Redacción Canal Abierto | Con la difusión de los primeros datos provisorios, el domingo después de las 21 el gabinete nacional a pleno anunciaría la victoria de Cambiemos en todo el país. De esta manera, el oficialismo intentará matizar la derrota que sufriría en la provincia de Buenos Aires, donde juegan los referentes con proyección nacional de la mayoría de las fuerzas políticas.
Siempre según las encuestas -falibles y manipuladas a veces, pero necesarias para una aproximación de los acontecimientos- el partido de gobierno obtendría a lo largo de la Argentina más diputados que el resto. Es probable que la alianza Pro-UCR gane en ocho distritos que concentran la mayor cantidad de votantes: Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos. Aún así, no le alcanzaría a constituir quórum propio en el próximo Parlamento.
Más abierto es el escenario en nueve provincias; y en otras siete, en cambio, estaría asegurada una victoria de la oposición que usará esta instancia como trampolín hacia las presidenciales de 2019. La «liga de gobernadores» justicialistas, con Juan Urtubey, a la cabeza, acecha.
Desde el regreso de la democracia, las elecciones legislativas han tenido un carácter plebiscitario del Ejecutivo. Ocurrió con Alfonsín en 1987, Menem en 1993 y 1997, De la Rúa en 2001, Néstor Kirchner en 2005 y Cristina Kirchner en 2013. Este elemento, junto al peso de los candidatos de la provincia de Buenos Aires, podría acarrear una lectura negativa para Cambiemos.
Allí, donde se concentra el 40% del electorado, la alianza oficialista sumaría un 70% de rechazo expresado en candidatos que se han plantado, con matices, opositores a la política económica. Todos ellos, además, lideran sus respectivas fuerzas políticas con proyección nacional. Menos uno: Esteban Bullrich. Pero nadie cree a esta altura que la gobernadora Vidal no haya sido la referente de la campaña bonaerense.
Está luego el dato de una derrota objetiva, sin relativismos. Siempre según las encuestas, Cambiemos quedaría relegado al segundo lugar, a cuatro puntos de Unidad Ciudadana. Incluso hay elementos para suponer, provenientes de encuestadores y perfiles discursivos adoptados durante los últimos días, que el oficialismo podría quedar tercero detrás de 1País. En este escenario, el latigazo sobre el macrismo sería mortal.
Los manuales indican que las comparaciones con escrutinios anteriores deben hacerse sobre el mismo tipo de elección. Es decir: habría que cotejar 2017 con las legislativas de 2013 y no con las presidenciales de 2015. No obstante, aquella vez las fuerzas presentaban coaliciones hoy inexistentes: Sergio Massa sin Margarita Stolbizer, y la UCR sin el Pro, que ni siquiera había anotado candidatos.
Al analizar entonces la elección más inmediata, se constata que Cambiemos no cosecharía más votos y el massismo alcanzaría un resultado similar sumando el acompañamiento que obtuvo Stolbizer. El único que reduciría su caudal es el kirchnerismo: en 2015 Aníbal Fernández y Julián Domínguez recolectaron casi un 40% de adhesión. Ese número, hoy se vería reducido entre 6 y 10 puntos porcentuales. ¿Y Randazzo? De trasladarse, sus votos irían más a Massa que a Cristina Kirchner.
Por debajo de las fuerzas hegemónicas, un pelotón de listas aspira a ocupar un lugar de representación legislativa. La crisis de representación política sigue intacta. La resistencia social a la política económica no tiene dueño, desborda a los partidos tradicionales y augura un horizonte de pelea que difícilmente pueda ser encauzado políticamente.
*Foto: Luciano Dico