Por Sergio Rodríguez Gelfenstein | La frase que titula este artículo no es mía, es del propio Sebastián Piñera y fue pronunciada en 2009 para “celebrar” la muerte de Mónica Madariaga, ex titular de Justicia durante la dictadura quien en una entrevista en televisión dijo que por instrucciones del “gobierno militar” y tras la intervención de José Piñera, hermano de Sebastián y ministro del Trabajo de Pinochet, había intercedido para liberarlo de su encarcelamiento por fraude e infracciones a la Ley General de Bancos. Aunque Piñera negó las acusaciones, Madariaga reafirmó sus dichos, llamándolo “mentiroso”. De manera tal que el ahora adalid de la democracia, era embustero.
Según Madariaga, ella tuvo que intervenir “indebidamente” para que el juez que instruía la causa pusiera a Piñera en libertad asegurando que sí estuvo encarcelado por la quiebra del Banco de Talca, lo cual fue confirmado por el magistrado de la Corte de Apelaciones Luis Correa Bulo quien el 28 de agosto de 1982 había declarado reo a Piñera ordenando su arresto por los delitos antes mencionados.
Ya siendo reo procesal, bajo amenaza de ser juzgado y condenado a una pena de prisión, Piñera presentó en septiembre de 1982 un recurso de amparo ante la Corte de Apelaciones de Santiago, pero este tribunal se lo denegó. Nótese que el recurso no era de apelación sino de amparo, lo cual induce a pensar que aceptó su delito.
Madariaga, quien padecía un cáncer terminal cuando hizo esa entrevista, falleció el 8 de octubre de 2009. Piñera comentó el hecho diciendo: “Me alegro que hoy descanse en paz”. Así queda claro que el nuevo adalid de la democracia chilena era también un desalmado.
Es sabido que en el ideario judeo-cristiano, todos los muertos son buenos. También es conocido que nadie le desea la muerte a nadie, lo cual es falso porque desde el poder tanto Pinochet como Piñera, no solo le desearon la muerte a muchos, sino que dieron las órdenes para que tal deseo se ejecutara.
La conmoción causada en Chile por la muerte del expresidente ya está superando el desastre -medios de comunicación mediante- que significa la pérdida de -hasta ahora- 123 chilenos humildes que no andaban en helicóptero visitando amigos millonarios en grandes haciendas del sur del país, sino que encontraron la muerte en sus precarias moradas construidas en lugares a donde la desidia gubernamental los marginó, excluyéndolos de la posibilidad de desenvolver una vida normal.
Yo no podría decir que no le he deseado la muerte a nadie. A Pinochet se la desee desde el 11 de septiembre de 1973 y lamenté que no hubiera pagado todos los crímenes que cometió. La Justicia debió actuar, pero ella sólo existe para los ricos y poderosos. En el mundo de hoy, la justicia no deja de ser una quimera. Piñera se burló una y mil veces de la justicia. Su riqueza y poder lo hacía sentir que estaba por encima de ella…y de verdad lo estaba. Es lamentable que al igual que Pinochet se haya ido sin pagar por sus transgresiones, que fueron muchas.
Hoy, cuando el presidente de Chile, evidentemente beneficiado de su amistad con Piñera dice que este “fue un demócrata desde la primera hora”, está haciendo un relevante aporte a la ciencia política al establecer un novedoso concepto de democracia. Claro, Boric, se puso de acuerdo con Piñera para paralizar las luchas sociales en 2019 y catapultarse a la presidencia de la República.
Algunos personeros del gobierno de Chile que padecen un lamentable síndrome de Estocolmo se fueron de bruces, no por lamentar el fallecimiento del ex presidente, lo cual es aceptable desde el punto de vista político. Pero resulta vergonzoso como lo han transformado en un ejemplo del “gran demócrata”, olvidando que este hijo putativo de la dictadura, estafador y ladrón confeso, utilizó el poder gubernamental para aumentar su riqueza.
