Redacción Canal Abierto| En enero de 2013 Bruno Carlos Schell y su mejor amigo de la primaria, ambos de 26 años, emprendieron un viaje que los llevaría por el norte argentino, Bolivia y Perú, donde la vida comenzaba a abrirles un mundo de posibilidades y experiencias que se parecían al principio de algo.
El 1 de junio Bruno escribió a su mamá para contarle que le habían robado toda la plata que tenía, la tarjeta de crédito y los papeles migratorios. La mujer le reservó pasajes y le envió un giro que nunca retiró.
Lo que sucedió a partir de ese momento pudo ser reconstruido por la familia, a pesar de los intentos de encubrimiento del Municipio de Miraflores, y de las autoridades de las fuerzas de seguridad implicadas.
Perú
Luego de haber sufrido al menos dos asaltos en Nazca y en Lima, Schell fue detenido cuatro veces en una semana por las patrullas ciudadanas, que lo retuvieron acusándolo de disturbios y estado de ebriedad, aunque todos los indicios orientan a creer que en realidad se encontraba en estado de shock, porque le habían sustraído también la medicación para el trastorno de esquizofrenia que padecía.
La familia a esta altura ya no tiene dudas de que lo golpearon brutalmente, tal vez en el marco de un episodio habitual de su cuadro psiquiátrico, y que luego hicieron desaparecer el cuerpo. Sin embargo, dejaron varias huellas marcadas que permitieron desandar el comportamiento criminal.
Al día siguiente del último contacto con la ciudad de Buenos Aires, la familia empezó a rastrearlo por intermedio de un primo residente en la capital andina. Se realizaron las denuncias desde Argentina y las visitas de rigor a hospitales, destacamentos y organismos oficiales. Hasta allí, a Bruno lo buscaban solamente sus allegados. Diez días después viajaron los padres y su hermana Cecilia, que ahora le cuenta a Canal Abierto las dolorosas situaciones que tuvieron que vivir para comenzar a reconstruir los últimos minutos de Bruno.
“Cuando fuimos a buscarlo recorrimos las comisarías y nos dijeron que había entrado a una `comisaria del turista´ con un brote psicótico y lo echaron a patadas, seguramente. Después se lo vio en un video de una cámara de seguridad de una estación de servicio. Asumo que lo que estaba haciendo era pedir ayuda, porque lo habían robado varias veces, y por eso se fue con el patrullero. En esos días salió en un noticiero nuestra búsqueda y un hombre nos llamó, nos contó que él había llamado a la policía ese día porque vio a Bruno caminando por la autopista que da a la costanera, sin remera y descalzo, hablando solo. Nosotros habíamos ido al Serenazgo a entregar folletos y pedirles que lo busquen y en ningún momento nos dijeron que lo habían detenido”.
El Serenazgo de Lima es un organismo municipal que “brinda servicios de seguridad a la población. Está organizado para garantizar y, en su caso, colaborar con los órganos públicos competentes en la protección de personas y bienes y el mantenimiento de la tranquilidad y el orden ciudadano”, según se presenta en su propia web institucional, que además confiesa entre sus funciones esenciales “ejecutar operaciones de patrullaje general y selectivo, en apoyo de la Policía Nacional del Perú (PNP)” y “Garantizar la tranquilidad, orden, seguridad y moralidad pública del vecindario”.
Al juicio que se desarrolla en la capital peruana, en el cual Cecilia y su papá declararon el viernes desde la Cancillería argentina por videoconferencia, llegaron 3 imputados, de los cinco acusados originalmente: El capitán de PNP, Enrique Morón Sánchez y los ex serenos de Miraflores, Linder Sandoval Salazar y Miguel Sarmiento Vegas, para quienes el Ministerio Público Fiscal pidió la pena de 18 años de prisión por el delito de “desaparición forzada”.
El Instituto de Defensa Legal, organismo de derechos humanos que representa a la querella, asegura que existen inconsistencias y contradicciones en las versiones policiales que serán expuestas durante los 2 años que durará el proceso. Sobre eso, Cecilia Schell explica que “cuando llamó este hombre (el testigo de la detención), fuimos al Serenazgo con un canal de televisión que estaba registrando toda nuestra búsqueda y ahí resultó que apareció un parte de esa detención con fecha del día 17, cuando en realidad había sido el día 4, o sea que en ese momento que estaba hablando con nosotros estaba haciendo el acta”.
Los imputados y sus defensores aseguran haber cumplido con un acto de solidaridad para con Bruno, llevándolo a Salto del Fraile, un barranco al Pacífico en una punta de la ruta de Chorrillos -uno de los distritos de Miraflores- porque él decía que tenía amigos en esa zona, según la versión uniformada. Si esto hubiera sido verdad, los agentes traspasaron su distrito de competencia, “deportando” ilegalmente a un detenido no registrado.
