Redacción Canal Abierto | “Es difícil despedir un amigo con el que compartiste tantas cosas”, asegura en esta entrevista con Canal Abierto el director técnico y ex futbolista Abelardo Carabelli, quien llegó a compartir diez años de canchas y vestuarios junto a Diego Armando Maradona.
“El Maradona que conozco es el que abrazaba con sus amigos, el pibe con el que me crié y jugué desde los 11 o 12 hasta los 20 años”, recuerda quien arrancó su carrera en las infantiles de Argentinos Juniors, un equipo integrado por pibes a los que se denominaba «Cebollitas». “En aquel tiempo se quedaba a dormir en casa para evitar tener que volver tarde hasta Fiorito”.
“Cuando eramos “Cebollitas” íbamos de alcanzapelotas en los partidos de primera de Argentinos, y en un partido contra Boca -en el entretiempo- Diego se puso a hacer jueguitos: ¿podés creer que la hinchada de Boca coreaba ´!que se quede, que se quede!´?”, cuenta entre risas el lateral derecho, hoy director técnico. “Ya en ese momento llamaba la atención”.
En los próximos años, Abelardo y “Pelusa” transitarían las inferiores juntos: primero en la novena y octava división del club de la Paternal, y luego derecho a la quinta, sin escalas. “Un día hizo un partidazo con un gol contra Racing, y en la tribuna estaba Juan Carlos Montes (el director técnico que lo hizo debutar profesionalmente) que se lo llevó a primera. Más tarde compartimos equipo la primera del “Bicho” (Argentinos) y el Mundial Juvenil de 1979 en Japón, y después del campañón de 1980 en Argentinos, él se va a Boca y yo a Talleres de Córdoba”, relata. “¿Podes creer que el primer partido del torneo terminó siendo Boca contra Talleres? Fue rarísimo jugar enfrentados después de tantos años juntos. Me acuerdo que venía por mi punta y me volvió loco, al punto en que en medio del partido le dije: “Diego, andá a jugar al otro lado”.
El jugador
En el plano estrictamente deportivo, la primera imágen que le viene a Abel a la cabeza es un gesto futbolístico que -asegura- “le salía de maravillas”, y que como lateral debe haber sufrido en carne propia: “cuando desbordaba, no importaba si el defensor o el lateral lo tenía apretado contra la raya o lo bloqueaba a los empujones, siempre lograba tirar el centro y la pelota te pasaba a la altura de la cintura. Me acuerdo que nos quedábamos después del entrenamiento para practicar y yo le pedía consejos. `Vos dale así´, me decía con total naturalidad. Pero a mí no me salía igual, y eso que yo no era malo técnicamente. Él era mágico, qué queres que te diga”.
El guerrero
“Preguntale a cualquiera que haya jugado en su equipo: estabas esperando que le pegaran una patada, pero no para que lo lastimen. Vos sabías que si le pegaban, se enojaba y jugaba más, iba al frente y te morfaba la cancha. Imagino que esa rebeldía la debe haber sacado de jugar en el campito de Fiorito, con los pibes más grandes. Porque el Diego no le tenía miedo a nada, era un líder”
“Si jugabas con él, que nadie te fuera a tocar porque inmediatamente saltaba a defenderte, no le importaba nada”
El ser humano
“Después de entrenar, a veces se quedaba leyendo montones de cartas que le mandaban. Me acuerdo que un día una mujer del interior le pedía que la ayude a comprar una casa, porque estaba en la calle y no tenía nada. `Abel, ¿qué le tengo que contestar a esta señora?´, me decía. Diego era tan solidario, tenía un corazón tan grande, que si no se armaba una coraza la iba a pasar mal”
“En 1980, fuimos a Brasil a jugar un amistoso y con el premio, la mayoría fue a comprar un televisor para llevarse a casa. Galindez, el utilero de Argentinos Juniors que después también estuvo en la selección, estaba triste porque no cobraba premio y no podía comprar un televisor para su familia. Al otro día cayó Diego con la tele para Galindez. Ese es el Diego que yo guardo, el Diego con un corazón enorme, el que daba lo que no tenía”
El ícono
“Diego representa lo que somos los argentinos: en el Mundial de 1986, cuando hace el gol con la mano y esa jugada extraordinaria, fue Diablo y Dios al mismo tiempo. Yo siempre elijo al segundo”
“Diego es futbol, potrero y barrio, un amigo solidario, es todo lo que tenemos adentro. Se ha equivocado como vos, como yo, como todos. El tema es que un error mío pasa desapercibido porque no me conoce nadie”
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