Redacción Canal Abierto | Hay quien todavía recuerda que en 2007 Néstor Kirchner decidió imponer a Daniel Filmus como candidato a Jefe de Gobierno porteño y dividir el voto progresista que hasta entonces concentraba el transversal intendente Jorge Telerman. La apuesta le costó caro: Mauricio Macri se alzó con la comuna más rica de la Argentina.
Menos se acuerdan que en 2011 el líder de Pro evitó presentarse a elecciones presidenciales, porque no tenía estructura que lo respalde en las provincias. Sólo oficializó legisladores en La Rioja, Santa Fe y ciudad de Buenos Aires, donde Pinedo perdió detrás del Frente para la Victoria. Incluso en 2013, el macrismo sólo tuvo representación en la oferta legislativa de diez provincias y ganó en una.
Desde entonces CFK encontró en Macri a su esparring más cómodo, creyendo tal vez en que la consigna “Mauricio es Macri” mantendría intacto el fantasma noventoso del empresario menemista. Lo subió al ring y, al tiempo que lo golpeaba, lo elogiaba como su adversario más intelectualmente honesto.
En 2015 CFK dejó librada a las urnas su preferencia por Aníbal Fernández o Julián Domínguez para ocupar la gobernación bonaerense. Tras las PASO Domínguez denunció a Fernández por fraude. Está quien sostiene aún que la estrategia de Cristina Kirchner era ganarle a Vidal con Aníbal por una distancia corta de votos, para menguar la que por entonces era una victoria segura de Scioli sobre Macri.
Es curioso: en esa elección general, el candidato a Presidente por el Frente para la Victoria obtuvo un 37% de votos a nivel nacional y en territorio bonaerense. El mismo porcentaje que CFK obtuvo este domingo. Al kirchnerismo le valió otra vez cara la jugada: Macri alcanzó la presidencia en balotaje.
Consciente del techo electoral de Cristina Kirchner, ahora fue Cambiemos el que desde Casa Rosada la eligió su enemiga predilecta, enalteciéndola como tal en el discurso público para licuar las aspiraciones de Sergio Massa, Juan Urtubey y Florencio Randazzo: los referentes peronistas con mejor performance de cara a 2019.
Lo hizo repiqueteando sobre talones de Aquiles y aspectos cuestionables de la política de gobierno de la expresidenta. Y acelerando aquellos procesos judiciales en que está imputada o procesada con menor carga de prueba. ¿Por qué la acogotan sin asfixiar?
En setiembre pasado la consultora OPSM que dirige Enrique Zuleta Puceiro publicó una encuesta: ¿A quién votarían los argentinos si hubiese al día un balotaje entre Macri y CFK? El 54,5% lo haría por él y el 35,3% por ella. Pero si la polarización se hubiese acotado solamente a votos positivos –que es como debe leerse un análisis de este tipo-, la brecha se ampliaría del 60,69% al 39,31%.
El escenario creado les fue útil a ambos. Este domingo el macrismo pudo derrotar a Cristina Kirchner, Massa y Randazzo en provincia de Buenos Aires, a Urtubey en Salta y a Schiaretti en Córdoba. Y CFK, en tanto, ganó una suerte de interna dentro de un peronismo que ha quedado sin candidato victorioso ni techo alto que logre traccionar detrás suyo la base de una oferta competitiva hacia 2019.
Los peronistas se moverán en el Congreso de acuerdo a cómo planeen pararse de cara a las presidenciales. Para lograr quórum en ambas cámaras, Cambiemos necesitará aliarse a legisladores justicialistas que responden a los gobernadores, a renovadores o a “independientes”. No necesita mucho para ello. En Diputados alrededor de 20 votos y en Senadores más o menos 17.
Hoy, el derrotado candidato kirchnerista de Santa Fe Agustín Rossi aseguró: «Teniendo una mirada puesta en 2019, la oposición tiene casi la obligación de unirse, tratar de construir un frente amplio opositor con todos los actores políticos que quieran construir una alternativa a este modelo económico y político que ofrece Macri».
Sus palabras, lejos de reconocer la posibilidad de que el kirchnerismo acompañe a un peronismo que no conduzca, parecieran reforzar el prolegómeno de morir con las botas puestas.