Por Sergio Rodríguez Gelfenstein | Europa pareciera estar configurando una nueva política hacia América Latina y el Caribe y da la impresión de que lo está haciendo desde dos puntos de vista que señalan el camino. Primero, desde la perspectiva de España, a quien le dan sacrosanta razón en una supuesta relación privilegiada con la región y, en segundo lugar, la están construyendo desde una ideología de ultra derecha y fascista que retoma viejos conceptos superados por el tiempo y la modernidad y por la creación y avance de países libres que se desprendieron de las monarquías europeas, más allá del derrotero que hayan seguido en los últimos dos siglos.
Es sabido que las oligarquías, que emergieron de la implantación por la fuerza del sistema colonial a partir de la represión, la violencia y el genocidio de millones de habitantes originarios de estas tierras, hubieran preferido seguir sujetas a las metrópolis. Pero, también es cierto que a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX una pléyade de hombres y mujeres se levantaron y lucharon por emancipar e independizar las naciones que habían surgido del pasado colonial. No obstante ello, una vez obtenida la independencia, estas oligarquías se apropiaron de los nuevos Estados para imponer modelos neocoloniales que con el paso del tiempo derivaron en la supremacía y el control de Estados Unidos sobre la región, lo cual también fue bien recibido por estas élites entreguistas y subordinadas.
Los avances de los últimos años (más allá de los vaivenes electorales que impone la democracia representativa) signados por las luchas de los pueblos para generar gobiernos autónomos, defensores de la soberanía y de la integridad territorial y que reivindican su auto determinación política, económica y social, han dado un campanazo de alerta en la vieja Europa y, particularmente, en España, cuyas élites –independientemente de su orientación política- se han propuesto recuperar de cualquier forma el espacio perdido.
Esto es lo que se desprende de la Proposición No de Ley (PLN) presentada por los diputados del partido franquista VOX ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados de España, el pasado 26 de octubre. Este instrumento se puso a debate en dicha Comisión, después de lo cual se debe votar y aunque no tiene consecuencia formal alguna, posiciona a los partidos políticos sobre el tema. En este caso, VOX, obliga a los demás grupos parlamentarios a manifestarse en un asunto que se relaciona con una supuesta identidad del reino Borbón y busca que la ultra derecha sea quién fije la política del Estado español hacia América Latina y el Caribe, aprovechando la actitud pusilánime y torticera del gobierno de Pedro Sánchez en esta materia.
En esta ocasión, en la exposición de motivos del documento en cuestión, el partido fascista expone lo que pretenden ser definiciones acerca del orden internacional partiendo de la base de que el actual -que ha emergido del triunfo de Occidente y que caracteriza como liberal- está en crisis. Utilizando a Henry Kissinger como paradigma de la contradictoria condición de un mundo que simultáneamente se fragmenta y se integra, llegan junto a él a la conclusión de que el sistema internacional será multipolar y que Europa no jugará un papel relevante en el mismo.
Hasta ahí, se podría coincidir en el análisis, sólo que el mismo es utilizado para afirmar que: “Iberoamérica es uno de los escenarios principales de la competencia global entre Estados Unidos y China” para –a continuación- lanzarse en una larga diatriba sobre la presencia de China en América Latina en lo que caracterizan como “inquietante factor geopolítico en la región”.
En la misma dinámica de análisis del sistema multipolar, valora muy positivamente el Tratado AUKUS, que margina a Europa de cualquier protagonismo en el combate de Occidente contra China catalogando el papel del Viejo Continente como irrelevante a partir de la consideración del despojo impune del que fue objeto Francia de un importante negocio ya concretado para la fabricación de submarinos.
En un segundo considerando, el documento pasa a hacer edulcorantes loas a la política británica como principal aliado de Estados Unidos en el continente, fundamentado en el “acontecimiento político más trascendental del Reino Unido en lo que va de siglo, que es su salida de la Unión Europea”. Según el documento, el posicionamiento de Gran Bretaña le permite “reivindicar su condición de potencia”. Es evidente que la ultra derecha está apostando a la fragmentación de Europa a partir de un discurso nacionalista y xenófobo propio del fascismo.
