Por Juan Yadhjian* | Para enfermarnos de alguna infección necesitamos dos condiciones principales: 1-la presencia del germen, bacteria, virus, hongo, etc. ; y 2-bajas defensas, baja calidad de vida.
Poco y nada podemos hacer para eliminar a los gérmenes que andan por todas partes y mucho podemos hacer, en cambio, por nuestras defensas. Todos los seres vivos, incluidas las bacterias, vivimos en armonía, hasta que se comete un error y la debilidad resultante, permite la prevalencia de unos sobre otros. Por ejemplo, en nuestro cuerpo tenemos algo más de tres kilos de “bichitos” que nos ayudan a digerir, respirar, proteger la piel y las mucosas, etc. Cuando bajan del todito nuestras defensas, cuando morimos, esos mismos gérmenes comienzan un trabajo para transformarnos en tierra y reiniciar el ciclo natural.
Otro ejemplo: cuando nos bañamos y nos enfriamos, bajan nuestras defensas si usamos agua fría, no siendo nuestra costumbre. Podemos resfriarnos o engriparnos, sin necesidad de contagio alguno. Simplemente, bajaron nuestras defensas.
Decíamos “mejor prevenir que curar”, y ahora decimos “mejor preservar que prevenir”. Un buen estado inmunológico se consigue haciendo una vida sana. Sabiendo los elementos que mejoran nuestras defensas y preservan la salud y aquellos que en cambio la maltratan.
Claro que no todo depende de nosotros. Podemos mejorar nuestra alimentación, hacer gimnasia, tener “buena onda”, relacionarnos bien entre nosotros, con la naturaleza, etc., pero resulta que los gobiernos permiten las fumigaciones y el veneno está presente en nuestras mesas. Además, impulsan las represas y usamos agua de baja calidad y contaminada, lo mismo ocurre con el aire. La injusticia social está a la orden del día. Vivir una vida digna y sana dejó de ser la pretensión y, en su lugar, habitamos en una sociedad exaltada, dividida y enferma.
Los monocultivos, el extractivismo, la producción con agrotóxicos, la minería a cielo abierto y otras medidas nefastas son los planes de los últimos gobiernos. De esta manera, no podemos crecer en salud, vamos en contra de nosotros mismos.
En el caso de la enfermedad que nos interesa- el estreptococo, que llenó horas televisivas y páginas de los diarios la última semana- no pudo haber contagio. Son casos distantes, coincide con chicos cuyas defensas no se completaron aún y de condiciones económicas bajas, como la gran mayoría de los niños de hoy.
Las enfermedades, en muchos casos, son el resultado de errores que cometemos y la oportunidad de cambiar es lo que nos ofrece la naturaleza. Está en nosotros aceptar el reto.
El estreptococo no tiene la culpa, las vacunas no son la solución. Las bacterias, virus y otros, mutan y se hacen más virulentos cuando nuestra debilidad es mayor.
* Médico ambientalista, integrante de Médicos de Pueblos Fumigados.