Por Manuel Rodríguez | Hay ruidos arriba es el nombre del primer disco de Juan Pablo Fernández y los Techistas del Apocalipsis. Tras haber dado forma y formado parte de dos números importantes como Pequeña Orquesta Reincidentes y Acorazado Potemkin, Fernández emprendió el año pasado un nuevo camino junto a Mateo Baudino (guitarras), Pipa Dellamea (bajo), Topo Vergara (bajo y guitarras) y Pablo Olivera (percusión). El grupo dará su último recital del 2025 este viernes 28 de noviembre en Galpón B (Cochabamba 2536, CABA) en una fecha compartida con Pablo Dacal+Chowa y Alvaro Villarino y los Mismos.
El trabajo aparece luego de un año de presentaciones en distintos puntos del país y consta de 16 tracks en los que hay reversiones de temas de las experiencias anteriores de Fernández, covers de otros artistas y canciones nuevas. Consultado respecto al proceso que concluyó en Hay ruidos ariba, Fernandez contó a Canal Abierto que “fue bastante natural, por supuesto fue muchísimo trabajo, pero fue muy natural”.
Y contó que el germen fue anterior a la separación de Acorazado Potemkin, en noviembre de 2023. “Yo desde la pandemia, entre 2020 y 2021, ya hacía presentaciones en una suerte de solo set, como se dice ahora. Entonces me empecé a conectar con una suerte de repertorio cruzado en el que metía cosas de Reincidentes, de Potemkin, covers y todo lo que me venía en gana tocar”, recordó el músico.
“Y entonces cuando nos juntamos con los Techistas, yo tenía una playlist de como 35 temas que les pasé para que escuchen y ver qué sale. Y terminó saliendo algo que fue tocar con los músicos con los que yo quería tocar en ese momento. Incluso ellos mismos se habían acercado a ver si podíamos armar algo”, relató.
“Y de repente éramos dos bajistas y dos guitarristas. Entonces nos sentábamos los cuatro en cruz y terminamos haciendo traducciones de los temas a ese formato. Y me parece que encontramos una forma de trabajo y una forma común. Más allá de mi voz, más allá el laburo de versionar, me parece que apareció un idioma común. Y al tiempo se sumó Pablito Olivera en la percusión”, agregó.
“Fue un trabajo muy natural -continuó relatando- y era tan lindo lo que estábamos haciendo que dijimos de grabarlo. Y como nos pasa siempre, grabamos todo y todo nos gustaba. Algunas cosas quedaron afuera, pero más por cuestiones técnicas o por formas que no quedaron prolijas o sonidos que no eran fiel al show en vivo. Entonces terminamos estos 16 temas, que me parece que es una buena muestra. Puede ser un poco largo para los parámetros de hoy, pero ahí está todo lo que queríamos mostrar y lo que somos”.
“Yo creo que eso nos ayudó mucho a consolidar arreglos, a fijar cosas, a entender mejor cómo eran las versiones de cada tema. O también a darnos cuenta, por ejemplo, que un cover de Soda Stereo como Remolino podía andar con un tema como Indeleble, que es una canción que hice para un documental. O que temas de hace 30 años, como Peluca o o Sticks and Stones, podían funcionar tranquilamente al lado de un tema que se acaba de componer como En los bordes”, afirmó Fernández.
Y contó que uno de los desafíos a la hora de encarar el repertorio era lograr que canciones de distinta procedencia y época encontraran un sonido que les permitiera funcionar como una unidad. Sobre este punto, señaló que “tenía que funcionar como una lista de temas de un show, con esas dinámicas, con las subidas y bajadas. Tenía que funcionar un tema mejor después del otro y que haya como un crescendo que realmente crezca, que haya una intensidad. Y creo que lo logramos”.
