Redacción Canal Abierto | Las primeras semanas de cuarentena fueron de angustias profundas para muchas de las 600 mujeres internadas en el hospital neuropsiquiátrico Moyano, que sufrieron por la suspensión de sus actividades habituales y vieron modificados sus hábitos de vida.
Los miedos que generaron los barbijos y la interrupción de las visitas fueron acomodándose a partir del trabajo de los y las profesionales que buscan explicar que la pandemia no seguirá para siempre. Sin embargo, como en cualquier lugar con espacios comunes compartidos y tratamientos de salud, el nuevo virus genera temores y obliga a imponer bruscos métodos de prevención. Y las penurias, en muchos casos, empeoran.
“Se establecieron medidas extremas porque si el coronavirus llega a los pabellones, hace estragos” dice a Canal Abierto Silvia Maltz, coordinadora de Radio Desate, el proyecto ocupacional mediante el cual, desde hace once años, un grupo de pacientes radialistas producen micros sonoros que se escuchan en distintas emisoras y reciben por eso un dinero mediante un programa del Ministerio de Trabajo.
La vida intramuros se reconfiguró: Ya no se permite el ingreso de personas externas, las visitas se redujeron casi a cero y las pocas que se realizan son en el hall y a distancia.
Además, la falta de insumos y las condiciones adversas extremas, sumadas el macrismo agudo que padece la institución, obligó a que, entre otras cosas, sean las pacientes las que estén fabricando sus propios tapabocas.
En tiempos de aislamiento, ¿cómo es la realidad de quienes basan su salud emocional -casi exclusivamente- en las relaciones sociales?
¿Cuál es la situación actual por la que está atravesando la institución en el marco de la pandemia?
– El Hospital no escapa a la realidad que vive el sistema de salud en Argentina. Después de cuatro años de desfinanciamiento macrista, más profundo del que ya había, no se puede pretender que de golpe aparezcan los insumos, las camas, los profesionales necesarios y adecuados, y todo esto genera la crisis. Se suma a una respuesta propia de los sistemas neoliberales que es, por ejemplo, mandarte barbijos rotos, toda la basura de un sistema que no cuida la salud.
En el Moyano conviven lógicas manicomiales con la problemática de la salud mental y mujeres de larga internación que no están en las mejores condiciones para afrontar esta situación.
La pandemia agudiza el no cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. Tendría que haber muchas casas de medio camino, hogares asistidos, residencias, muchos dispositivos que permitan una vida lo más saludable posible, no la vida dentro de un hospital.
¿Durante los últimos cuatro años hubo algún avance en la implementación de la Ley?
– No, en absoluto. En 2008, cuando subió el ingeniero Macri, se hicieron un montón de casas de medio camino, eran ocho y hoy están reducidas a una o dos. Todo el macrismo se encargó de destruir esa lógica, y las pocas que hay no alcanzan para abordar a toda la población sufriente en estas condiciones de encierro.
Una cosa es estar protegidos y cuidados, y otra es estar encerrados. Claro que muchas mujeres, por sus propias patologías, no es que ahora no salen a los parques, no han salido nunca o no salen hace mucho, siempre están confinadas en sus pabellones por el deterioro de su estado, porque la internación deteriora la salud mental, no la mejora.
¿Cómo se reconfiguró la vida puertas adentro?
– Ahora tienen tapaboca, pero no otorgados por el Estado, están hechos con los materiales que facilitan desde Rehabilitación, y los hacen las chicas para su propio cuidado. Los hacen ellas mismas con ayuda de las enfermeras, se conforma una comunidad solidaria.
Para muchas, prohibirle tomar mate en grupo es como quitarle parte de su ser. Se trata de cuidarlas mucho pero también que ellas tomen conciencia, porque al principio se asustaban mucho cuando nos veían a todos con barbijo y con las máscaras. Se establecieron medidas extremas porque si el coronavirus llega a los pabellones, hace estragos.
Algunas pacientes tienen celular, entonces estimulamos la video llamada, otras directamente están muy solas y no viene la familia. Las actividades grupales están prohibidas, el servicio de Rehabilitación está abocado a la confección de insumos, y se intensificó el control de las personas que ingresan al hospital.
¿Las afecta mucho el hecho de no poder realizar las actividades habituales?
– Son muy importantes porque además se integran a un dispositivo laboral y con eso reciben su dinero. La radio cuenta con esa iniciativa, también está la panadería, las bolsas de residuos que se venden al exterior, el telar, hay varios. Pero si se cumpliera la Ley no tendrían que desarrollarse adentro del hospital, sino en la comunidad: no es lo mismo ser panadera que paciente.
¿Cómo es la relación con la información y los medios de comunicación?
– Ellas están informadas por la televisión, no demasiado porque pasan los muertos como la lotería, es un espanto, algunas escuchan la radio. En esta población hay mucha heterogeneidad, hay mujeres muy informadas. En la radio trabajamos a distancia, de manera remota con las chicas externadas.
Hay algo que tiene que ver con cómo se soporta esta situación de aislamiento viviendo sola, sin poder ver a tus afectos, sin capacidad de elaborarlo, con una percepción diferente de la dimensión del tiempo. Si para uno parece que es una eternidad, imaginate cuando esa noción no tiene la capacidad de tramitarse simbólicamente.
¿Cómo es la situación de los trabajadores y las trabajadoras del Hospital?
– Nos quejamos mucho de la falta de insumos, del poco cuidado que se tiene al personal, que no hay aumento de salario y han querido rebajarlo, no tenemos licencia, no tenemos vacaciones, estamos bajo protocolo pandemia, y los medios no hablan de esto.
¿Qué es lo que debemos conocer para entender cómo viven este momento?
– Se trata de que ellas logren la mayor conciencia posible de la situación y el mayor autocuidado. Y tener buena alimentación e insumos para poder acompañar la problemática. Además, la defensa de la Ley Nacional de Salud Mental y su aplicación, más allá de las condiciones actuales, no la podemos abandonar, porque acá subyace la lógica del encierro, que no tiene que ver con la pandemia, no hay salud mental en el marco manicomial, eso no es salud. La internación no puede ser la primera instancia, tiene que ser la última, antes tienen que existir los consultorios, los centros de salud, los centros comunitarios, y en todo caso después una internación, lo más corta posible, con el objetivo de reinsertar a la persona a su núcleo social.
Radio Desate | Reflexiones en cuarentena
“La cuarentena nos propone creatividad y desafíos (…) Podemos cantar y bailar igual, a dos metros de distancia, respetando el protocolo”
https://soundcloud.com/desate/reflexiones-en-cuarentena
Ilustración: Marcelo Spotti
Fotos: Facebook Desate