En su manifestación de pesar, la dirigente “comunista” Camila Vallejos, ministra de Boric, dijo: “Mis pensamientos están especialmente con Cecilia, su compañera de vida, sus hijas e hijos, su familia”. Llama la atención la familiaridad con la esposa de Piñera. Pareciera que Vallejos olvidó que ella misma fue víctima de los desmanes represivos de Piñera en su primer gobierno. Claro, todo en función de la reconciliación… con los ricos y con la derecha. En Chile, las mieles del poder han endulzado hasta a algunos comunistas.
Hoy Boric recuerda que Piñera fue el artífice de “la reconstrucción de Chile tras el potente terremoto de 2010, el manejo de la pandemia de COVID-19 y de la decisión y audacia para rescatar a los 33 mineros atrapados en una mina en la región de Atacama”. Pero olvida convenientemente los casi 40 asesinados, los alrededor de 460 mutilados en el rostro que sufrieron traumas oculares, los 11 mil heridos (3.500 producidos por agentes del Estado) y los 25.000 detenidos por orden de Piñera. El nuevo adalid de la democracia chilena fue un asesino. Todas las cifras antes mencionadas son oficiales y así lo demuestra porque las víctimas fueron resultado de sus decisiones y sus órdenes.
Otra de las hazañas políticas de Piñera se verificó cuando en la campaña de primarias para elegir al candidato de la derecha para las elecciones de 1993 se difundió una grabación telefónica clandestina donde se le podía oír impartiendo instrucciones a su colaborador, Pedro Pablo Díaz, para atacar de forma desleal y desacreditar a su adversaria, la entonces diputada Evelyn Matthei. Las instrucciones a Díaz incluían ciertas cuestiones de moralidad religiosa, como el divorcio, que supuestamente incomodarían a Matthei quien “es católica y no va a misa”. El nuevo adalid de la democracia chilena era un vulgar tramposo.
En su atiborrado currículo que bien podría ser considerado un prontuario policial si el señor Piñera no hubiera sido rico y poderoso, se debe incluir que en julio de 2007 fue multado con alrededor de 770 mil dólares por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) por haber hecho fraude financiero al comprar acciones en bolsa de la línea aérea LAN Chile de su propiedad justo en la víspera de la publicación del balance financiero anual de la compañía, que le reportó beneficios netos 34% mayores que en el ejercicio anterior. Piñera sacó 700.000 dólares de beneficio por la lógica revalorización de las acciones.
Piñera no tuvo reparos en seguir manejando sus empresas mientras era presidente de la república, lo hizo a través de testaferros y de su familia, creando para ello además un fideicomiso que mantenía incólumes sus intereses corporativos más sustanciosos. El adalid de la democracia chilena era un evasor de impuestos y un redomado estafador.
Dando continuidad a su enfermiza necesidad de acumular dinero de cualquier manera, el nuevamente candidato presidencial Sebastián Piñera engañó al fisco al informar un patrimonio personal de 600 millones de dólares, que en realidad palidecía con el que había mencionado la revista estadounidense Forbes, especializada en finanzas y negocios que le señalaba una fortuna real de 2.700 millones de dólares
El pensamiento político neoliberal, fascista y pro imperialista de Piñera se manifestó al emitir su opinión sobre el gobierno del presidente Allende:
“El Gobierno de la UP reiteradamente quebrantó la legalidad y el Estado de derecho”, y en su mirada sobre la educación dijo: “No creemos que la educación gratuita para todos sea ni conveniente ni justa (…) No creemos en estatizar ni monopolizar por parte del Estado la educación (…) porque eso, a la larga, es un atentado, no solamente a la calidad sino a la libertad, y es un atentado a la equidad en la educación”.
De esa manera, justificaba en primera instancia el golpe de Estado fascista de 1973 y en un momento posterior, sentaba las bases para la represión contra los estudiantes que salían a protestar pidiendo educación de calidad y para todos.
En septiembre de 2018, visitando al presidente Trump en la Casa Banca mostró orgulloso, orondo y entre risas una bandera de Estados Unidos en la que incluía la estrella del símbolo nacional chileno como parte del estandarte norteamericano manifestando su perruna lealtad hacia Washington. El adalid de la democracia chilena justificaba el golpe de Estado contra el presidente Allende y era un contumaz neoliberal, pro imperialista y golpista.
