Por Mariano Vázquez, desde Bolivia | Desde el intento de magnicidio del 27 de octubre de 2024 contra el expresidente Evo Morales, las medidas de seguridad se han extremado. Las pruebas aportadas en un video de 24 minutos muestran la participación de un grupo paramilitar entrenado que intentó interceptar su vehículo en la Ruta Nacional 4, entre las localidades de Villa Tunari y Lauca Ñ. Durante el ataque, recibieron 14 disparos, uno de los cuales alcanzó al conductor de la camioneta. El testimonio audiovisual también denuncia que los perpetradores se refugiaron en la 9ª División del Ejército y fueron evacuados en helicóptero. Pobladores de la zona se acercaron al cuartel para increpar a los militares. A pesar del tiempo transcurrido y la gravedad del hecho, no hay avances en la investigación.
El esquema de seguridad se intensificó este fin de semana con la realización del Congreso de Refundación del “Instrumento Político” de los sectores leales a Evo Morales en un multitudinario encuentro de tres días en la Villa Olímpica de Villa Tunari. El despliegue logístico de prevención, que impresiona al visitante, se potenció tras la noticia de que Jhonny Cruz, dirigente nacional de la Secretaría de Juventudes de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), fue asesinado por efectivos policiales en circunstancias no esclarecidas. Aquí nadie duda de un nuevo acto de intimidación por parte del Gobierno Nacional.
A pesar de este hecho luctuoso, el acto fue una muestra de músculo político. El bastión rural de Morales sigue intacto, su ascendencia popular y el agradecimiento que recibe por las transformaciones que impulsó en Bolivia durante sus tres gobiernos para las mayorías históricamente marginadas permanecen sólidos. El evento se constituyó en una plataforma de lanzamiento para la candidatura del líder cocalero, con debates en 27 comisiones y la conformación de un nuevo instrumento electoral con sus órganos y posiciones políticas históricas para el nuevo tiempo. El objetivo: inscribir la candidatura de Evo Morales para las elecciones del 17 de agosto “para salvar a Bolivia”. El camino no estará exento de obstáculos: ¿Habilitará el Órgano Electoral Plurinacional a Evo Morales? ¿Cuánto escalará la feroz interna entre Evo y su exministro de Economía y actual presidente, Luis Arce?
Es la noche del segundo día del Congreso y, a pesar de mi experiencia en encuentros sindicales, nunca vi un plenario de comisión que dure hasta alcanzar un consenso total (en algunas comisiones el tan necesario consenso llegó a la mañana siguiente). Tal es la seriedad de la tarea emprendida que avanza sin pausas ni horarios establecidos. No se durmió. A la plenaria se llega con cada punto masticado y aprobado. “Pensamos al país de acá a 50 años”, es una afirmación recurrente.

Estamos en el Trópico de Cochabamba, que fue objeto de una militarización durante dos décadas a través de la presencia de las Fuerzas Armadas, grupos especiales, la DEA y militares de los Estados Unidos. Aquí, el Estado estigmatizó y criminalizó a los campesinos, acusándolos de “narcotraficantes”, “guerrilleros”, “narcoterroristas”, hasta “talibanes”, por eso, caricaturizaron a Morales como el “Bin Laden andino”. Se cometieron atrocidades en plena democracia contra cientos de dirigentes, militantes, pobladores y sus familias. Con la excusa de la “guerra contra las drogas”, se intentó eliminar a las organizaciones sindicales de los productores de coca en la región del Chapare. La lucha no solo fue por el derecho a la tierra, a la vivienda o a la organización, fue también en defensa de la ancestral-sagrada hoja de coca.
Todo este conjunto de eventos políticos parió un movimiento de características peculiares en el corazón de Sudamérica: antiimperialista, anticapitalista y anticolonialista, dispuesto a dar la vida por la refundación de Bolivia, la nacionalización de los hidrocarburos y la justicia social. Fue Evo Morales –de niño pastor de llamas en la diminuta localidad orureña de Orinoca, pobre entre los pobres, migrante al Trópico para obtener un futuro mejor– quien catalizó esa demanda regional en grito nacional. La Guerra del Agua en 2002 en Cochabamba y la Masacre de Octubre en 2003 en el Altiplano terminaron de forjar la llegada al Palacio del Quemado en 2006 de ese subsuelo de la patria eternamente rebelado ante el pongueaje y el mitanaje de las clases dominantes. Evo arrasó con un histórico 54% de los votos, que fue aumentando elección a elección, y a pesar de que las elites blancoides se jactaban del seguro fracaso de una fuerza política nueva y sin experiencia de gobierno (“Dejemos al Indio jugar a ser presidente seis meses y se cae”), este llevo a una bonanza económica con justicia social, inclusión y desarrollo como nunca antes en su historia. Pero el “indio” no pensó en cómo gobernar apenas ingresó en la jefatura del gobierno: en 1985 con la creación del Frente Amplio de Masas Antiimperialistas (FAMA) ya sentaba las bases del proyecto soberano emancipador. “Bolivia unida en la cabeza y en el corazón, soñarla dormido y despierto”, suele repetir como consigna a respetar y seguir.