Sin embargo, toda esta extendida invectiva a favor del Reino Unido es instrumento para “demostrar” que en gran medida, esa condición de potencia viene dada por haber creado el Commonwealth al que denomina “familia de naciones” lo cual le permite tener una presencia efectiva en todo el planeta y, por ejemplo, ser un actor de primer orden en la gestación del Tratado Aukus, con Australia, otrora colonia británica a la que valora en el mismo nivel que Canadá, Nueva Zelanda y Sudáfrica.
Toda esta argumentación, sólo sirve de sustento a la real propuesta que se quiere hacer, cual es recuperar el concepto de Iberoamérica y transformarlo en eje de la política exterior española hacia Nuestra América como lo proclama el artículo 56.1 de la Constitución de la monarquía española y lo confirma la “Estrategia de Acción Política de España” a partir de una supuesta conjunción de valores, intereses y prioridades. Vale decir que esta estrategia se propone “capitalizar sus vínculos históricos, humanos, económicos, políticos y de solidaridad con todos los países latinoamericanos para reforzar su presencia y contribuir activamente al desarrollo de la región”. Es decir recolonizar nuestros países con otros instrumentos y por otras vías.
Para lograrlo se proponen hacer renacer las Conferencias Iberoamericanas a través de las reuniones Cumbres y las reuniones de Ministros de Relaciones Exteriores. La ultra derecha española se queja de la inoperancia de esos mecanismos en materia de una cooperación que esté a la altura de la presencia económica y comercial europea y española en la región. Curiosamente, se lamenta que no se contemple “la cooperación en materia de seguridad y defensa, lo cual prácticamente las despoja de cualquier relevancia geoestratégica”.
Todo esto los lleva a concluir que ello ocurre por falta de conciencia colectiva sobre lo que es la Hispanidad destacando que su país no ha sido capaz de luchar contra la “leyenda negra” que ha difundido un discurso encaminado a “socavar nuestros vínculos con esos países hermanos en beneficio propio”. Lo dicen, como si España no hubiera querido establecer esas relaciones con el mismo objetivo. A continuación, refuta el uso del concepto “América Latina” incluso en la propia documentación oficial española, todo lo cual es resultado de intereses partidistas internos en el manejo de los vínculos con la región, según el libelo elaborado por VOX.
Los fascistas españoles acusan de esta situación a personalidades y autoridades latinoamericanas que, según ellos, han renegado de la herencia española y la construcción de un “infame discurso de repudio de la obra de España” caracterizado por “derribos de estatuas de descubridores, conquistadores y evangelizadores españoles, supresión de la festividad del 12 de Octubre, o disparatadas evocaciones indigenistas, [que configuran] varios de los sucesos que han jalonado esta inadmisible tendencia”.
Pero, lo que más resienten es: “la corriente de expansión de regímenes de modelo´bolivariano`, modelo incompatible con una Iberoamérica que marche por la senda del progreso”, asimismo es evidente la irritación por lo que denomina el potencial dominio político que emerge de la creciente presencia en la región de China, a la que califica como “potencia tiranizada por un partido único comunista”.
Concluyen proponiendo fomentar la hispanidad, constituir una asociación con sus aliados en América, impulsar un plan de cooperación con la llamada “Iberoamérica” y retornar a la celebración de las Cumbres Iberoamericanas.
Ante este nuevo intento colonial en el siglo XXI sería importante decir algunas cosas:
1. Es un total absurdo y una aberración histórica intentar establecer un paralelo entre la colonización ibérica de la América meridional y la de los países del norte de Europa en la zona septentrional. Aunque todos se igualaron en cuanto a la barbarie, el crimen, el genocidio de los pueblos originarios y la implantación de la esclavitud, los españoles y portugueses llegados a América eran aventureros, asesinos, criminales y presidiarios que viajaron a estas tierras solo por el hambre de obtener riquezas. Eran en su aplastante mayoría hombres que hicieron de la violación de las mujeres una diversión basada en la fuerza. No hicieron aportes ni a la economía, ni a la sociedad ni al Estado. Además eran católicos en tiempos de la salvaje Santa Inquisición.
