Por Carlos Saglul | “Masetti no aparece nunca. Se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo. En un lugar desconocido el cadáver del Comandante Segundo empuña un fusil herrumbrado”, escribió Rodolfo Walsh recordando el final de su compañero, que no es tal ya que su vida tan libre, rebelde, enamorada de la profesión y la revolución, sigue dando que hablar y tiene mucho que enseñar. Un considerable ejemplo para dar en este tiempo donde abunda el periodismo canalla, sirviente de todo aquello que Jorge Ricardo Masetti combatió.
El periodista Hernán Vaca Narvaja se apresta a presentar en Buenos Aires como ya lo hizo en el interior del país su último libro Masetti, el periodista de la revolución. Para esta biografía entrevistó a sobrevivientes, indagó en archivos inéditos, descubrió que en aquella famosa foto del Che que hizo Korda y se multiplicó por miles en tapas de revistas, afiches, documentales, había alguien más que no sobrevivió al revelado. Andaba por allí como una sombra, Masetti.
-Tu libro se titula Masetti, el periodista de la revolución. En ese aspecto hay dos legados históricos: sus reportajes a los jefes de la revolución cubana en Sierra Maestra y lo que significó Prensa Latina. ¿Cómo los dimensionás?
-Son dos testimonios claves de la revolución cubana y de la historia de América Latina. La entrevista a Fidel y Che en Sierra Maestra, además de ser «la mayor hazaña individual del periodismo argentino», como la definió Rodolfo Walsh, es la base del libro Los que luchan y los que lloran, una de las mejores crónicas de guerra del siglo veinte y un clásico de la literatura política argentina. Al igual que sucedió con Operación Masacre, de Walsh, el libro de Masetti siempre ha estado presente -editado de manera más o menos precaria- en los circuitos literarios del país. Y también se editó en Cuba. Sobre Prensa Latina no se ha estudiado todavía la verdadera dimensión de la Gesta de Masetti en el periodismo latinoamericano: construyó, desde una pequeña isla y prácticamente sin recursos, la primera agencia internacional de noticias que compitió de igual a igual con los grandes pulpos mundiales de la información. Y además les ganó en su ley
En el libro cuento varias coberturas en las que Prensa Latina se impuso a la competencia. Además, durante los dos años que la dirigió Masetti, la agencia fue un verdadero faro informativo continental, con periodistas de la talla del propio Walsh, Rogelio García Lupo, Gabriel García Márquez, Plinio Alpuleyo Mendoza, Juan Carlos Onetti, Aroldo Wall, en fin, un staff que hoy envidiaría cualquier editor del mundo.
-¿En qué circunstancias Masetti es prácticamente desalojado de Prensa Latina. ¿La urgencia por ampliar la revolución al resto del continente tiene relación con esto?
-La «urgencia» de Masetti por abandonar Prensa Latina para embarcarse en el proyecto del Che es parte del mito y la historiografía oficial cubana, que durante mucho tiempo ocultó los verdaderos motivos de la salida de Masetti de la agencia. Su alejamiento de Prensa Latina fue traumático y estuvo vinculado a lo que se conoce como el período del sectarismo en Cuba, cuando una franja del Partido Socialista Popular, con Aníbal Escalante a la cabeza, aprovechó el alineamiento de Fidel Castro con la URSS para copar el aparato burocrático del Estado cubano. Prensa Latina fue una de sus presas más codiciadas y Masetti renunció dos veces a la agencia, cansado del permanente boicot de los comunistas. Volvió a dirigir Prensa Latina convocado por Fidel cuando se produjo la invasión mercenaria en Playa Girón. Después participó -como director de la agencia- en los interrogatorios públicos que un grupo de periodistas les hizo a los invasores capturados. Pero la conspiración siguió y Masetti decidió renunciar por segunda vez porque no estaba dispuesto a someterse a la censura previa del Partido Socialista Popular. Este es un dato central en la historia de Masetti -y de la agencia-, porque el periodismo que impulsaba Masetti era un periodismo militante, comprometido, pero alejado del dogma y el panfleto que proponían los comunistas. «Nosotros somos objetivos, pero no imparciales, porque no se puede ser imparcial entre el bien y el mal», solía repetir Masetti a sus periodistas. Ese era su paradigma profesional y prefirió renunciar a Prensa Latina antes que sacrificarlo
-Tu apellido, al igual que el de Masetti, se asocia a la revolución y también al devenir trágico de las luchas populares en el continente. ¿Cómo pesa esa historia en vos? Ustedes fueron muy golpeados por la dictadura…
-Sin duda hay un trasfondo familiar en mi interés por Masetti. En realidad descubrí a Masetti a través de Walsh. Y a Walsh lo descubrí por su Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar, en que menciona el caso de mi padre, Miguel Hugo Vaca Narvaja (h), como uno de los casos de aplicación de «ley de fuga» en el país. De alguna manera, Walsh y Masetti han estado siempre presentes en mi vida como referentes. En su momento hice mi tesis de licenciatura sobre Walsh y, muchos años después, hice mi tesis de maestría sobre Masetti, que fue la base de la biografía que editó recientemente Sudamericana. Por supuesto que no vi en Walsh y Masetti sólo un objeto de estudio académico, sino la notable conjunción de compromiso, militancia y talento en dos enormes profesionales que forman parte de la historia grande del periodismo latinoamericano
-¿Nunca pensaste en reconstruir la vida de tu familia?
