Por Federico Chechele | Van y vienen, se sacan fotos, se juntan por grupos, se rejuntan. Así está el PJ bonaerense, al que nadie parece conducirlo, más allá de las autoridades que dilapidan poder en cada convocatoria.
Mientras todos se preguntan si Cristina Kirchner se presentará en estas elecciones, la ex presidenta aparece por las redes sociales con un fuerte protagonismo para apuntalar a los suyos. Mientras tanto, su hijo, el diputado Máximo Kirchner, hace de vocero para reagrupar a la tropa.
Una de las versiones que se dieron a conocer es que el kirchnerismo le habría propuesto a los intendentes la entrega de la lapicera en los distritos que ellos gobiernan. A cambio reclaman asegurarse 4 ó 5 diputados nacionales y manejar las listas en los distritos que gobierna Cambiemos. Hoy el PJ tiene 50 de los 135 que componen la provincia de Buenos Aires.
Entre idas y vueltas, cuando parecía que todo se encaminaba detrás de la propuesta de Máximo legitimada por Fernando Espinoza –ex intendente de La Matanza y actual presidente del PJ bonaerense–, ayer martes los intendentes le vaciaron el acto al kirchnerismo que se reunió en el centro cultural Caras y Caretas, cuyo dueño es el titular del sindicato de porteros Víctor Santa María, presidente del PJ porteño. La unidad entre el peronismo y el kirchnerismo, una vez más, no se pudo concretar.
Sin embargo, la foto de los jefes comunales se concretó y difundió a través de las redes sociales, pero con sorpresas: aparecieron juntos el Grupo Esmeralda, más ligado a Florencio Randazzo, junto al Grupo Fénix que responde a Espinoza y por ende a la ex presidenta. Este coqueteo de los intendentes no es nuevo, sino parte de la historia del justicialismo bonaerense, pero con un nuevo panorama: aislar o no al kirchnerismo. Hartos de que durante diez años les armen la listas quieren dar el portazo, pero miran las encuestas y Randazzo, por ahora, ni compite con el armado de Cristina Kirchner.
Ante este desplante, los acusados de piantavotos (Luis D´Elía, Amado Boudou y Martín Sabbatella) acusaron recibo y salieron a responder: “Vamos a la cancha a combatir, muchachos, y vamos a ver cómo son los resultados”, se hizo escuchar el titular de Miles. Nadie le respondió.
Si el kirchnerismo termina acordando combinar las listas con los intendentes y que encabece Verónica Magario la boleta bonaerense se da por terminada la discusión. El problema que se les avecinaría son dos: Randazzo y el voto antikirchnerista.
El ex ministro de Transporte largó esta semana dos spot de campaña utilizando su gestión con los ferrocarriles y los DNI, dos baluartes con buena prensa, que suena a poco para un dirigente que ocupó cargos vitales durante los 12 años de kirchnerismo. Hoy los números no le dan, pero todavía no hizo declaraciones: hace 15 meses que no habla públicamente.
Randazzo pide competir en las PASO de agosto y el PJ no le responde. La conducción del partido mide los tiempos para cerrar sus acuerdos, recién ahí definirá si le otorgan esa herramienta electoral o le proponen que “arme un partido y gane las elecciones”.
Más allá de todas estas definiciones, el kirchnerismo sabe mejor que nadie que el voto anti K se mantiene fuerte en gran parte de la sociedad. El escarmiento de las presidenciales de 2015 no tocó fondo e ir a las urnas con la misma propuesta y apellidos de 12 años atrás es lo que espera el Gobierno. Ya lo hizo público.