No tengo nada personal contra Piñera, solo un sentimiento recíproco como el que tengo hacia todo el mundo. El 23 de febrero de 2019, Piñera pretendió perturbar la paz de Venezuela acudiendo a Cúcuta supuestamente para “forzar el ingreso de ayuda humanitaria a Venezuela, porque el gobierno venezolano de Nicolás Maduro negaba el acceso”. Él quiso violentar mi vida, la de mi familia, la de mis amigos y la de todos los venezolanos. Sentía hacia él, lo que cualquiera pueda concebir cuando se intenta introducir la violencia, la destrucción, la muerte en tu casa, en tu familia, en tu país.
Lamentablemente para él, gracias a la voluntad de resistencia del pueblo venezolano, tal intentona fracasó. Piñera se reunió ese día con el designado por la Casa Blanca Juan Guaidó y con dos presidentes promotores del terrorismo para observar como las “multitudes de venezolanos que iban a recibir a sus salvadores”, no llegaron, la rebelión popular contra Maduro no ocurrió y las fuerzas armadas que se alzarían contra el gobierno, permanecieron leales al presidente.
Esa noche, en el colmo del paroxismo, Piñera exclamó: “¡Hasta anoche nos decían que la gente iba a estar! ¿Dónde está la gente? ¿Dónde está la gente?”. Miraba las pantallas de la televisión que le señalaban una realidad contraria a la que él esperaba y dijo con amargura: “¡Esta imagen está mostrando un triunfo de Maduro!”. El nuevo adalid de la democracia chilena era un violento terrorista además de cobarde, que instaba a los venezolanos a alzarse contra su gobierno a fin de cosechar desde lejos el fruto de su perfidia.
La derrota lo desarticuló, no sabía qué hacer. Entonces, tratando de obtener algún resultado del fracaso, invitó a los venezolanos a refugiarse en Chile. Tal decisión fue refutada ampliamente en el país. Las oleadas de venezolanos que viajaron a Chile fueron maltratados, vejados y algunos hasta expulsados. La migración se desató por vías ilegales y el Estado chileno ha sido incapaz de controlarla. Piñera nunca asumió la responsabilidad política de esta crisis. El nuevo adalid de la democracia chilena era además de fanfarrón, un total irresponsable al desatar una crisis innecesaria en su país.
Mientras el “general” Piñera dirigía las tropas en Cúcuta, el pueblo chileno se preparaba para manifestar su rechazo al sistema imperante. La obsesión de Piñera por derrocar a Maduro lo alejaba de sus responsabilidades internas. Su ambición de ser reconocido como un líder continental culminó en total fracaso. En octubre de 2019, el pueblo chileno finalmente se manifestó con toda la fuerza de su convicción y su valor y cuando Piñera estaba en su peor momento, Boric acudió en su ayuda para salvarlo ofreciéndole el 15 de noviembre el “Acuerdo por la paz y la nueva constitución en Chile”.
Por eso, Boric ahora dice que Piñera “fue un demócrata desde la primera hora”. Las evidencias señalan lo contrario. En lo que va siendo una norma, Chile sigue sustentando esta democracia de los contubernios y las complicidades. Así, Eduardo Frei, protegió a Pinochet en 1998 y Boric eleva a la categoría de adalid de la democracia a Piñera. Como dice el refrán popular: “Dios los cría y el diablo los junta”.
No me alegra que te hayas muerto Sebastián Piñera. Hubiera preferido verte preso por ladrón, estafador, asesino, terrorista, desalmado, tramposo y mentiroso. Lo de cobarde… bueno, eso es propio de los de tu ralea, igual que Pinochet cuando se cubrió con su nieto para protegerse el día del atentado contra su miserable vida. Por neoliberal y pro imperialista no podías ir preso, pero tus huestes, que son de la misma calaña que tú, serán derrotadas más temprano que tarde cuando el pueblo chileno abra las grandes alamedas.
Foto: Nel Hall / EFE. (Archivo internet)
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