Redacción Canal Abierto | Ramiro Parodi es licenciado en Comunicación Social, investigador en el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo de la Universidad Nacional de San Martín, (LEDA-UNSAM) y del Instituto de Investigaciones Gino Germani (FSOC – UBA). En esta entrevista con Canal Abierto, el especialista alerta sobe el aumento de agresiones y mensajes que promueven violencia en redes sociales, en medios de comunicación y en actores importantes de la discusión pública. Por otra parte, hace foco en la realidad social nacional que dio marco al intento de asesinato de Cristina Fernández sobre lo que asegura: “lo de Sabag Montiel no nos sorprendió”
“Los límites de ese pacto democrático evidentemente se están tensionando y sin lugar a dudas se van a seguir tensionando si quienes tienen responsabilidad pública y política dejan hacer. El dejar de hacer es una actitud que va muy de la mano con el autoritarismo”, analiza.
¿Que son los discursos de odio y cómo funcionan?
-Nosotros venimos trabajando hace varios años sobre tendencias autoritarias, giro a la derecha, nuevos punitivismos, etc., en los últimos dos años. En el marco del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo de la UNSAM empezamos a trabajar estrictamente con la categoría de Discursos de odio que veíamos que tenía cierta capacidad de escucha a nivel internacional y nacional también. En ese marco empezamos a analizar desde distintas metodologías encuestas, grupos focales, rastrillaje en redes sociales y entrevistas mano a mano la circulación de nuevos autoritarismos, de punitivismo, de discursos xenófobos no sólo en el discurso público sino también en las redes sociales.
Una pequeña cuestión importante en torno a los discursos de odio me parece que es intentar situar su condición histórica. Por eso le decimos discursos y no pronunciaciones, exclamaciones o frases de odio. Entonces lo que trata de hacer esta categoría de discurso es no enfrascarse solamente en el presente sino dar cuenta de esto que llamamos discurso de odio hoy tiene una temporalidad más extensa y que siempre que se trabaja con estos temas es necesario tener en cuenta. De ese modo evitamos poner los discursos de odio solamente en algunas personas, solamente algunas excepciones, en algunos grupos y ver bien sus condiciones de producción en términos extensos
¿Cuál es el rol de las redes sociales y la aparición de nuevas generaciones nacidas y criadas en democracia con la ruptura de ciertos códigos de convivencia política establecidos a partir de 1983?
-Por un lado hay que mencionar que la reconstrucción de todas esas condiciones que hacen posible que los discursos de odio circulen con mayor frecuencia en este momento, es una tarea colectiva que nos tenemos que dar todos como sociedad. Yo creo que están empezando a circular algunas notas interesantes que se alejan un poco del presentismo e intentan buscar en una temporalidad un poquito más extensa. Por el otro lo que sí estudiamos y tenemos relativamente comprobado desde el laboratorio es el efecto de la pandemia por decirlo de alguna forma. Es el efecto de la pandemia combinado con una crisis social y económica de los últimos años que viene creciendo: vienen creciendo los índices de pobreza, las condiciones de precariedad y el pluriempleo. Una persona puede tener mucho dinero y de todas formas estar arrasada por la precariedad de la vida del pluriempleo, de las 16 horas de trabajo. Ese es el caldo de cultivo si se quiere en gran medida lo que nosotros creemos que puede llegar a habilitar a los discursos de odio. Porque los discursos de odio cuando uno los analiza se vuelcan y responsabilizan de esa situación que puede ser de explotación, de pobreza, o ambas en muchos casos, responsabilizan a determinado objeto. Y ese objeto hemos visto en general son “los políticos”, los sindicalistas y en otro orden de cuestión de responsabilización de esa condición de crisis de pobreza los delincuentes o potenciales delincuentes.
Estos objetos de odio son si se quiere los responsables de esa pobreza y esa precariedad y entonces hay como una producción de una suerte fantasía ideológica en la que si se elimina -y esto es importante porque ahí radica la discurso de odio, porque los discursos de odio tienen sus gradientes y tienen sus variables, pero lo que sin lugar a dudas es un discurso de odio es toda mención a la incitación a la violencia- a esos objetos de odio, a esos políticos, a esos sindicalistas o a esos delincuentes la fantasía es que se reparará esa condición de pobreza y precariedad.
Entonces tenemos por un lado la coyuntura de crisis, los responsables de esa crisis y después el síntoma de todo eso es la aparición de discursos de odio como una categoría que intenta dar cuenta de los efectos de esta crisis en el discurso.
¿El inmigrante dejó de aparecer en estos grupos?
