Por Carlos Saglul | En la Cátedra de Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba da clases Lucas Crisafulli. Desde su especialidad, la abogacía y la ley penal, criticó duramente las requisas que viene haciendo en los medios de transporte de su provincia personal militarizado, igual que en la dictadura. El letrado se preguntó que buscan los gendarmes al hacerles abrir y revisar carteras y bolsos a amas de casa, a estudiantes. ¿Tratan de encontrar droga o de meter miedo? ¿De recordarnos que todos estamos bajo sospecha? Sobre la calle militarizada, una ministra fan del gatillo fácil y un neoliberalismo cada vez más propenso a reprimir, giró la charla con el criminólogo.
La calle se militariza cada vez más. Vos subrayabas en un artículo que se trata de sembrar miedo. ¿Cómo se enfrenta esto desde los movimientos populares?
-No existe una receta mágica a la hora de enfrenar el avance del Estado penal por sobre el Estado social. Sí sabemos por experiencia que tiene que ver con una constante histórica: si el Estado desatiende lo social debe reprimir. Se trata de opciones para enfrentar una pobreza creciente. Si todos los días te quitan derechos es natural la reacción de la gente.
La experiencia nos enseñó que toda respuesta popular debe ser colectiva si quiere llegar a buen puerto. La Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Córdoba presentó un habeas corpus por el control por parte de la Gendarmería en los transportes de pasajeros. Esta línea de acción tiene que ver con la estrategia jurídica frente a la militarización de la calle. Esto no invalida la movilización. También es necesario abrir un debate de ideas. Si aumenta la represión es porque por lo menos un sector de la sociedad está legitimando estas prácticas.
Es importante salir a divulgar que el avance represivo de ninguna manera significa mayor seguridad en las calles como pretenden hacernos creer. No hay mayor inseguridad que la obsesión de obtener seguridad a cualquier precio. Eso es lo que caracteriza una sociedad con un gobierno totalitario y no tiene que ver con la supervivencia del Estado de derecho.
¿El fascismo es la etapa superior del neoliberalismo cuando ya el blindaje mediático no alcanza?
-Hoy tenemos un neoliberalismo que aprovecha entidades muy disímiles. Toma a los fascistas pero también a los vecinos que están preocupados por la seguridad. Se nutre de grupos religiosos como los evangélicos molestos por la educación sexual o los avances de las reivindicaciones de género.
Cuando decimos que tarde o temprano se esfuma el blindaje mediático de tal o cual jefe de Estado o candidato, tenemos que tener en cuenta que ya el Poder no se sustenta en una persona, en un caudillo. Cuando un líder ya no sirve, los medios comienzan a trabajar para la instalación de otra figura útil a la consolidación del neoliberalismo. Cae un candidato, precisamente por llevar adelante el ajuste neoliberal, pero enseguida nace otro. Eso es lo que tenemos que tener en cuenta. Estar atentos. El Poder que enfrentamos tiene mil caras.
¿Qué son estos supuestos líderes que surgieron en los últimos años sino CEOs que administran el Estado como una empresa privada y pueden ser reemplazados por otros CEOs? Éste es uno de los grandes cambios de los totalitarismos del siglo XXI respecto de los del siglo XX. Hoy ya no tenemos personajes como Adolfo Hitler, Benito Mussolini. Ya no son personajes de novelas como 1984 de George Orwell. No hay líderes que se apoderan del Estado y se convierten en dictadores. Ahora hay líderes intercambiables: un gerente se va, viene otro. Lo importante son los intereses económicos que están atrás. Esos sí quedan.
Patricia Bullrich habla cada vez más seguido de cibercriminalidad…
-El problema de este delito es cómo se lo caracteriza. ¿Incorporamos la adulteración de identidades virtuales, delitos financieros? ¿O caemos en el grotesco de vincularlo a la persecución de personas despistadas que realizan un tuit ofensivo para el Presidente y son detenidas como si entrañaran algún peligro? Hablamos de un delito importante pero habría que tener cuidado al caracterizarlo.
Pasa lo mismo con el narcotráfico. Es un problema importante siempre y cuando no lo enmarquemos en la persecución de los consumidores. Se trata de atacar el blanqueo de los fondos millonarios que derivan de ese delito y van a los paraísos fiscales, financian elecciones a través de donantes truchos, compra de medios, fundaciones, funcionarios.
Hablabas de México, la guerra de bandas y sus miles de muertos, ¿puede ser ese el futuro argentino? ¿Estamos ante una forma de control encubierta por parte de Estados Unidos?
-Creo que no va a pasar lo mismo por una cuestión geopolítica. Alguien dijo “pobre Mexico, tan cerca de Estados Unidos, tan lejos de Dios”. Desde el derribamiento de las Torres Gemelas, aumentaron los controles aéreos. Estados Unidos es el mayor consumidor de cocaína del mundo. La cocaína ya no podía viajar en aviones desde Centroamérica. Creció entonces el papel de México.
A los narcos no los enfrentás pidiendo documentos en los colectivos como están haciendo acá, hay que investigar cómo se blanquea su dinero. No se hace porque, justamente, estos millonarios están más cerca del poder de lo que la mayoría sospecha. Acá no pasará lo de México pero sí es posible que el narcotráfico, ante la retirada del Estado, controle cada vez más territorios y barrios.
De alguna manera el narcotráfico resuelve el problema de las poblaciones sobrantes.
-Las políticas neoliberales arrojan aproximadamente a un setenta por ciento de la población fuera sistema. Se registraron distintas oleadas durante la dictadura y el período democrático. Primero fue el neoliberalismo con las dictaduras militares: Videla, Pinochet, el genocidio que facilitó los cambios económicos paralizando a la gente. Después en democracia, la segunda oleada fue la de Carlos Menem; Fernando Collor de Melo, en Brasil, Alberto Fujimori, en Perú; Ricardo Lagos, en Chile. La forma clásica de resolver el problema de la pobreza fue su criminalización al estilo norteamericano. Lo que pasa es que las cárceles ya no daban abasto. El tercer turno del neoliberalismo fue la Alianza que construyó un montón de cárceles que ya tampoco dan más.
Europa deja que los pobres que vienen del África, a los que les sacaron toda la riqueza y materia prima, se ahoguen en el Mediterráneo. Estados Unidos los quiere parar con el Ejército en la frontera. En México, se le dieron armas a bandas rivales de narcos para que se maten entre sí y nunca puedan tener en poder total. Los denominados “soldados” son niños. En medio del tiroteo mueren periodistas, dirigentes sindicales o sociales honestos. Las armas vienen de Estados Unidos, el mayor vendedor del mundo, y para allí va la cocaína. Los mexicanos ponen los muertos.
El problema de este sistema es que se está violando el convenio básico sin el cual no hay Estado de derecho. Hablo del respeto por la dignidad humana, pisoteada una y otra vez por las prácticas neoliberales.
Foto: Carlos Bosch