Por Gladys Stagno | Nora Merlin es psicoanalista, escritora, docente, y una especialista en vincular el psicoanálisis y la política. Discípula del filósofo Ernesto Laclau, la investigadora de la Universidad de Buenos Aires es autora de libros como Populismo y Psicoanálisis y Colonización de la subjetividad, donde desarrolla esta relación y aborda cómo el poder configura nuestra forma de pensarnos.
En esta entrevista de fin de año, la especialista reflexiona sobre un diciembre neoliberal que influye en los cuerpos a fuerza de desamparo e intemperie y construye un tejido social por debajo que viene a suplir los lugares de donde el Estado se corre.
Solemos asociar diciembre a los balances de fin de año, ¿este mes influye de alguna manera en el estado de ánimo?
-Diciembre, por lo general, es un mes de hacer balances y en este sentido también es un mes de duelos, de pérdidas, de cierres. Entonces, se sobrecompensa esta sensación y se la elabora maníacamente con una compulsión de fiestas, una suerte de sobredosis de fiestas. En contraposición a este estado de tristeza y de duelo.
¿Y cómo fue este diciembre?
-Este diciembre tuvo características particulares, con un color anímico muy oscuro. Hubo una tristeza colectiva que coincidió con la tristeza singular. Fue muy triste, muy apagado, con festejos muy deslucidos, muy austeros.
Sin embargo, ante la falta de luces y de espíritu navideño que se verificó en la calle, los movimientos sociales festejaron allí, juntando pobreza, con la decisión de estar juntos. Esto se invisibilizó en los medios concentrados, pero fue un dato novedoso.
Otra de las características que tuvo fue la emergencia en las calles y en los medios del movimiento feminista. Este diciembre estuvo tomado por esa cuestión. De ningún modo es cortina de humo: las mujeres históricamente silenciadas están produciendo algo interesante.
Vos trabajás el tema de las subjetividades en el mundo neoliberal. ¿Cómo influyen las crisis económicas, como la que atravesamos en la Argentina de hoy, en los sujetos?
-El neoliberalismo es un sistema que no es sólo económico sino de producción de subjetividad, de una nueva subjetividad. Implica la producción de restos sociales que son los que no entran en el sistema, los excluidos, los sectores muy empobrecidos, los jubilados, los discapacitados, los que no rinden porque son improductivos.
A estos sectores expulsados los vemos aparecer retornando a las calles como hace tiempo que no los veíamos. Durmiendo en colchones, en la vereda, revolviendo basura. Estamos naturalizando ese paisaje y no es natural. Se está naturalizando el sufrimiento, la indignidad. Nos estamos acostumbrando a ver en todas las cuadras familias durmiendo literalmente a la intemperie. La situación de indefensión, de estar a la intemperie, es lo que define, para el psicoanálisis, a la angustia. Tanto para Freud como para Lacan la angustia es exactamente eso: estar en indefensión, desprotegido, sin un sistema simbólico que ampare, que cobije. Sin un Estado que proteja, en este caso.
¿Qué le pasa a un sujeto, educado en la cultura neoliberal, con la falta de dinero o de trabajo?
-En neoliberalismo vino a desorganizarnos la vida. Con cierta estabilidad, uno puede planificar cuotas, o vacaciones. Pero mientras la crisis se hace crónica, porque el tiempo de la promesa ya prescribió, lo que se visualiza es una situación donde la subjetividad vive amenazada de perder el trabajo o -habiendo perdido el trabajo- de que no cierren las cuentas, de no saber cómo llegar a fin de mes.
Hay un poder indiferente que no escucha a la gente y eso también lleva a la situación de angustia, al desamparo. La sensación subjetiva de no sentirse escuchado lleva a la indefensión y a la angustia.
¿Cómo pensás que se revierte esto?
-No hay que tener miedo de empezar a incluir el amor en la política. Es un concepto muy importante. No es la banalidad del new age, cuando hablamos de amor estamos hablando de algo que en el psicoanálisis es constitutivo del sujeto. Sin amor no hay entrada en la cultura. Sin la condición del amor, sin alguien que encarne ese lugar, no es posible que un ser que acaba de nacer se constituya. Eso mismo pasa con el cuerpo social: con violencia, con odio, con ruptura del tejido social no hay posibilidad de relaciones fraternas o de sororidad.
¿Hubo más consultas o cuadros depresivos este diciembre?
-Este año hubo mucha angustia en las presentaciones en el consultorio. El neoliberalismo enferma. Hubo muchas complicaciones en los cuerpos de las personas. La angustia es el afecto característico del neoliberalismo por esta situación de desamparo, el estado de amenaza en el que viven las personas estimula la angustia, que a diferencia de otros afectos se manifiesta en el cuerpo.
También en este último tiempo lo que empezaron a aparecer fueron muchas consultas y preocupaciones por abuso y acoso y esto no es casual. Hay una conmoción respecto de lo que produjo el movimiento feminista que fue muy movilizante en los lazos sociales, en los grupos, en las familias, que es muy interesante. El feminismo es un movimiento que implica un nuevo contrato social y en ese sentido, si somos inteligentes, tenemos la posibilidad de producir una cultura más amorosa, menos violenta, menos hostil.
¿Hay salidas o respuestas “sanas” para enfrentar estas situaciones? ¿Ser parte de un colectivo ayuda?
-Ser parte de un colectivo ayuda. Si bien el neoliberalimo enferma, mata, también generó un armado por debajo de los movimientos sociales, de la militancia, la participación, la unión de los vecinos autogestionados. Al mismo tiempo que el Estado se debilita, se intentó reemplazarlo de manera militante, participativa. Es un modo solidario del tejido social que se está armando, que está invisibilizado, y es una solución para cada uno porque lo que se constata es que la gente que participa, la que se siente entre compañeros, no entra en la impotencia, en la queja, ni en el escepticismo.
Imagen: Sandra Cartasso