Redacción Canal Abierto | Raymundo es un antropólogo que investiga a El Despenador, un personaje andino cuyo oficio es terminar con la vida de las personas enfermas que no se mueren utilizando la técnica de un abrazo certero, evitando así contagiar la muerte por el aliento, una creencia arraigada en una zona de La Puna en Jujuy. Durante el viaje se involucra en celebraciones, rituales religiosos, entrevistas, y observaciones vinculadas al personaje surgiendo interrogantes de un duelo reciente no resuelto.
Esta es la sinopsis de la séptima obra cinematográfica y primera ficción de Miguel Kohan que este jueves se estrena en el Cine Gaumont.
Kohan, que además de director es médico psicoanalista, explicó a Canal Abierto cómo se encontró con esta historia, el recorrido para llegar a este estreno, y los diferentes matices emocionales que se vivieron durante el rodaje de este film en el norte argentino.
¿Cómo surgió la idea de hacer una película sobre este personaje y cómo fue su proceso?
-La idea de hacer una película sobre El Despenador surgió cuando estaba haciendo mi primera película, Salinas Grandes, y fue durante el rodaje que conversando con una de las personas del lugar me comentó la existencia de El Despenador, lo que hacía, etc. Apenas me enteré de su existencia se despertó en mí las ganas de hacer la película inmediatamente. Sentí que era algo que había que compartirlo, que debía ser contado cinematográficamente.
En su momento no sabía ni cómo ni nada. Se me prendió el bichito. Después me puse a investigar y me di cuenta que había muy poco escrito, que se hablaba poco, que la gente en Jujuy en general no sabe mucho tampoco. Eso me cautivó más. Pero lo fui cocinando de a poco, por un lado porque lo fui gestionando internamente, y por el otro era una producción importante, que fue mutando con el tiempo. Primero iba a ser una gran ficción, después por temas económicos se convirtió en otra cosa, y mutó hasta que llegó a lo que es.
El rodaje además transcurrió durante la pandemia del Covid, donde la muerte era moneda corriente.
-Eso es impresionante, porque el personaje de El Despenador descansa en una creencia local que tiene que ver con que la muerte puede ser contagiosa por el aliento y que personas desahuciadas, que tienen enfermedades de muy larga data y “no se terminan de morir” tienen que ser despenadas. Entonces El Despenador toma la decisión y si tiene que ser despenada lo hace mediante un abrazo, pero lo hace en la presunción de que si no lo hace la muerte es contagiosa.
Entonces, cuando estamos haciendo esta ficción, con este personaje, en nuestra propia cotidianidad estaba creciendo el tema del Covid, un virus que se contagia por el aliento y te podés morir. Era una línea muy delgada entre ficción y realidad en el rodaje que fue realmente muy impactante.
¿Qué te dejó el proceso de filmación?
-Me dejó aprendizaje de todo tipo, existencial, temático, geográfico, personal. Pero en especial hay algo que me dejó y que lo vengo sintiendo con mis últimas películas es que además de que uno pueda ser el autor de una obra, uno es consecuencia de la obra. Y acá pasó eso de una manera muy fuerte porque si bien es una ficción, la película tiene una extraña relación con la realidad. Hubo ceremonias y rituales, que no se ven en la película pero nos incluyeron en ellas, pudimos participar, sentirnos parte, por eso digo que somos consecuencia de la obra. Somos todos un gran colectivo. Fue muy enriquecedor.
¿Y sobre la muerte en particular?
–Existe –dice entre risas-, no es una mentira. Para mí esta película tiene que ver cómo una gestiona el tema de la muerte, cómo lo gestionan distintas culturas también, en este caso la puna. La existencia de El Despenador responde a una mirada, a una cosmovisión andina que tiene más que ver con un baluarte de la libertad que con la mirada que hay sobre la finitud en occidente. Entonces empezás a ver la muerte de otra manera, cuando te compenetrás con el mundo andino y el aire, un conector de dimensiones. Porque esto de que se contagia por el aliento no es una anécdota, porque en un lugar donde falta el aire, el aire cobra sentidos y significados muy hondos, muy ligados a la vida y al espíritu.
¿Con qué se van a encontrar los espectadores?
-Es una película que despierta interrogantes, como le pasa al protagonista, que va a hacer una investigación sobre El Despenador y termina con más preguntas que respuestas.
Se van a encontrar con muchas cosas, porque es una película que tiene muchas capas. En principio, es una road movie que tiene como protagonista a un antropólogo y que va a investigar sobre un personaje del cual se sabe muy poco y se llama El Despenador. En ese recorrido le ocurren cosas, atraviesa geografías con una atmósfera que contiene a este personaje y a él le impacta mucho desde el lado emocional, y eso a su vez lo conecta con un duelo irresuelto que él tiene. Este viaje que él hace hacia el interior de la puna en un antiguo Chevrolet de la década del 60 –que también es protagonista- se convierte en una cantidad de interrogantes tanto por lo que está investigando como lo que lo atraviesa a él afectivamente.
En la película, se encuentra con una pintada en el medio de la ruta, y que en realidad eso de verdad nos pasó, que resume todo y decía “El destino al viajar nunca es un lugar sino una nueva manera de ver las cosas”, y yo creo que esto es lo que sintetiza a la película.