Redacción Canal Abierto | Un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, según sus siglas en inglés) reveló que 2019 y 2020 se han caracterizado por una actividad incendiaria excepcional en términos de severidad y emisiones, con olas de calor nunca antes registradas.
Lo que va de este año no parece ir en un sentido inverso: hace tan sólo unos meses, múltiples focos arrasaban con media Córdoba, las islas del Delta del Paraná y miles de hectáreas patagónicas; semanas atrás veíamos con estupor escenas similares, esta vez en distintos territorios de Europa oriental.
En lo que pareciera ser el reverso de la moneda, sólo en julio de 2021 el mundo observó cómo las lluvias extremas se convertían en inundaciones que arrasaron poblados enteros en Alemania y Países Bajos, o corrimientos de tierras en Asia.
A esta altura, especialistas e investigadores no dudan en trazar una relación causal entre estos fenómenos abruptos –o incluso el surgimiento de virus de origen zoonótico, como todo indica sería el Covid 19– con el cambio climático, una emergencia mundial que va más allá de las fronteras nacionales. De hecho, los expertos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) calculan que la temperatura global es 1,1 grados más alta ahora que en la era preindustrial (1850-1900), y que la actividad humana ha sido la principal causa de dicha suba.
“Es un momento de inflexión, estamos atravesando un colapso ecológico y sanitario y no sobra tiempo, la sociedad tiene que tomar un destino”, asegura Enrique Viale, uno de los fundadores de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.
En esta entrevista con Canal Abierto, el militante ambientalista y conductor del ciclo radial “Permitido Pisar el Pasto» -por Futurock, los sábados de 16 a 18 hs- cuenta por qué es necesario que el Congreso apruebe la Ley de Humedales, qué intereses se le oponen y cuál es el debate de fondo sobre Nordelta y los carpinchos. “En el AMBA hay una dictadura de la especulación inmobiliaria, un negociado multimillonario para unos pocos”, afirma.
Además, Javier Milei y sus afirmaciones negacionistas del cambio climático y el debate en torno al modelo sojero y el nuevo trigo trasngénico: ¿cómo conciliar el cuidado del medioambiente y la salud con el desarrollo económico?
Si bien es cierto que la agenda ambiental debiera interpelar a todos por igual, es en los jóvenes donde pareciera resonar cada con más fuerza…
-En “El colapso ecológico ya llegó: Una brújula para salir del (mal)desarrollo”, junto a Maristella (Svampa) trabajamos cómo en el mundo –sobre todo a partir de la figura de Greta Thunberg– ha irrumpido la temática entre jóvenes, niños y niñas. Argentina no es una excepción, y es algo que le dio una vuelta de tuerca a un movimiento ambientalista que venía muy endogámico. Es interesantísimo y muy potente.
¿A qué atribuís esta identificación e involucramiento?
-Se da en un marco por demás alarmante. El último informe del IPCC plantea una situación que nos obliga a tomar acciones muy concretas. No solo los países del sur global -como es Argentina-, sino en particular los del norte para dejar de emitir gases de efecto invernadero y evitar que el efecto invernadero se profundice.
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Lo que buscan estos jóvenes es cambiar ese futuro distópico por uno utópico. Esto es importante porque en la distopía la salida es siempre individual: lo vemos en series y películas, o con los grandes millonarios que parecieran decirnos `nos vamos a tomar una nave especial o armar un búnker en una isla´. En cambio, con la utopía la salida siempre es solidaria.
En concreto, el objetivo es luchar por una justicia ambiental que cambie ese futuro distópico e individual que se nos presenta, por uno utópico y colectivo.
Abordar el problema desde lo político, ¿no?
-Absolutamente. El mundo está lleno de anti política, sobre todo en derechas y ultraderechas como las que representan Donaldo Trump, Bolsonaro o Javier Milei. También en el ambientalismo hay quienes plantean que las leyes no sirven o que todos las miradas de la política son lo mismo.
¿Por qué todavía no tenemos una Ley de Humedales?
-Es un proyecto con un largo derrotero, de más de 10 años.
Pese a no ser una iniciativa restrictiva sino reguladora, es una de las que más lobbys enfrenta. Por ejemplo, la Ley de Glaciares enfrentó el lobby de la minería y la Ley de Bosques el del agronegocio. La Ley de Humedales enfrenta las presiones de la minería -por ejemplo, los salares de litio son humedales de altura-, el agronegocio -fundamentalmente, el sector ganadero en el Delta del Paraná y la ampliación de la frontera sojera- y el de la especulación inmobiliaria.
En concreto, este último lobby poderoso -hoy tan en boga gracias a los carpinchos- incluye a todos esos emprendimientos que destruyen humedales para luego vender terrenos o propiedades como si fueran una vuelta a la naturaleza. No todo el mundo lo sabe, pero cuando mirás cómo se construye un country ves meses y meses de camiones con tierras para elevar el terreno y quitar las características del humedal.
Eso es lo que parece podría suceder en los terrenos de IRSA en Costanera Sur, ¿qué consecuencias tendría?
–La principal característica de un humedal es ser una especie de esponja natural. Es un auto regulador hídrico, por eso es tan esencial para afrontar las consecuencias del cambio climático: si llueve mucho, chupa el agua; y si falta, sirve como reservorio de humedad.
