Redacción Canal Abierto | Los expertos en bicicleta aventuraban que abril y mayo serían claves: el mercado se preparaba para una nueva corrida, imposible de aguantar más allá de estos meses para un Gobierno ideológica y prácticamente desregulador. Los días negros llegaron al fin, y los índices volvieron a descontrolarse.
A un año del comienzo de la corrida, el dólar rozó los $45 (cerró en $44,97 para la venta minorista), un incremento grosero (casi 4%) en relación al cierre del martes, de $43,52. El dato no es menor si se toma en cuenta que abril y mayo son los meses de mayor ingreso de dólares por la liquidación de retenciones de la cosecha. Las agrodivisas deberían haber calmado las aguas, pero no fue así.
Los días negros llegaron al fin y hoy todos los índices estallaron. Pese a la instalación mediática de que esta corrida se explica por una supuesta desconfianza de los mercados en el futuro político del país, se trata más bien de una certeza: Argentina no puede pagar, más allá de la voluntad de hacerlo o no que tenga el próximo gobierno.
Los ADR (acciones de empresas argentinas) en Wall Street se desplomaron. Al cierre de esta nota, las del BBVA Banco Francés habían caído 13,87% y las de Loma Negra, 13,93%. Otras caídas fueron menos estrepitosas pero todas, sin excepción, bajaron y rozaron el mínimo establecido por los mercados para desatar las alertas y disparar las ventas.
El riesgo país argentino, establecido por JP Morgan, llegó a 963 puntos, una cifra que remite a los contadores rojos que ocupaban los pie de pantalla, allá por 2001.
Ese índice –que no es otra cosa que la posibilidad medida en números de que Argentina no pueda pagar sus compromisos financieros- tuvo su correlato en los seguros de default (credit default swaps), que superaron con creces los 1000 puntos, aunque se encuentran en franca escalada desde enero de 2018.
Cada número rojo es un correlato del desarmado de posiciones argentinas: los mercados internacionales se deshacen de nuestros bonos y letras, los bancos no renuevan las Leliq y los pequeños ahorristas dudan si escapar de los plazos fijos para comprar dólares.
Esa fecha establece el momento en que el Banco Central dejó la fluctuación libre de la moneda en el olvido y comenzó a intervenir sistemáticamente. Pese a ello –o quizá por eso–, desde entonces la devaluación sobrevino de forma sostenida, a veces a cuentagotas y otras, como hoy, desenfrenadamente.
Esta semana, 3.800 millones de dólares se pagaron en concepto de vencimientos de deuda y se avecinan más. Pese a la instalación mediática de que esta corrida se explica por una supuesta desconfianza de los mercados en el futuro político del país, se trata más bien de una certeza: Argentina no puede pagar, más allá de la voluntad de hacerlo o no que tenga el próximo gobierno.
Cada número rojo es un correlato del desarmado de posiciones argentinas: los mercados internacionales se deshacen de nuestros bonos y letras, los bancos no renuevan las Leliq y los pequeños ahorristas dudan si escapar de los plazos fijos para comprar dólares.
Nuestro principal acreedor es el Fondo Monetario Internacional, que tiene rango de prioritario a la hora de los pagos. Si alguien debe cobrar, el organismo internacional lo hará primero, y el resto de los acreedores lo saben.
En una nota a LN+, el editorialista estrella de La Nación, Joaquín Morales Solá, aseguró que «(el presidente Mauricio) Macri no puede soportar dos meses más de una inflación del 4%». Todo hace pensar que abril superará ese número y que la corrida de hoy se podría trasladar paulatinamente a los precios y empujar también el IPC de mayo. Sin los dólares del campo y con una inflación galopante por cinco meses seguidos, ¿qué pasará en junio? ¿Cuánto tiempo podrá Cambiemos desviar la discusión?