso como negocio las plataformas estas se quedan con una parte de la ganancia, porque utilizan tus contenidos para ubicar publicidades. Entonces también estás contribuyendo a alimentarlos. Cuando vos tenés suficientes contenidos como puede ser un diario como The Guardian o El País, les estás dando mucho a ellos”, expuso.
“Esto es lo que no se vio en el comienzo de Internet, algo que después los medios de comunicación terminaron pagando muy caro. Por eso me parece apropiado trazar esta línea y hasta podría ser algo interesante que se agruparan”, reflexionó.
Para Pomar lo que está cambiando es hablar de la red. “Quizás hacia lo que estamos yendo es a un modelo de fragmentación de la experiencia digital. Quizá no es más ‘la red’, son ‘las redes’, ‘las plataformas’”, planteó.
Y agregó que “esto también es un problema actualmente, porque no se sabe muy bien cuáles podrán ser las consecuencias, ya que siempre los modelos de negocio digitales tendieron a la escalabilidad hacia el infinito y dónde uno intenta mediante una única plataforma poder tener la llegada a la mayor cantidad de usuarios”.
Otra pregunta que surge es la posibilidad de que los mismos que intoxicaron el universo de lo que fue Twitter, también se muden a la nueva plataforma para hacer lo mismo en ese naciente ecosistema. ¿Qué garantías hay que los Gordo Dan de la vida no vayan a Bluesky para “hacer llorar a los kukas” también allí?
Maganani aventuró que “no hay nada que impida que ocurra lo mismo que con Twitter. Por eso decía que lo más probable es que ocurra lo mismo. En muchos momentos se creyó, desde una mirada muy de la tecnología digital, que no se iba a poder pervertir el uso abierto de la web. Por sus protocolos abiertos, por su arquitectura y demás, la experiencia demuestra que cuando hay suficiente dinero, se logra de distintas formas utilizando algoritmos, utilizando seducción, utilizando otras herramientas y, sobre todo, invirtiendo mucho dinero en tecnología, en capturar datos, que es el principal insumo que se explota ahora para recuperar el dinero. Ese modelo de negocio tiene una serie de efectos secundarios que son los que estamos experimentando con las grandes plataformas”.