El cantante evaluó: “Esas canciones conviven naturalmente por la forma de trabajo. Porque yo cada vez pienso más que los temas tienen como múltiples versiones. Incluso habría que ver cuál es el tema original, si es el que uno toca en la cama y lleva la sala de ensayo y después ya pasa a ser otro tema”.
“Entonces, cuando lo hicimos con los Reincidentes fue de una manera, cuando lo hicimos con Potemkin fue otra y después cuando lo hacemos con los Techistas es otra. Después hay una convicción, y por qué no un poco de caradurismo, al decir que esto tiene que funcionar junto, estas cosas tienen que poder amalgamarse”, agregó.
Consultado sobre la inclusión en Hay ruidos arriba de canciones que fueron creadas para otras propuestas musicales y en otro momento de la vida, Fernández respondió: “Me pareció muy emocionante volver a conectar con temas que no hacía hace un montón de tiempo, Me pasó que los encontraba vigentes, que todavía tenían algo para decir y que todavía me interpelaban. Otra cosa que me pasó fue ver que incluso funcionaban uno en espejo con el otro, reflejaban o contrastaban cosas. Para mí fue muy emocionante porque era no solamente el hecho de mirar hacia atrás, ver un recorrido y todo eso. Son cosas que las sigo sintiendo propias ahora. No me cuesta volver a ellas, me es natural”.
“Tuvimos que plantear si éramos fieles a los arreglos o hacíamos una versión y nos olvidamos. Y en un punto me parece que pasaron las dos cosas, que uno primero quiere ser respetuoso del tema, después uno quiere potenciar arreglos que te interesaban más y después hay un momento en que ves que el tema funciona, los Techistas lo hacemos funcionar así. Te lo apropiás y ya cambió”, reveló.
Sobre este punto, el músico también subraya la incidencia de los músicos invitados. Es que además de los integrantes del grupo, abocados a instrumentos de cuerda y percusión, a lo largo de las canciones aparecen otros timbres como el bandoneón de Julio Coviello, el violín de Christine Brebes, la trompeta del también ex Pequeña Orquesta Reincidentes Santiago Pedroncini, la voz de Mika Vignolo y la flauta de Juliana Moreno Cacopardo.
“En Mundo Lego, el aporte que hizo Juliana Moreno abre el tema para otro lado de lo que era con Potemkin. O la magia que aportan el bandoneón y el violín, que no estaban en las versiones originales. Ahí es donde aparecen otras cosas”, resaltó.
Fernández también consideró la importancia del rol que tuvo Mariano “Manza” Esaín en la mezcla del disco, al punto que parte de ese aporte contribuyó al título. “Él mete ruido, mete delay, mete capas de sonido, hay un mar de delay, cosas que hacen un ruido. Y nos gustaba la idea de, en un momento, decir que ‘hay ruidos arriba’ era como que hay otras cosas que todo el tiempo te están alterando la sala de ensayo”.
“Es pensar que no alcanza con lo que uno está tocando, siempre algo se te mete, de la realidad, del ruido arriba, del vecino, de las preocupaciones. O hasta al revés, de las alegrías que traes, de los chistes de la sala… Todo eso no está en los discos literalmente grabado, pero hace a como realizás”.
“Entonces, cuando empezaron las mezclas a hacer como delay, cosas, movimientos, más o menos en algunos temas sacaba cosas, o plantear que una guitarra no entre en determinado momento o que entre más tarde, cosas así; me parece que ahí se logró algo que tiene forma propia, entonces que no había que imitarlo en vivo”, sostuvo.
Por último, Fernández destacó sobre Hay ruidos arriba: “Fue como un ensayo que nos hizo crecer a nosotros como grupo de trabajo. Nos ayudó a encontrar un idioma común, no solamente en lo estético, sino en la forma de trabajar. Y entonces, aunque no digo que sea fácil, pero uno puede confiar en el entusiasmo para pensar que el año que viene va a salir un nuevo disco que va a ser una continuidad y va a ser mucho mejor”.
Foto: Laura Victoria Alcoba