Por Carlos Saglul | Al presidente Mauricio Macri le cuesta entender que no son tiempos para hacer amigos. No es fácil acostumbrarse a que muchos de los que ayer hacían antesala para verlo, ahora juegan a la mancha venenosa cuando aparece. La concertación que en un principio propuso no fue otra cosa que el blanqueo de la alianza que, en especial con sectores del Justicialismo, le permitió hacer uno de los ajustes más salvajes que recuerde la historia nacional. No se cansa de repetir que vamos “por el único camino”. No se entiende qué se puede discutir cuando el camino es uno solo. ¿Es posible discutir con la fatalidad?
Luego de que este primer intento lo dejó abrazado nada más que a un par de piantavotos, se dedicó a mandar invitaciones a la Sociedad Rural, entidades que agrupan a los Grupos Económicos más concentrados, la CGT que no hace actos para que no la corran por la calle los trabajadores y, en la máxima concesión, invitó al kirchnerismo. Por esas horas se multiplicaban los testigos que van dejando al desnudo los trabajos de la inteligencia “paraestata” para implicar en hechos de corrupción a dirigentes K, e inclusive a la ex presidenta Cristina Kirchner. Convengamos, no es el mejor clima para el diálogo. Es el convite de un psicópata: ya que no pude matarte, hablemos.
Los 10 puntos que propone tratar el Jefe de Estado no son otra cosa que un decálogo, más o menos encubierto, de instrucciones para tranquilizar al Fondo Monetario Internacional. Ninguno plantea tratar la catástrofe social a la que nos llevó el gobierno, la desocupación, el hambre y la destrucción de la industria nacional. En realidad, con más voluntarismo que realismo, Macri convoca a sindicalistas, opositores y empresarios a renovar su juramento de fe al credo neoliberal.
“Lo perfecto no deja entrar a nadie”, escribió Elias Canetti. Y así son los decálogos del FMI. Resulta ridículo dialogar sobre cómo salir de la crisis con quienes nos llevaron a ella, y más aún la profundizan cotidianamente. Entre Mauricio Macri y la oposición honesta (que representa a los intereses de los trabajadores con sus flacos salarios, la enorme masa de desocupados, los empresarios quebrados o por quebrar, los productores en la miseria): no queda nada que hablar. Todo está expuesto.
Muy distante al Acuerdo que plantea Macri es el Contrato Social que propuso la ex presidenta Cristina Kirchner. La líder opositora habló de reactivación industrial, generar trabajo. Subrayó la necesidad de meter al gran capital dentro del acuerdo. En otras palabras, el viejo sueño peronista de la burguesía nacional.
A esos empresarios a los que debería apelar la reconstrucción nacional, no les fue tan mal con el gobierno de Cambiemos. Un informe del Instituto Pensamiento y Políticas Públicas sobre los beneficios de 53 empresas de cúpula señaló en estos días que en 2018 “el resultado bruto de sus actividades económicas se expende un 76,8 por ciento respecto a 2017, y se incrementan un 129 por ciento al incorporar los efectos de las operaciones financieras. Agrega que el impacto de la devaluación sobre los activos en dólares favorece una expansión en sus resultados netos del 393,6 por ciento. De las 53 empresas estudiadas, 37 muestran resultado neto final positivo y 7 “realizan la magia de ganar más de lo que venden”.
Memoriosa, la senadora recordó en su discurso que en sus últimos días Juan Perón acusó a los empresarios del naufragio del Pacto Social. Recordemos que fue el principio del fin. Caído José Ber Gelbart, después del Rodrigazo cuando los trabajadores derrotaron el primer intento de reconversión neoliberal, la suerte estaba echada. Esa reconversión sería llevada a cabo en medio de un genocidio cuya principal víctima fue la clase trabajadora. Los autores intelectuales de aquella tragedia no fueron sino los abuelos de los actuales gerentes del Bloque de Poder que puso a Macri en el gobierno.
A principios de este año ya se habían fugado del país 64.276 millones de dólares. ¿Se podrá convencer a parte de estos capitalistas de traer esos fondos para invertir en la reactivación nacional? En su discurso, dijo la ex mandataria que las cosas “suelen ser más complicadas de lo que parecen”, especialmente por el gran poder de los medios de moldear al sentido común. Zygmunt Bauman afirmó que “solo la comunidad de cómplices puede garantizar (mientras dura) que el crimen no sea llamado crimen y no sea castigado como tal”. ¿Quién puede negar que la dictadura tuvo consenso en su inicio? Qué tuvo consenso el menemismo. Y volvió a tenerlo Macri. El Gran Capital aprendió a manipular a las masas y no necesita políticos. Los medios pueden ser verdaderas tropas de ocupación.
Son peligrosos los sueños de una gran burguesía nacional. Pueden terminar en pesadilla. Un león que sació su hambre puede parecer un gato durmiendo, lo erróneo es pensar que se habrá vuelto herbívoro al despertar. Los animales “hacen su naturaleza”. Los capitalistas también. Su patria es el lucro. Su voracidad no tiene límites. Saben que el dinero es sinónimo de poder que es lo mismo que decir: Impunidad.
¿Habremos aprendido esta vez la lección?