Cuando más de 100 años después los colonizadores europeos (principalmente ingleses, escoceses, holandeses y franceses) arribaron con sus familias, configuraron sociedades más estables. En Europa se vivían los prolegómenos del mercantilismo por lo que instituciones como la banca, el mercado y las aduanas fueron estructurando las bases de construcción de Estados sólidos institucionalmente que echaron las bases de un modelo capitalista avanzado para la época en comparación con un feudalismo retrógrado que paralizaba el desarrollo de las fuerzas productivas y que fue el implementado por España y Portugal en el sur del continente.
Aunque después de la independencia, Estados Unidos y Gran Bretaña sostuvieron una guerra entre 1812 y 1814, a partir de ahí, se establecieron armoniosas relaciones que jamás existieron entre España y sus ex colonias al punto de que a mediados del siglo XIX todavía España no reconocía a las nuevas repúblicas surgidas de las guerras de independencia. En esa medida, no hay hispanidad que fomentar, porque en general España hizo muy poco por los pueblos de América.
2. Si bien es cierto que la propuesta integracionista de Bolívar apuntaba a la creación de una unión de “repúblicas americanas antes españolas”, no lo hizo por apego a una identidad de la que recelaba sino porque de esa manera generaba una identidad propia de la que excluía a Estados Unidos, por las ambiciones imperialistas que ya asomaban, y a Brasil, que aún era una monarquía, régimen que Bolívar despreciaba al máximo. España fue derrotada militarmente de forma definitiva en la América meridional en 1824 después de una brutal guerra que duró una década y media y tras más de 330 años de salvaje colonialismo cuya mayor obra es el genocidio y el pillaje. Difícilmente se puede hablar de “herencia española” y obra de España en América como algo positivo.
3. Más recientemente, algunos de los líderes españoles se han transformado en verdaderos hampones al servicio del capital. Recuerdo cuando trabajaba como Director de Relaciones Internacionales de la Presidencia de Venezuela, el ex presidente español Felipe González solicitó entrevistarse con el Comandante Chávez, pero pidió ser recibido de noche y por la puerta de atrás (literalmente). Venía de parte del millonario mexicano Carlos Slim a hacer una oferta por la compañía de teléfonos de Venezuela, en proceso de recuperación por el Estado. Chávez rechazó la propuesta y el mensajero se transformó en acérrimo enemigo de los venezolanos, con excepción de algunos delincuentes como él, nacidos en este país pero que habitan el suyo. Tampoco hay una herencia ni una obra de la que alguien podría enorgullecerse en tiempos presentes.
4. La Constitución de Venezuela de 1999, en su artículo 153, sigue mencionando a Iberoamérica como región con la que se privilegiarán las relaciones. Aunque Iberoamérica no incluye a España, tal artículo entraña una contradicción porque en el mismo –en una de sus partes- dice: que “La República promoverá y favorecerá la integración latinoamericana y caribeña”, lo cual es una incongruencia con lo anterior. Seguramente, esa palabra fue introducida subrepticiamente por Miquilena y sus adláteres, tal como lo denunció el propio Comandante Chávez el 10 de enero de 2007 en el Acto de Juramentación ante la Asamblea Nacional para el período 2007-2013. Hubo quienes en su momento, detectamos y denunciamos esa aberración, pero no fuimos escuchados.
En general, nuestro modelo económico, político y social, por ventura, dista mucho de lo deseado por la ultra derecha fascista, entre otras cosas porque nosotros elegimos a nuestro Jefe de Estado cada 6 años, cosa que los españoles nunca han podido hacer, excepto en los cortos periodos republicanos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein. Twitter: @sergioro0701
Foto principal: Santiago Abascal, lider de VOX / Crédito: Jesús Hellín, Europa Press