Redacción Canal Abierto | Los números del 28 de junio señalan que, de los 2.189 nuevos casos registrados en el día en todo el país, 1.226 corresponden a la provincia de Buenos Aires y 852 a la Ciudad Autónoma. La ocupación de camas de adultos es del 55,1% en la Área Metropolitana. Hay 28.986 contagiados en la provincia y 25.415 en la ciudad, lo que representa un 94.88% del total en Argentina. La gravedad de las cifras determinaron las medidas que anunciaron el viernes Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, muchas de las cuales entran en vigencia hoy, con restricciones endurecidas para el AMBA.
Aunque la batalla pareciera darse principalmente a través de los medios de comunicación, por debajo de la vidriera pública se corren otras carreras que requieren planificación previa certera, precisión y velocidad en la aplicación y atención permanente para readaptar los planes a la realidad diaria.
Es el caso del tratamiento de los residuos de pacientes confirmados o sospechosos -entre dos y cuatro kilos de descartes de altísimo riesgo por persona, por día-, que representan un incremento sideral en la dinámica de la operatoria habitual.
En ese marco, el Organismo Para el Desarrollo Sostenible de la provincia de Buenos Aires trabaja a contrarreloj en varias líneas, como la implementación y seguimiento de una ruta segura para el residuo hospitalario, protocolos para tratar desechos domiciliarios y estudios ambientales para detección del COVID. La ferocidad de la escalada de la emergencia sanitaria hizo que para una próxima etapa, ya prevista en el plan de acción, se incluya la habilitación de hornos cementeros en el interior bonaerense para incinerar la basura peligrosa.
Así, como casi todas las áreas de Estado, la gestión encabezada por el biotecnólogo Juan Brardinelli debió adaptar rápidamente las líneas de trabajo originales y repensar todas las estrategias en función de la pandemia, espalda con espalda con los ministerios de Salud de Nación y Provincia.
Francisco Suárez es el director del área de Residuos de la autoridad ambiental. Es antropólogo especializado en gestión de residuos y su trayectoria está marcada por el diseño de estrategias que contemplen la inclusión social y el trabajo. Es investigador y docente universitario, uno de los redactores de la “Ley cartonera” Nº 992 de la ciudad de Buenos Aires que presentó en 2002 el entonces diputado Eduardo Valdez, y llegó al organismo a principio de este año integrando un Equipo de intervención universitaria de la UBA que trabaja junto a las cooperativas de reciclado que operan en el CEAMSE de José León Suarez, compuestas por habitantes de un área geográfica marcada históricamente por los basurales y el cirujeo. Con ese recorrido, entre la academia y el territorio, entre los libros y los barrios, tiene hoy la responsabilidad de evitar que las jeringas, los barbijos, guantes, ropa y todos elementos que se usan para atender a los contagiados de COVID-19, puedan convertirse en potenciales factores de nuevas infecciones.
“Efectivamente, el tiempo que nos dio la cuarentena sirvió para conocer mucho más y afrontar mejor este momento, que es el más complicado”, señala como primera sentencia para esta nota.
Luego de un relevamiento sobre los generadores de residuos hospitalarios -que son varios miles en la provincia entre hospitales, clínicas, consultorios particulares y los ciento cincuenta nuevos centros de aislamiento- y los operadores de esos residuos, se trazó un detallado mapa del sistema identificando en qué puntos se produce el material, quién y cómo lo transporta, quién y cómo lo trata y cuál es su disposición final. Ese estudio posibilitó prevenir el pico de saturación posible y trazar alternativas. La primera fue habilitar otros tratadores, para diversificar la oferta y dinamizar el circuito.
Los tratadores son en su mayoría empresas repartidas casi completamente en la zona AMBA, que utilizan dos métodos: la incineración o el sistema de autoclave, una especie de olla a presión que inertiza el material quitándole el factor patógeno.
“Cuando nos encontramos con esta situación vimos que estaban muy concentrados los tratadores en el área metropolitana, lo que podía llegar a complicar los traslados en el avance de la pandemia por la logística y por los costos. Entonces, una de las primeras cosas que se hizo fue habilitar un operador de carácter municipal”, cuenta Suárez. Se trata del Hospital Pedro Orellana de Trenque Lauquen. Además, apuran gestiones para habilitar otro en Bahía Blanca. También el Hospital Posadas -el mayor generador de residuos patológicos del país-, tiene su propio centro de esterilización de descartes.
