Redacción Canal Abierto | “Una semilla genéticamente modificada es aquella a la que, en el marco del laboratorio, le rompieron su cadena de ADN para insertarle una característica particular, deseada por quien está investigando y financiando esa investigación”. Así explica Carla Poth, investigadora y docente de la Universidad General Sarmiento y la Universidad de Luján, autora del libro Agricultura, Ciencia y Poder, el proceso que hoy prima en el modelo productivo de alimentos.
Actualmente, la mayoría de las semillas genéticamente modificadas tienen una relación directa con el uso de los agrotóxicos. La gran mayoría de ellas tienden a ser modificadas para tener tolerancia al glifosato, al glufosinato de amonio y a otro tipo de productos químicos que se usan en la agricultura o que son resistentes a diversas plagas o a alguna enfermedad, o incluso también a situaciones de estrés climático, como por ejemplo las sequías o las inundaciones.
En este sentido, Poth navegó por las distintas instancias que fueron pasando para llegar a este momento.
Regulación y mercado
-La regulación de semillas genéticamente modificadas en Argentina tiene como antecedente la conformación de la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria en el año 1991. A partir de ese momento, ese organismo que se constituye con integrantes del sector público con representantes de las cámaras empresariales que en ese momento empezaron a exigir la existencia de estos marcos regulatorios que de alguna manera den garantías a su producción con semillas genéticamente modificadas y con investigadores de universidades y laboratorios empezaron a generar los marcos regulatorios para liberar las semillas.
En 1996 se introduce la primera semilla genéticamente modificada en el país, que es la soja RR que era en ese momento de Monsanto –hoy Bayer Monsanto- y a partir de ahí la CONABIA continuó generando distintos marcos regulatorios, pero siempre con un carácter de secretismo muy grande.
En la Argentina de 1996 se producían más o menos 4 millones de hectáreas de soja convencional. Para el 97, un año después de inserta la soja genéticamente modificada pasamos a 14 millones de hectáreas de soja. Hubo una explosión de esta soja asociada al glifosato. Además, ambos productos en ese momento todavía eran muy baratos, lo cual también favorecía a que los productores sintieran la necesidad de incorporarla su producción. Hoy estamos hablando de que la Argentina tiene aprobados más de 60 semillas genéticamente modificadas y gran parte de ellas han sido aprobadas bajo esta lógica bastante poco clara.
Estado
-Es necesario pensar el Estado, mercado y ciencia como una triangulación que no se puede pensar bajo ningún concepto por separado. En primera instancia porque estamos hablando de un modelo de producción que dice ser un modelo de producción de alimentos cuando en los hechos, el modelo está pensado para la producción de ganancias y de hecho, luego de casi 40 años de implementación del modelo, podríamos efectivamente decir que lo que no está haciendo es alimentar al mundo.
Se nos vendió la panacea de las biotecnologías diciendo que iban a venir a alimentar al mundo, y hoy estamos hablando de un mundo con un enorme porcentaje de desnutrición, y ni hablar de los porcentajes de malnutrición. Entonces de lo que estamos hablando en realidad es de un modelo que está pensado para la producción de ganancias, que en ese contexto se producen granos –para la valorización financiera. Que comemos cosas del campo, puede ser. Ahora, que eso nos alimente también es una pregunta que nos tenemos que hacer. ¿Son alimentos o simplemente son cosas que nos están llenando la panza?
Necesitamos empezar a hablar de soberanía alimentaria y claramente el modelo que sostiene no tiene nada que ver con la soberanía alimentaria.
Estado y soberanía alimentaria
-Por parte del Estado está una crítica a este doble discurso que siempre usan respecto de la democracia y de la participación pública. Si hay algo que ha demostrado es que nunca se consultó cómo se quería producir en el campo. Es un modelo absolutamente opaco, enormemente antidemocrático, y cuando digo que no se preguntó, no solo no se preguntó a quienes hoy son los grandes damnificados del modelo que son quienes están enfermando y muriendo en el campo, ni siquiera se le preguntó a los productores agropecuarios, porque de hecho ellos mismos dijeron cuando yo entrevistaba a gente de la Comisión, que prescindieron de consultarle a la Sociedad Rural Argentina y a la Federación Agraria porque todavía no entendían lo que eran las biotecnologías.
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Ciencia
–La ciencia fue central para el desarrollo tanto de la política de Estado como -y lo podemos ver ahora con el trigo HB4 -el desarrollo del mercado. La ciencia tiene una función activa en el desarrollo de esas mercancías que son las biotecnologías y en el desarrollo de la política pública, ni hablar en la construcción del discurso público de las biotecnologías. Su rol es fundamental.
Entrevista: Juan Alaimes