Por Carlos Saglul | La necesaria democratización de los gremios a la que hace constante referencia Los Traidores, el mítico film de Raymundo Gleyzer no perdió vigencia.
Salvo excepciones, el modelo sindical argentino administrado por un Estado al servicio de las patronales no ha hecho otra cosa que cuidar las espaldas de la denominada burocracia sindical. El ex jefe de los camioneros Hugo Moyano fue sincero cuando dijo, alguna vez, que “es más fácil llegar a la presidencia de la República que ganar una elección para secretario general de un sindicato”.
La mayoría de los “gordos”, dirigentes de los gremios más poderosos, tienen decenas de años en el poder. Algunos, en forma monárquica, dejan a sus hijos al mando del sindicato (y sus empresas) cuando la muerte se los está por llevar.
El gobierno de Cambiemos parece dispuesto a llevar una cruzada moralizadora en el mundo sindical. Ya metió presa a toda la oposición de Gerardo Martínez en la construcción, aunque el ex agente de inteligencia del Batallón 601 continúa contando con las preferencias de Mauricio Macri. Ahora se pide la extradición de Marcelo Balcedo del Sindicato de Obreros y Empleados de la Minoridad y la Educación (SOEME).
Pero todo se confunde en la gran sopa informativa que cocinan los medios de información monopólicos porque, a la par y con idéntico juicio previo, van presos luchadores de la Asociación de Trabajadores del Estado, dirigentes del Ingenio La Esperanza, sindicalistas docentes.
Traidores uno
Balcedo heredó el gremio de su padre, lo mismo que al Diario Hoy de La Plata. Tipo con iniciativa, no tardó en firmar un acuerdo con el ex ministro de Educación, Mario Oporto por el que sumó 8000 afiliados. La maniobra significó denuncias y pataleos de la oposición, pero todo fue inútil: la afiliación compulsiva estaba acordada.
Argentina, país de oportunidades para los emprendedores (esta frase le gustaría al presidente Mauricio Macri) hizo que Balcedo se diversificara. En 2012 y 2013 le detectaron operaciones de presunto lavado por 53.532.221 millones. Las operaciones se vincularon con la compra de terrenos y autos de lujo.
Acusado del vaciamiento de su gremio, Balcedo se fue a vivir unos años en la estancia de Punta del Este donde ahora lo capturaron en medio de una gran cantidad de dinero y un arsenal propio. De allí lo extraditará el gobierno argentino. Le quieren preguntar seguramente por otras causas dormidas como las amenazas a legisladores para poder designar en las sombras al sub-interventor del Hipódromo de La Plata y la sanción de una ley que permite la instalación de tragamonedas en la capital bonaerense. Su lugarteniente Mauricio Yebra aparece vinculado con la banda de narcotraficantes rosarina conocida como Los Monos. A su nombre y el de Balcedo tenían 14 autos de alto gama.
Poco versátil en política, nunca rompió su simpatía con el peronismo (Duhalde, Menem) y -pese al antikirchnerismo expreso que profesó desde las tapas de Hoy- logró colocar a su mano derecha, Susana Martino, como diputada de Unidad Ciudadana. Quizá fue esto último, y no todo lo anterior, su perdición.
Traidores dos
Todavía está caliente la causa que abrieron las declaraciones de María Eva Venegas, una de las hijas del sindicalista preferido del PRO fallecido hace poco. Privada de su parte, la mujer mandó al frente a los testaferros de Gerónimo Venegas como Carlos Arrieta y Ramón Ayala, actual secretario general de UATRE.
Ahora el abogado Alejandro Sánchez Kalbermathen, pide que se investigue cómo se configuró la fortuna millonaria del exlíder sindical. Señala en su escrito que, de demostrarse que las propiedades que se mencionan en el cuestionamiento a la herencia de la hija de Venegas existen, se puede deducir que el origen de los fondos es delictivo. Menciona como fuentes posibles de ese botín las cuotas sindicales.
La gran fortuna de Venegas llegó cuando creó el Registro de Trabajadores Rurales (RENATRE) que obligó a los trabajadores el uso de una libreta, y a los patrones a darle al gremio una contribución por cada trabajador registrado.
Según la historia no oficial, el negocio era inflar la cantidad de trabajadores regularizados a cambio de los pagos de los patrones a los que se dejaba seguir empleando en negro. Una investigación de Sebastían Premici, en 2011, señala que el Renatre tenía un 133 por ciento de trabajadores registrados más que el Ministerio de Trabajo: negocio garantizado.
Venegas tuvo una mala época luego del conflicto del campo donde –siempre fiel– se mantuvo junto a sus socios de la Sociedad Rural. Lo acusaron del tráfico de medicamentos adulterados y lo metieron preso durante un tiempo en 2011. Para la época en la que se murió, se quejaba de que no había sido todavía absuelto. Desde las necrológicas de La Nación lo despidieron desde el presidente Mauricio Macri a las entidades más poderosas del agro y Cristiano Rattazzi, presidente de Fiat Argentina. Le estaban agradecidos y con razón.
«Nuestros traidores»
Nada más lejos de las intenciones del actual gobierno que democratizar al gremialismo, fomentar comisiones internas combativas, y elecciones limpias a través del Ministerio de Trabajo. Necesita, en cambio, reducir el poder gremial en su conjunto y sin identificaciones ideológicas para recortar los derechos laborales y bajar los sueldos. Por eso necesita todos los días un dirigente preso para aumentar la impopularidad del sindicalismo, reducir la organización y, con ella, la resistencia al actual modelo.
Y así van cayendo Caballo Suárez, Pata Medina y ahora Balcedo. Tipos no menos enlodados que el Mono Venegas, pero que sirven para demostrar que “todos los dirigentes sindicales son corruptos”. No se trata de propiciar un sindicalismo honesto e independiente sino, por el contrario, de lograr una vez más una burocracia corrupta fiel al gobierno de turno, y capaz de permitir la apertura de los convenios laborales y la licuación del salario. Para la utopía del PRO, algún día ni ellos serán necesarios: no habrá sindicatos.