-Lamentablemente no. La xenofobia y la responsabilización a los inmigrantes como responsables de esa crisis, está. Lo que aparece, que en el 2001 esto no estaba, es el cruce con aquellos que cobran planes sociales, los “planeros”. Esa es una particularidad muy propia de los autoritarismos argentinos. El “planero” es el que gasta irresponsablemente el dinero, el que vive del Estado, el que se lleva mis impuestos, no trabaja, es vago. Es donde se acumulan todos los prejuicios, es el chivo expiatorio ideal para descargar esta condición de pobreza y precariedad que te mencionaba anteriormente. Y muchas veces digo que esta figura se cruza con el boliviano, el peruano o el paraguayo. Nosotros esto lo hemos visto, sacamos informes en nuestra página y se observa esto que había mencionado antes.
Parte de esos discursos estaban en Sabag Montiel y Brenda Uliarte
-Cuando vimos lo de Sabag Montiel no nos sorprendió el impulso al asesinato. Nosotros veíamos que había una suerte de naturalización de las armas, del significante “bala”, esto ya más propio de las redes sociales. Si uno entra las redes sociales ve un ajusticiamiento por mano propia y todos los comentarios de abajo son “bala, bala, bala”. Nosotros le dijimos “balanización”, la banalización de la muerte del otro, muy naturalizada y muy reproducida. Entonces, en un punto no nos sorprendió porque eran políticos, o sea, lo que te mencioné antes, objeto de odio político, incitación a la violencia que ya la veíamos circular y que forma la incitación a armarse y salir a meter bala. Todo eso lo veíamos circular y además todos sabemos que hay políticos que tienen este discurso y que lo dicen en medios de comunicación masivos. Eso es algo que supuestamente no estaría permitido decirse y lo dicen igual. Son una serie de variables donde claramente producen estos efectos de subjetivación como el de Sabag Montiel y su grupo. Ellos son síntomas de muchas corrientes autoritarias que existen en el país. Afortunadamente esa bala no salió porque no estaríamos hablando de esto, estaríamos en otra situación, con otro tipo de problemas que no podemos imaginar. Al haber quedado esa bala adentro, se nos presenta esta gran oportunidad y por eso podemos tener estas conversaciones. Pero no habría que olvidar que tuvimos mucha suerte.
¿Existe alguna redo o matriz a nivel internacional?
-Lo que yo te puedo decir es que hay continuidades subjetivas e ideológicas entre algunas corrientes del autoritarismo, que se pueden ver en Estados Unidos y en Brasil, con el argentino. La naturalización de las armas por ejemplo, es una de ellas. También hay que tener en cuenta que en EEUU esto es muy común no ciertas teorías conspiranoides, “la teoría del gran reemplazo”.
Ahí lo que hay que ver es qué condiciones materiales se dan para que esas teorías conspiranoides muerdan y produzcan sujetos efectivamente registrables en una escena política en particular. Lo conspiranoide no era algo tan frecuente en Argentina. O si se quiere sí, pero con sus particularidades más tradicionales. Pero importar una teoría de este estilo, como Sabag Montiel que tenía tatuado el Sol Negro que es un símbolo neonazi que utilizaron otros shooters en Estados Unidos. Esa continuidad es extraña y hay que reponerla, pero evidentemente algo está pasando en el mundo donde estas situaciones de violencia están creciendo y llegando a Argentina con sus particularidades
Y cómo se entrecruzan también con otros discursos como el terraplanismo o el antivacunas…
-Yo tendería a pensar que lo que hay es una suerte de pérdida de posible horizonte de conformación de una comunidad. A partir de ahí si se produce cierta disponibilidad para creer en estos discursos anticientíficos. Que haya antivacunas en la Argentina es algo que tendría que alarmar. Somos un país con una tradición de legitimidad en la ciencia, con estadísticas sumamente valiosas a nivel internacional en comparación con otros países. Ahí volvemos al problema de la pandemia. La sensación que se produjo en ese contexto fue de privación de la libertad, que llegó en muchos casos a organizar manifestaciones como en las que había quema de barbijos. Pero no lo tomaría aisladamente. Crucémoslo con las formas en las que se dieron los imaginarios sobre la política, todo lo que sucedió sobre distintas escenas o escándalos del Gobierno y de los distintos representantes del gobierno. Eso se trabaja de forma articulada. En algún momento se decía qué hacer, si se los deja manifestar o no se los deja manifestar. Por lo mínimo habría que estudiarlos, ver que están haciendo. Y, por supuesto, tener en cuenta que ahí subyacen tendencias que van más allá de la simple libertad de expresión y de manifestaciones
Leyendo los chats entre Uliarte y su amiga se ve un progreso. Primero se cansaron de putear por twiter, luego de ir a marchas y decidieron hacer esto. ¿Fue el tope del recorrido o puede esperarse que hayan dejado un nuevo piso en esta escalada?