No estamos hablando de una especulación, sino de un hecho: cuando cae mucho agua, los barrios más humildes que circundan a los countrys se inundan.
Si la relación y el impacto es tan claro, ¿por qué Ciudad y provincia de Buenos Aires continúan habilitando estos countrys o mega torre de lujo?
–En el AMBA hay una dictadura de la especulación inmobiliaria, un negociado multimillonario para unos pocos. Corporaciones como IRSA, Consultatio, Constantini y otros pocos planifican el ordenamiento territorial únicamente en base a sus interese. Para tomar noción del poder en juego, todas las propiedades de IRSA equivalen a un barrio entero de la Ciudad de Buenos Aires. No es casual que el mismo holding sea uno de los mayores terratenientes sojeros de la Argentina.
Nosotros decíamos que la Legislatura porteña se había convertido en una escribanía, pero nos escribieron los escribanos para aclararnos que ellos controlan la legalidad del acto. Por eso ahora decimos que es menos que eso, es una secretaría de lo que demanda la especulación.
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Es muy preocupante, porque en muchos casos estamos hablando de daños irreversibles. Otro tema es el costo que vamos a tener que pagar todos con cada vez más infraestructura pública.
Por momentos pareciera que los porteños no nos damos cuenta del extractivismo urbano del que somos víctimas. Costa Salguero o Costanera Sur vendría a ser nuestra mina a cielo abierto, y es algo que tenemos que confrontar.
Es evidente el vínculo que existe entre la gestión de Horacio Rodríguez Larreta y estos grupos…
–Los lazos son evidentes. Hasta hace muy poco tiempo, el hermano del Jefe de Gobierno era uno de los CEOs más importantes de IRSA. Es un grupo empresario muy importante que asusta y presiona a sectores políticos, medios de comunicación. Esto lo podemos decir acá porque Canal Abierto es un medio independiente, pero IRSA -a través de sus shoppings y hoteles- tiene pauta en todos los medios.
Si hablas de Monsanto o Barrick Gold, hay una idea de quiénes son. Con IRSA hay mucha gente que no tiene ni la menor idea, o incluso lo asocia a cosas agradables.
Se acaban de cumplir 25 años de la aprobación de la soja transgénica en Argentina y cada vez son más las denuncias y reclamos por los efectos sociales y ambientales del uso de agrotóxicos. En vez de reveer el modelo, ahora vamos por el trigo transgénico…
–En 1996, cuando se aprobó de un día para otro y con un expediente en inglés que había aportado la propia Monsanto, no nos dimos cuenta del cambio social y económico que iba a representar. La soja transgénica reconfiguró el territorio argentino. Algunos podrán decir que fue positivo por el ingreso de divisas, pero lo cierto es que hoy tenemos un 60% de los pibes y pibas por debajo de la línea de pobreza.
Fueron décadas con commodities a precios altísimos, durante las cuales no pudimos revertir la primarización de la economía, dando lugar a que grandes corporaciones se vuelvan actores sumamente poderosos.
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Tampoco caemos en cuenta que en lugares como Europa hay un fuerte debate sobre el uso de agrotóxicos y la posibilidad de dejar de comprarnos soja, algo que nos va a dejar patas para arriba aún cuando China siga comprando. Es muy parecido a lo que pasa con Vaca Muerta: el mundo está intentando no depender de los hidrocarburos y nosotros apostamos nuestras fichas a la explotación del yacimiento en Neuquén. Con el trigo transgénico pasa lo mismo: qué implica y cuáles son sus consecuencias.
¿Es falsa la dicotomía ambientalismo o desarrollo económico?
-No nos comamos ese verso, no es una cosa o la otra. Y mucho menos en el sur global, cuya historia es de saqueo y territorio de sacrificio para el sobre consumo del norte. Es ese neo colonialismo que discutimos desde el socio ambientalismo.
En definitiva, en Argentina el agronegocio, el fracking o la mega minería se llevan a cabo casi sin ningún tipo de limitación, y el resultado es este. Háganse cargo, porque lo único que falta es que quieran hecharle la culpa del deterioro social a los grupos ambientales que lograron regulaciones menores.
Como asesor de Pino Solanas en el Congreso debes haber visto cómo actúan y operan los grandes lobbys…
-En 2016 Pino estaba obsesionado con sacar la Ley de Humedales. En ese momento, y hoy tampoco, nadie te va a decir `no quiero una ley de humedales´. Operan de otras maneras, dilatando la cuestión y cajoneando proyectos. Paradójicamente, quien presidía la comisión de Agricultura y ponía trabas para que avanzar era Alfredo de Angelis, un senador que se había hecho conocido durante una pelea ambiental, la de los entrerianos contra las pasteras.
Los lobbys muchas veces actúan enviando falsa información a través de organizaciones o periodistas. Por ejemplo, a los diputados de Corrientes los corrían con que si se aprobaba la Ley de Humedales, la mitad de la provincia no iba a poder producir nada. Incluso un legislador con buena, decía `esperá, ¿qué pasa con esto Quique?´. Con la Ley de Glaciares pasó algo similar: amenazaban que no iba a poder haber ninguna industria en Tierra del Fuego, algo totalmente falso. A raiz de tantas desmentidas, al poco tiempo publicamos el libro “15 mitos y realidades de la minería transnacional: guía para desmontar el imaginario pro minero”.
Entrevistador: Diego Leonoff (@leonoffdiego)