Por Pablo Bassi | El resultado de los ensayos que demuestran la incidencia en la cantidad de azúcar en sangre de la hipófisis, la glándula ubicada en la base del cráneo, fue publicado por primera vez en la revista de la Sociedad Argentina de Biología en 1930, algo decisivo para conocer la diabetes. En 1947 el Instituto Karolinska otorgó al doctor argentino Bernardo Houssay el premio Nobel de Medicina por ese experimento, cuya autoría fue consignada en la revista de la Sociedad Argentina de Biología a Houssay y al doctor Alfredo Biasotti. Dicen que en el discurso que ofreció frente al rey de Suecia, Houssay agradeció la colaboración de Biasotti. Recibió un diploma, una medalla de oro y una porción de los millones de dólares legados por Alfred Nobel, ingeniero y químico sueco, inventor de la dinamita, propietario de Bofors, empresa productora de hierro y acero para la fabricación de cañones. El deseo de Nobel antes de morir fue que activistas por la paz, científicos y escritores trabajaran despreocupados de sus ingresos hasta el último día de vida.
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Alfredo Biasotti tenía 25 años cuando ingresó en 1928 al Instituto de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires. Los siete meses anteriores había residido en Nueva York, becado en un prestigioso instituto de patologías. Sus calificaciones altas en la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA lo habían lanzado a esa oportunidad laboral.
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Al momento de recibir el Nobel, Houssay era ya un destacado científico que había presidido el Instituto de Fisiología de la UBA. Lo hizo hasta 1943, año en que fue desplazado por su posición contraria a la del gobierno en la segunda guerra mundial. Meses después Houssay se expresó con feliz revancha sobre la designación del embajador norteamericano en la Argentina como encargado de su país en asuntos latinoamericanos. Ese hombre, Spruille Braden, era un activo lobista de la oposición al gobierno. Houssay no volvería a encabezar el instituto ni su cátedra –salvo por algunas semanas- hasta el derrocamiento de Juan Perón.
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Una de las tareas más importantes en el Instituto de Fisiología en 1929 era observar cómo reaccionan los perros cuando les extirpan el páncreas. Biasotti estaba abocado a esa investigación cuando el 8 de mayo de 1929 comprobó que los perros sin páncreas y, a su vez, sin hipófisis presentaban menos azúcar en sangre.
-¡No hay azúcar! –transmitió sobresaltado Biasotti a Houssay.
-Repítalo –respondió Houssay- O usó reactivos viejos o algo está mal.
Biasotti repitió los análisis con más animales y se los mostró a Houssay. “Usted es un chico de suerte”, le dijo Houssay.
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Declaró Houssay a la revista científica Evans en 1941 contar con un extremado respeto a la justicia y a los derechos ajenos:
“Una de las mayores satisfacciones que he tenido es la calidad de mis discípulos que trabajan full-time, y que dan ejemplo de amor a la ciencia y de abnegación, desinterés pecuniario, esfuerzo casi ilimitado. Además, ayudan a los demás por amor a la ciencia sin preocuparse de que su nombre figure o no”, dijo.
Houssay reconoció que Biasotti trabajaba todos los días en su laboratorio con mucha dedicación y capacidad. Lo designó Ayudante de Investigaciones rentado y encargado del área de Investigaciones en Nutrición del Instituto de Fisiología. Allí Biasotti formaría a otro futuro premio Nobel, Luís Leloir.
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Tras los resultados de su experimento, Biasotti propuso a Houssay enviar una nota a la prestigiosa revista norteamericana Science.
“No, me dijo Houssay, no se apure. Hay que andar con mucho cuidado”, declaró Biasotti en 1984 para una tesis doctoral.
“No quería que yo dejara constancia de eso, del descubrimiento. Después la suerte la explotó Houssay. Todo lo demás que se hizo, son cosas agregadas, modificadas. Pero el experimento no cambió sustancialmente: a un perro sin hipófisis, se le saca el páncreas, y no se produce diabetes”
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En 1939, diez años después del descubrimiento, ocho años antes de recibir el Nobel, Houssay desvinculó a Biasotti de la investigación.