“Fue una oportunidad para abrir el sistema que estaba muy concentrado con pocas empresas privadas”, describe el funcionario.
La segunda política implementada para evitar el desborde fue autorizar a otros procesadores dedicados a los residuos industriales tóxicos, que tenían posibilidad de recibir patogénicos adecuando algunas infraestructuras.
Y para una tercera fase, en caso de que la emergencia sanitaria siga aumentando y los restos de riesgo se multipliquen, se prevé habilitar hornos de industrias productoras de cemento de manera de evitar que el residuo patogénico sea mal dispuesto o termine en un basural siendo potencial agente de contagio masivo.
El sistema de tratadores, tal como se encuentra en la actualidad, pueda procesar los residuos patogénicos de hasta 100.000 pacientes. Si se satura ese escenario, se agregarían los otros tratadores de residuos peligrosos para ampliar la capacidad de operatoria hasta 145.000 infectados.
“Si esa cifra se sobrepasa, se habilitarían los hornos de cemento para alcanzar una capacidad de recepción de materiales provenientes de hasta 220.000 personas enfermas de coronavirus. Luego de eso se saturaría todo el sistema”, advierte Suarez.
La estrategia debe ser considerada para el AMBA en su totalidad, ya que en la Ciudad de Buenos Aires no hay tratadores de este tipo de residuos.
Como se sabe, los tratamientos para personas contagiadas de coronavirus varían de acuerdo a la gravedad de la enfermedad: desde reclusión en la propia vivienda o en lugares especialmente adaptados como hoteles o centros de aislamiento, hasta internaciones en hospitales o clínicas. Por eso, también las casas particulares son factor de atención en cuanto al manejo y disposición del residuo.
El área ambiental provincial diseño rápidamente un protocolo, disponible en su web, que implica la utilización de tres bolsas: en la primera se coloca el residuo de la persona contagiada. Esa bolsa va adentro de una segunda en la que también se deposita el residuo de la persona que realiza los cuidados (guantes, mascarillas, etc.) Luego se coloca todo en una tercera bolsa y se guarda durante 72 horas para, recién ahí, sacarlo a la calle.
Suarez cuenta que “el mecanismo fue ideado contemplando estudios globales que coinciden en que luego de ese período de tiempo la carga viral es prácticamente inexistente”.
Además, entre las recomendaciones para la limpieza y manipulación de ropa de pacientes probables y confirmados de COVID-19 se especifica que se debe “evitar sacudirla o transportarla en contacto con el cuerpo; lavar las prendas con agua lo más cálida posible; y, de ser posible, tender la ropa al sol ya que los rayos UV contribuyen al control del virus”.
Reciclado
El contexto de la pandemia hizo que OPDS insistiera sobre la importancia de las prácticas de reciclaje y recuperación, “en tanto separar los residuos o compostarlos en el propio domicilio favorece a la higiene urbana”, recuerda el Director.
Sin embargo, advierte, “hay situaciones particulares de la recuperación que vimos que no eran favorables, como trabajar con basura cruda, por ejemplo en una planta de clasificación”.
La experiencia en el parque de reciclado del CEAMSE, por sus dimensiones, puede servir como caso testigo para la actividad en todo el territorio nacional. Allí, la empresa estatal y el equipo de la Facultad de Ciencias Sociales que integra Suarez diseñan protocolos específicos para cuando se habilite el retorno a la actividad. Entre otras medidas, solo se podrá recibir material limpio y seco.
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“Es en un momento difícil para la apertura porque estamos en plena escalada, pero es una muy buena oportunidad para empezar a trabajar con residuo separado en origen, tanto sea de grandes generadores como de municipios”, resalta el especialista.
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Ambientales
Si bien el agua no es un agente de transmisión -salvo en casos de contacto inmediato como el que pueden representar dos personas bebiendo de un mismo vaso-, otras áreas del organismo realizaron estudios para determinar la presencia de material genético SARS-COV-2 en líquidos cloacales y en el aire, que se analizan en la Universidad de Quilmes. La concentración del virus se relaciona con el crecimiento de la curva de contagios y facilita la detección temprana en personas asintomáticas.
Mientras las protestas televisadas contra la cuarentena y los embates de la oposición contra la estrategia oficial ocupan el prime time, por debajo se corren otras carreras para evitar el colapso del sistema y ralentizar la propagación del contagio, que ratifican la importancia del Estado como principal agente de cuidado social.
Foto principal: Web empresa Veolia