Redacción Canal Abierto | Como un tsunami que arrastra todo lo que tiene delante, la denuncia de Thelma Fardín contra Juan Darthés arrasó todo lo que estaba a su paso y despertó la ira de -casi- toda la sociedad. Pero qué pasa cuando la marea baja y se ven los restos de lo que dejó la catástrofe.
Inés Hercovich es socióloga y psicóloga social, pionera en el estudio de la violencia sexual contra las mujeres. En esta entrevista ayuda a reflexionar acerca de lo que implica la exposición mediática de una víctima de violación ¿Qué pasa con las mujeres que no son famosas? ¿Por qué no se habla pero, cuando sí se lo hace, genera tanto repudio?
¿Cuál es su opinión acerca del modo de denunciar a Juan Darthés?
-Para mí este es un tema realmente muy difícil. Generalmente cuando uno habla de un tema que irrita, que conmueve, que lastima o da miedo, que son duros de la vida se tienden a minimizar muchas cosas, a borrar contrastes, detalles, y a tener una imagen muy esquemática de las cosas porque es la forma que tenemos para defendernos de la angustia que nos produce entrar en contacto con los hechos en sí. Nunca estoy demasiado segura con que es lo que conviene o que es lo que no. Las cosas siempre tienen signos ambiguos. Les hacen bien a algunos y mal a otros.Una manera de pensar el problema es no reducirlo a lo que está bien y lo que está mal.
¿Cree que la repercusión ha tenido un efecto negativo?
-En nuestro país una de cada cuatro mujeres sufre un ataque sexual que puede terminar en una violación. Es una estadística bestial que es más o menos universal, hay países donde las cosas son peores, son estadísticas que da Naciones Unidas. Se hacen proyecciones y se calcula lo que se llama el delito oculto o el delito silencioso hay maneras más o menos de medirlo.
Hacer que todo figure alrededor de la figura de Juan Darthés por ejemplo, significa que si está condenado se termina el problema y no es así. El portero, el jefe, el político, está lleno de Darthés por todos lados y poniendo el foco en el actor, los otros quedan invisibilzados.
Hay un problema entre las manifestaciones públicas y ocuparse de un tema. Lo mediático tiene normas, el discurso mediático no puede contener un montón de cosas y hay que ser muy consciente de eso. El exceso de detalle no ayuda a nadie. Me pareció una cosa bastante grotesca y hasta tendenciosa. Si ella se sintió con la necesidad de contarlo no hacía falta hacerlo público. Son como excesos.
¿Le parece que está bien que se hable públicamente?
-Creo que está bien que se hable de las cosas, lo que no está bien es que sea de cualquier manera. A veces visibilizar un problema sirve para entenderlo, y para levantar la censura o la represión pero otras tantas, cuando se ilumina un aspecto de la realidad que se mantiene oculto, eso sirve para estigmatizar, para discriminar. No siempre iluminar algo tiene una consecuencia positiva.
¿Cuáles serían los efectos negativos de que se hable?
-Me produce alegría pensar que las cosas se digan y se hablen y están legitimando el sentir de muchas mujeres que no pueden hablar o no hablarían nunca. El problema es que se pone como un modelo, “hay que hablar”, “y hay que contar con detalles” y entonces quien no lo hace se convierte en alguien que está en falta. Al mismo tiempo que reconforta a algunas mujeres, hunde a otras en una soledad más grande también.
¿Le parece valioso que las actrices se hayan organizado?
-El mensaje de no estás sola y acá tenés quien te va a apoyar y quién te va a escuchar es valiosísimo pero hay un límite muy delicado porque son famosas.
En esta simplificación de la imagen de la violación se está borrado que es una de las escenas más siniestras que se puede vivir en la vida. Cuando digo siniestro lo digo en el sentido Freudiano del término. Freud define lo siniestro como lo familiar que se vuelve extraño. Y eso desorganiza el alma. El sexo uno lo tiene asociado a situaciones de placer, de disfrute, de alegría de cariño. Tener sexo casual con alguien que conociste en la calle, porque tenes ganas, que es un momento de disfrute, de pasarla bien, se convierte en amenaza de muerte, en la cosa más violenta que podes vivir que es sentir tu vida amenazada, esa sensación de siniestro también hace que sea difícil desentrañar lo que está ocurriendo, darle sentido, diseñar estrategias para después contarlo. Es muy difícil armar el discurso fiel a la experiencia de la mujer y que sea entendible por el otro.