-Volvemos un poco a una de las primeras preguntas: los límites de ese pacto democrático. Hace algún tiempo que evidentemente esos límites se están tensionando y sin lugar a dudas se van a seguir tensionando si quienes tienen responsabilidad pública y política dejan hacer y no dicen `hasta acá´. El dejar de hacer es una actitud que va muy de la mano con el autoritarismo. El ‘yo no hago nada, yo dejo hacer’, ‘no me gusta pero no lo voy a criticar’. Entonces, si parte de quienes tienen responsabilidad pública y política están dejando hacer, bueno, están dejando que esos límites se extiendan y que ese pacto democrático se rompa cada vez más. Lo otro que me parece interesante es el recorrido que mencionabas de cómo esto va creciendo. Nosotros lo trabajamos un poco sobre la relación entre lo virtual y lo real, por decirlo de algún modo, el pasaje al acto. Por eso es importante estudiar lo que está pasando en redes sociales. Eso que está pasando en redes sociales no es algo que queda ahí, no es una forma de circulación de la palabra. Estamos en 2022, ya es momento de que asumamos que las redes sociales son netamente constitutivas del resto del espacio público. En ese sentido, si en esas redes sociales lo que está circulando son organizaciones que incitan a la violencia y buscan organizar distintos atentados, eso es un problema que hay que tener en cuenta. No es que sean hechos aislados, hay como un caldo de cultivo donde se produce la naturalización de la violencia. Nosotros vemos mucho que en redes sociales hay algo así, escuchamos mucho en los focus la frase “esto es twitter”. “Esto es twitter entonces bancátela”. Eso quiere decir que esto es twitter y que vos tenés que estar dispuesto a dejar que te humillen. Pero a su vez que si sos capaz de humillar te vas a capitalizar en esa red social. Ese es uno de los problemas de los discursos de odio que se naturaliza. No es sólo cierto cinismo que por momentos puede ser gracioso y ya, sino que lo que se naturaliza es la relación netamente violenta con el otro que produce las condiciones de su potencial exterminio.
A partir de esto se puso en agenda la expresión “discurso de odio”. ¿No hay riesgo de que haya una sobreexposición del término al punto de que pierda su significado?
-Lo que vemos inmediatamente es un uso de la excepción del término. Esta idea de pensar que sólo lo usan algunos los radicalizados, los loquitos que están en esta deep web. Bueno, lo que nosotros venimos a decir es que esto es un problema de índole nacional. Estamos todos metidos en esta bolsa. Después uno puede distinguir personas que tenderán a utilizar más o menos discursos de odio. Pero esto es un problema generalizado. Por otro lado lo que vemos es una en tendencia muy inmediatista de pensar que el discurso de odio produce inmediatamente un acto de violencia. Ahí hay que tener algunos reparos y ver qué condiciones se han se han producido para que eso efectivamente suceda.
Yo diría que a esas dos tendencias habría como que matizarlas siempre y ponerlas en su determinado contexto teniendo en cuenta justamente que las redes sociales han traído una novedad ya hace varios años, que es la proliferación de esta extensión de los límites de lo decible de un modo masivo. Por ejemplo, en pospandemia nosotros comprobamos conversando en los grupos focales que mucha gente dijo `yo no quiero ver más medios tradicionales porque los medios tradicionales me dan los números de los fallecidos y yo no quiero ver más eso´. El imaginario es que en las redes sociales no hay bajada de línea y hay libertad de expresión. Bajo esos dos imaginarios muchos usuarios están participando de redes sociales y reproduciendo muchos discursos de odio, autoritarios y violentos.
Quizás es momento también de producir cierta reflexión sobre el uso de las tecnologías y las redes sociales, sobre que esos no son espacios neutrales sino que esas reglas están puestas por empresas que están detrás y que determinan si lo que vos decís va a ser más o menos visto que lo que diga yo. Que un discurso como `nosotros o ellos´, por ejemplo, que ha circulado públicamente, pueda ser un trending topic. Quizás habría que traer a la conversación una tercera tendencia sobre cuál es el rol de las empresas que están detrás de las redes sociales, quiénes son los que configuran los algoritmos a través de los cuales se determina lo que se puede ver y lo que no se puede ver y a su vez los que están dejando circular discursos de odio porque son los que retienen a las audiencias adentro y las hacen participar cada vez más.
Entrevista: Manuel Rodríguez