Redacción Canal Abierto | “Es indudable que el proceso abierto por la dictadura y desplegado durante los últimos cincuenta años tuvo como resultado un fuerte proceso de reconfiguración de la sociedad argentina, la cual vivió la afirmación de una verdadera estrategia de la desigualdad”.
La reflexión, como disparador para pensar el momento histórico, forma parte de un análisis coyuntural del economista Claudio Lozano titulado Más allá de Milei. Cuarta fase del proyecto oligárquico y fin del ciclo político 2001, donde piensa esta etapa como la resultante de esas dos cuestiones combinadas.
Pero, ¿hubo en efecto un ciclo político que se abrió en la pueblada que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa y que acaba de terminar? ¿Asistimos a una nueva fase de un proyecto oligárquico que ya se hizo con el control del Estado, a través de distintos mecanismos, en 1976, 1989 y 2015?
Estancamiento y deuda, las dos caras de la moneda
“La implementación de la cuarta fase del proyecto oligárquico, en el marco de la frustración con la que termina el ciclo político de avance popular iniciado en el 2001, definen la coyuntura de la Argentina y exigen una nueva experiencia política del movimiento popular”, asegura el fundador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).
En números, estas cinco décadas que transcurrieron desde el golpe de Estado de 1976 se caracterizan por el estancamiento económico: en esos años, el crecimiento del PBI argentino per cápita fue de apenas el 0,41% anual, que “se explica en parte por una caída de la inversión del 20%, en un contexto donde los salarios han perdido casi el 70% de su poder adquisitivo”.
Junto con el estancamiento, todo este ciclo se caracterizó por el crecimiento sostenido del endeudamiento “impulsado por fuertes procesos de valorización financiera acompañados por una fuga de capitales casi equivalente al monto de la deuda”, detalla Lozano.
Y agrega: “La Argentina de los últimos cincuenta años combina un aumento del endeudamiento superior al 4.800% con un incremento de la pobreza de más del 1.300%”.
Desguace del Estado, extranjerización del capital e informalidad laboral
Para el también presidente de Unidad Popular, “estos cincuenta años de decadencia, limitados al proceso institucional iniciado en 1984, reflejan que, a pesar de la lucha del pueblo argentino por la ampliación de derechos, no se logró evitar el retroceso económico y social. Este deterioro destruyó el sueño alfonsinista que acompañó la recuperación democrática, resumido en el lema: ‘Con la democracia se come, se educa y se cura’”.
Y es que al estancamiento y la deuda externa creciente se ha sumado otro fenómeno, muy presente también en la retórica del gobierno de La Libertad Avanza: “A través de procesos de desguace y privatización, el Estado, que en 1974 representaba el 35,6% de las ventas de las principales empresas del país mediante sus propias compañías, hoy solo alcanza el 10,8%”.
Además, los grupos económicos locales y las empresas de capital nacional representaban en 1974, en conjunto, el 28% de las ventas que, si se suman al Estado, “el capital nacional controlaba el 63% de las ventas”. En contraste, los grupos y empresas transnacionales representaban el 36% de la facturación de las primeras 200 empresas.
“En la actualidad, se observa un fuerte crecimiento de la extranjerización, evidenciado en el incremento de la participación de los conglomerados y empresas extranjeras, que hoy alcanzan el 59,3% de las ventas —plantea Lozano—. Además, la lógica transnacional se extiende prácticamente al 78,8% de las ventas”.
Como consecuencia, se ha producido una profunda transformación en el mundo laboral. El dato es lapidario: de la nueva población trabajadora “siete de cada diez han engrosado los niveles de precarización e informalidad”.
¿Cómo seguimos?
“La irrupción popular de finales de 2001 y comienzos de 2002 tuvo la suficiente potencia como para abrir, sobre el fracaso de Cavallo, la Convertibilidad y el Consenso de Washington, un tiempo de discusiones, luchas y gestión gubernamental que pusieron en cuestión las verdades del neoliberalismo y que impulsaron avances en el terreno de los derechos humanos, del proceso democrático e incluso en el campo de la recuperación de niveles de actividad económica y de mejoras en la situación social”, asegura Lozano.
Sin embargo, también sentencia: “Esta cuarta fase del proyecto oligárquico opera en un marco donde las transformaciones de los últimos 50 años han alterado profundamente los rasgos de la sociedad argentina y han modificado sustancialmente los actores sociales y la institución estatal. En otras palabras, la matriz de construcción política resultante de la experiencia peronista —que promovía la alianza entre trabajadores formales organizados y empresarios nacionales en un contexto de un Estado activo para desarrollar un capitalismo de producción y distribución— está destruida”.
Como resultado, “el malestar de la sociedad con el pasado reciente y la capacidad del juego político dominante para desplazar de la centralidad institucional el conflicto y las demandas sociales en favor de los intereses del poder económico y de las necesidades del Ejecutivo Nacional, definen el modo en que termina el año político”.
“Esta avanzada oligárquica le plantea a las fuerzas populares un doble desafío de urgencia y creación —afirma Lozano—. Urgencia, porque es imprescindible frenar la avanzada oligárquica cuanto antes, y esto exige niveles de unidad y amplitud política que permitan lograrlo. Y creación, porque si en ese frente no hay señales claras de que se avanza con liderazgos, conductas y propuestas que marquen autocrítica y distancia con el pasado, la capacidad de alcanzar los objetivos está puesta en cuestión. Este es el marco en el que deben ubicarse las legislativas de 2025, y la pregunta a hacerse es: ¿qué capacidad tenemos las fuerzas populares de estar a la altura de las circunstancias y desafíos que la coyuntura nos plantea?”.
Ilustración: Marcelo Spotti