Redacción Canal Abierto | La Junta Vecinal por un Ambiente Saludable de Tandil presentó los resultados alarmantes del estudio de agua de red local con distintos muestreos encargado a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP): encontraron ocho plaguicidas, herbicidas y fungicidas, varios de ellos sumamente tóxicos para el ambiente y la salud.
“Varias muestras tienen presencia de agroquímicos que superan los niveles aptos para consumo humanos y animal, según el código Alimentario de la Unión Europea”, explica en diálogo con Canal Abierto uno de los integrantes de la Junta, Juan Midey. Al igual que en este caso, las organizaciones vecinales o ambientales suelen utilizar parámetros internacionales y no los argentinos, estos últimos desactualizados respecto de las sustancias y medidas.
Las cinco muestras se recolectaron el 12 de junio de 2022 bajo los estrictos protocolos de la UNLP: “La idea era que sean tanto urbanas como rurales, las primeras en la propia ciudad, de un Vivero Agroecológico que el año pasado sufrió la deriva de agroquímicos y de la canilla pública ubicada en la plaza central, frente a la municipalidad; las segundas, de la red de agua de De la Canal, Gardey y Vera, tres poblados ubicados a 30 kilómetros de la ciudad cabecera”.
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En el municipio bonaerense está vigente una ordenanza que habilita la fumigación con agrotóxicos a solo 60 metros de las casas, 150 de escuelas rurales y 20 de cursos de agua. La norma se votó a contra mano de varios fallos judiciales, pruebas científicas y reclamos de vecinos.
“Yo vivo en Gardey y cuando aplican estos químicos, siento los efectos: primero es el olor, segundo la impotencia y en tercer lugar, las consecuencias más graves en el cuerpo”, cuenta Midey. “A los dos meses de nacida, a mi beba le salió un sarpullido en la piel al día siguiente de una fumigación que por la deriva del aire afectó la zona más urbana del pueblo”.
“No hay estudios sobre el impacto en la salud de cócteles químicos como los que encontramos, pero si se sabe que desde la instalación del modelo químico-transgénico hay un incremento en las enfermedades crónicas -problemas de tiroides, cánceres, abortos espontáneos o malformaciones, etc.- en poblados rurales”, explica Nicolás Olalla, biólogo y vecino de Lobos, otro de los pueblos bonaerenses fumigados.
Historia y presente de un sistema
El modelo agroindustrial que predomina en nuestro país es hijo de la “revolución verde”, un paradigma instalado en la década del sesenta a fuerza de semillas híbridas y transgénicas, fertilizantes sintéticos, productos químicos como herbicidas y hormonas de crecimiento.
Sin embargo, hay otro antecedente más cercano y relevante para entender qué está sucediendo en nuestro campo: la autorización del gobierno de Carlos Menem -con la firma de su secretario de Agricultura, Felipe Solá- en 1996 para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto resistente al herbicida glifosato.
En Argentina el uso de herbicidas se incrementó cerca de un 1300% desde 1991, cuando el modelo hegemónico de producción ingresó en nuestro país. Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) el uso anualizado de herbicidas, que representan el 75% de los agroquímicos utilizados, pasó de 19,7 millones de kg/l (se utiliza la expresión kg/l para indicar que pueden ser kilogramos o litros del producto) a 252,1 millones en el año 2011. Según datos oficiales de las empresas que comercializan estos productos y de fuentes del negocio agrícola, para el año 2018 se llegaron a usar 525 millones de Kg/l de herbicidas.
El promedio de agrotóxicos aplicados por hectárea para el año 1996 era de 4 kg/l; ya para el 2010 había alcanzado los 10 Kg/l por hectárea y en 2018 trepó a 15 Kg/l. En cualquier caso, hoy por hoy el promedio nacional de consumo de agroquímicos por hectáreas en Argentina es la más alta del mundo.
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Entrevista: Diego Leonoff