El buen periodista (si es que alguno queda), pertenece a la raza de los tipos indignados, insatisfechos, asqueados de las cosas de la vida que viven y han vivido y que tienen certeza vivirán por siempre si no se ponen a contar las cosas. Las cosas: ni más ni menos que las cosas. El buen periodista no sabe que es periodista. Nunca lo sabrá. A menos, claro, que tenga un diploma de periodista, cosa improbable porque en las facultades a los alumnos que por ahí quieren ser periodistas los diploman como comunicador social o algo por el estilo. Ahora el nuevo periodista es un comunicador social. O algo por el estilo. O sea, al parecer le comunica o le informa algo a la sociedad. O la incomunica o desinforma. En todo caso, el comunicador social (fase superior del periodista) sabe lo que está haciendo, en qué tipo de marea está naufragando. A menos, desde luego, que sea un papanatas.