No obstante, la hermana de Bruno, que al momento de su desaparición era estudiante de Diseño de Imagen y Sonido en la UBA y de Antropología, aclara para esta nota que “la verdad es que no, mi hermano no conocía a nadie ahí, cuando fuimos con el Consulado le preguntamos a todos los que trabajaban con él en el restaurante a ver si lo habían visto y todos dijeron que no. Cuando salió a la luz el caso se presentó como testigo el dueño del restaurante diciendo que una de las empleadas lo había visto, pero la empleada lo negó. Una serena también nos dijo en la cara que lo vio, en una fecha precisa en un determinado lugar, pedimos las cámaras, revisamos toda la semana de grabaciones y resultó que no estaba Bruno, pero ni siquiera estaba ella misma en ese lugar”.
En un comunicado, los Schell alertaban que “hay muchas denuncias contra la Policía Nacional del Perú por apremios ilegales, torturas y asesinatos. Es de una cobardía enorme y falta de profesionalismo el hecho de levantar entre cinco policías [el capitán Morón Sánchez y un grupo de Serenazgo] a una persona descalza y desarmada, que no representa ninguna amenaza con una patología psiquiátrica evidente y comprobable y no hacerse cargo, cuando lo que correspondería en esos casos es que sea llevado a un hospital”.
Julia Verdaguer, la madre de Bruno, falleció en marzo de este año, pero después de vivir un año entero en Perú buscando a su hijo dejó encaminada la causa que finalmente llego a juicio recientemente.
De la última detención participaron un policía y 4 serenos, de los cuales dos lograron evadir a la Justicia diciendo que ese día se fueron en otra dirección. Cecilia dice a este portal que “nosotros siempre pensamos que lo habían llevado a la comisaria, tratamos de localizar cámaras para ver por donde anduvo el patrullero, las pericias fueron un desastre, nunca se hizo el examen de Luminol (un químico que emite un brillo lumínico en contacto con la sangre), lo pidieron dos años después y obviamente se lo negaron porque ya no tenía ningún sentido. Ellos aseguran que los dos móviles se separaron pero nosotros creemos que se fueron juntos, por eso participaron todos, y los GPS tampoco se peritaron”. Y lamenta: “Así inventaron alevosamente un montón de testigos falsos y con todas esas contradicciones llegaron al juicio”.
Ningún funcionario pudo ser sentado ante el tribunal, y la Municipalidad de Miraflores, señalada como la principal estructura de encubrimiento estatal, solo es requerida legalmente con una indemnización de 150 mil soles (menos de 50 mil dólares).
En un primer momento la familia recibió acompañamiento del CELS, para que el Estado argentino se comprometa por la vía diplomática en acciones de presión ante las autoridades políticas de Perú y, por otro lado, a través de distintas acciones ante los tribunales de Justicia.
Cancillería y Consulado acompañan la causa y colaboran con los familiares desde 2013.
«Todos los involucrados -gerente de Serenazgo, comisario, División de Personas Desaparecidas- declaran que Bruno no cometió ningún delito o infracción y que no era investigado ni requerido por ningún motivo», aseguró en su momento la familia en una presentación ante el Grupo de Trabajo por Desapariciones Forzadas de la Organización de Naciones Unidas, que también investigó el caso.
Bruno
Vecino del barrio porteño de Belgrano, durante su aventura latinoamericana hacía malabares para juntar plata, luego de haber vendido sus pertenencias para emprender la travesía. Antes de partir, fue al hospital para que le dieran el aval para viajar y la psiquiatra le aseguró que no habría ningún riesgo, ya que no padecía crisis gracias al tratamiento que él mismo se administraba. Le dieron medicación y recetas para comprar más, y comenzó su viaje.
A los pocos días de llegar a Perú encontró un nuevo horizonte para su vida, y ya había planeado un futuro de sueños, proyectos laborales y objetivos de vida.
“Crecí con él como si fuera mi mejor amigo. Era una persona que ayudaba mucho, siempre pendiente de los demás, muy solidario, estudiaba, pensaba en su futuro. En la audiencia me preguntaban si mi hermano tenia tendencia suicida y yo no podía creer que me preguntaran eso, es todo lo contrario, tenía muchísimas ganas de vivir y salir adelante a pesar de la enfermedad, el con esquizofrenia estaba cursando dos carreras, quería saber y conocer todo”, lo recuerda Cecilia.
Además del inicio del juicio, otro episodio sacudió recientemente las emociones de la familia Schell: “Lo de Santiago (Maldonado) me rompió todo, es revivir lo de Bruno, Santiago es como mi hermano, yo lo siento como si fuera mi propio hermano, no sé por qué, pero sinceramente siento eso”.