-Sí, es un viejo proyecto que siempre está rondando en mi cabeza. De hecho mi tío Gustavo ha escrito bastante al respecto y a mí la vida me dio la oportunidad de publicar algunos cuentos inéditos de mi padre, que rescatamos cuando volvimos del exilio. El libro se llama La última estación y fue editado por la Universidad Nacional de Río Cuarto. Además de los cuentos de mi padre hay varios textos familiares, entre ellos una semblanza de mi hermana Carolina y la reproducción del alegato de mi hermano Miguel Hugo (n) durante el juicio de 2010 en el que fueron condenados los genocidas Videla y Menéndez, y en el que mi hermano -hoy juez federal- fue querellante
-Masetti, como Rodolfo Walsh, fueron hombres que trabajaron con la palabra pero también, en algún momento, tomaron el camino de las armas, dieron la vida por sus ideas… No puedo dejar de pensar al Che en plena guerra revolucionaria refugiado en un árbol leyendo. ¿Qué hace que anden tan unidos arte y revolución en aquella generación? Pienso en los jefes de Estado de ahora…
-Era una generación sorprendente. Eran tipos inquietos, autodidactas, rebeldes, impulsivos, decididos. Antes de viajar a Cuba, Masetti escribió cuentos, artículos periodísticos y hasta un monólogo de teatro, que se estrenó en Buenos Aires el mismo día que él viajó a La Habana. En el libro cuento una anécdota que ilustra bien lo que eran estos tipos: cuando Walsh descubrió las claves que contenían los cables enviados desde la embajada de Estados Unidos en Guatamala a Washington con los preparativos de la invasión a Playa Girón, el Che les confiscó esa información y les prohibió publicarla. García Márquez y Masetti pensaban enviar a Walsh a Guatemala disfrazado de pastor protestante para que se infiltrara en los campamentos y escribiera su gran reportaje. Por supuesto que el Che no los autorizó, pero Walsh igual publicó su hallazgo -sin mencionar los preparativos de la invasión- en la revista Che, de Argentina, develando así que el gobierno cubano poseía las claves secretas de Estados Unidos. Fue una tremenda irresponsabilidad y de hecho al poco tiempo tuvo que renunciar a Prensa Latina y volver a Argentina. Pero la anécdota ilustra la madera de la que estaban hechos estos tipos: eran naturalmente rebeldes, libres y audaces
-¿Qué pensaría Masetti de este periodismo que hoy se vuelca en las primeras planas de Clarín, La Nación?
-Lo mismo que pensaba de la SIP, de Jules Dubois y de los mercenarios a sueldo que mentían permanentemente sobre América Latina y, más puntualmente, sobre la revolución cubana. Hay que revisar el manual de estilo que confeccionó Masetti para Prensa Latina para valorar la increíble vigencia de su pensamiento.
Masetti no fue un teórico de la comunicación, pero demostró en los hechos que es posible ejercer la profesión con dignidad, honestidad y compromiso. Esa, me parece, es su gran enseñanza: el ejercicio de un periodismo de calidad con un fuerte compromiso social.
-De tus libros el que más problemas te trajo es Las cuatro muertes de Nora Dalmasso. ¿De alguna manera sentís que los antecedentes judiciales del caso afectaron tu libertad como hombre de prensa?
-En realidad ese libro no fue objeto de litigio. La familia Macarrón me inició una demanda justo al año del crimen, con el claro objetivo de amedrentarme. En aquel momento tenía una revista mensual, El Sur, y cada vez que editaba un nuevo número ellos ampliaban su demanda. La Justicia corporativa de Río Cuarto me condenó en primera y segunda instancia a indemnizar a la familia Macarrón, primero por 150 mil pesos y después por la mitad de ese monto, en compensación por el supuesto «daño moral» que les ocasionó mi revista. Este año, el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba me citó para dar lectura a la sentencia el mismo día en que la Justicia Federal absolvía a dos de los cuatro magistrados juzgados por su complicidad con el terrorismo de Estado.
Sin explicación alguna, el TSJ suspendió la audiencia hasta nuevo aviso. Imagino que les habrá parecido un exceso ratificar mi condena el mismo día en que la Justicia absolvía a los jueces que debieron preservar la vida de mi padre pero dejaron que lo fusilaran con total impunidad, como hicieron con otros 30 presos políticos. Así que seguramente antes de fin de año recibiré mi tercera condena de la Justicia del cordobesismo, que pretende que un periodista indemnice a una familia de tres miembros de los cuales dos estuvieron imputados -uno todavía lo está- por el homicidio de Nora Dalmasso. Un absurdo total que por supuesto ha afectado mi trabajo, porque tuve mi casa embargada durante mucho tiempo y he sido víctima de un acoso judicial sin precedentes.
Macarrón llegó a tener siete abogados designados para ocuparse de esta causa que claramente tiene como único objetivo amedrentarme y condicionarme en el ejercicio de mi profesión.
-La concentración de la riqueza es paralela a la concentración de los medios de comunicación en pocas manos. ¿Qué espacio le queda al periodismo no alquilado por el Poder?
-Hay que encontrar resquicios y generar espacios para confrontar con la mentira oficial, la famosa posverdad. Es otra de las grandes enseñanzas de Masetti: desde una pequeña isla, con las dificultades enormes planteadas en pleno proceso revolucionario, logró montar una voz tan potente que se hizo escuchar con fuerza en América y el mundo. El germen de Prensa Latina no fue otro que la asfixia informativa a la que sometían a Cuba las agencias norteamericanas.
Masetti demostró que, con las nobles armas de la profesión y la decisión política de confrontar con la mentira organizada, el periodismo puede abrirse paso aún en las situaciones más adversas. Hoy las redes sociales y la tecnología nos permiten hacer escuchar nuestra voz a quienes no trabajamos en los medios concentrados. En definitiva, solo saldremos de esta coyuntura horrible con más y mejor periodismo.