El nuevo instrumento político de Evo Morales para seguir ese sueño eterno se llamará “Evo Pueblo”, en reemplazo del histórico MAS-IPSP (Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos), con el que compitió durante tres décadas. Un fallo del Tribunal Constitucional le otorgó de manera arbitraria el nombre a Luis Arce, a pesar de que los propios estatutos lo impedían por no haber cumplido los 10 años de militancia. Sin embargo, en un pequeño Congreso realizado en La Paz, se modificó este apartado a la medida del presidente. El mismo Tribunal Constitucional que le quitó el MAS a Morales es el que también le niega la posibilidad de ser candidato. Solo resta la decisión del Tribunal Electoral. El exmandatario anunció una masiva caravana para inscribir su candidatura. Hay confianza en el derecho constitucional a postularse. Lo concede hasta uno de los más acérrimos opositores a Morales, el periodista Andrés Gómez Vela, quien también evalúa presentarse a los comicios de agosto: “Los autoprorrogados obedecen al arcismo. El Art. 168 de la Constitución es clarito: el presidente puede ser reelecto por una sola vez de manera continua. De manera discontinua, un expresidente puede postularse las veces que quiera. Don Evo está habilitado”.
Eduardo Rodríguez Veltzé, exjuez de la Corte Suprema y expresidente de Bolivia, en diálogo con el portal Correo del Sur, se refirió al tema: “Hay más de una sentencia que se refiere al tema de la reelección. Esa sentencia, la que hace referencia, sigue pues vigente. Y las dos que sucedieron no son de Sala Plena, corresponden a un amparo que no tiene nada que ver con la reelección […] Son dos magistrados de una sala autoprorrogada […] Entonces, este es el resultado de un Tribunal Constitucional poco coherente en sus decisiones que, además, avaló la participación como candidato del 2019 de Evo Morales”. Ante la consulta de que si Evo Morales está habilitado, responde: “Eso lo tiene que decidir el Tribunal Supremo Electoral (TSE), no el Tribunal Constitucional; para eso la Constitución del 2009 creó un cuarto poder y este cuarto poder es, por la Constitución, la autoridad llamada a definir las controversias electorales. Entonces, que sea esa Sala Plena”.
El panorama turbio en la Justicia suprema y electoral se mimetiza en el farragoso terreno contra Morales. El Partido Judicial es un aliado necesario para un gobierno en crisis, que arma causas variopintas contra el líder cocalero para tratar de sacarlo del terreno político, pero ni la Justicia ni la policía se atreven a ingresar al Trópico, que las bases evistas han convertido en una fortaleza inexpugnable. Evo no sale, pero nadie entra.
Los sondeos de opinión, que excluyen inexplicablemente a Evo Morales, muestran un altísimo nivel de dispersión entre varios candidatos. Nadie supera el 20%, y el que encabeza es el joven Andrónico Rodríguez, presidente del Senado y vicepresidente de las Seis Federaciones Cocaleras del Trópico, pero que se ausentó del congreso refundador de Evo, lo que ha generado múltiples suspicacias. En medio, hay un póquer de candidatos de derecha, y al fondo de la tabla está Luis Arce, con cifras paupérrimas que oscilan el 1%, producto de una crisis económica, energética y política letal. Los indecisos alcanzan el 20%. Las encuestas indican que la principal preocupación es la economía (90%).
El escenario político en Bolivia se mueve entre arenas movedizas dispuestas a tragarse todo. Para Juan Evo Morales Ayma, tantas veces al filo de la muerte —primero en su infancia, debido a las condiciones de atraso crónico de Bolivia, donde los niños pobres morían como moscas y, luego, como dirigente sindical ante la impunidad de dictaduras, gobiernos títeres y la CIA, que se cargaban a dirigentes como trofeos de safari—, tantas marcas exhiben a un resistente que, ante cada desafío, siempre encuentra la salida del laberinto imposible. A pesar del cerco judicial y del reciente intento de asesinato (uno más en su larga trayectoria como líder político), persiste y cree. Sobre todo, cree. Las razones hay que buscarlas, no solo en su personalidad combativa e irreductible, sino, sobre todo, en la historia particular del movimiento que dirige desde hace décadas en esa Fortaleza Trópico.

Foto principal: Evo Morales acompañado por Hugo “Cachorro” Godoy de la CTA Autónoma de Argentina y Mercedes Cabezas de ATE Argentina, a la derecha de la foto.