Por Carlos Saglul | El nazismo hubiera sido imposible sin la República de Weimar. La masas libradas a una inflación que obligaba a pagar el salario a diario. El dinero convertido en papel pintado. Cierre diario de empresas. Un 35 por ciento de desempleo. Encarcelamiento de opositores. Falta de libertad sindical. División de la oposición. Falta de liderazgo.
Finalmente, los sectores más importantes del gran capital votaron: su candidato era Adolfo Hitler.
Jair Bolsonaro es la vuelta a los setenta y la dictadura. Como la Junta Militar, en lo político es fascista, neoliberal en lo económico. El ajuste que se lleva adelante en Brasil y que Bolsonaro profundizará de ser electo, necesitó de un gobierno a su medida. La mayoría de sus funcionarios serán ex militares y, como él, reivindican la tortura, la desaparición.
La democracia comenzó a retroceder en todo el continente. Pero fue mucho antes de que Luiz Inácio Lula da Silva fuera detenido y proscrito en las elecciones de Brasil, de que se produjera el golpe en Honduras, que Paraguay o los Estados Unidos decidieran terminar con cualquier asomo de “populismo” en el continente.
Ante esta comedía negra que lleva al poder a un militar de pocas luces en la nación más importante del continente, que hasta hace poco se prometía como una de las potencias del Mundo y que amenaza en convertirse en una tragedia sangrienta, las fuerzas que se dicen “progresistas” deberán tener más humildad, ver en qué se equivocaron.
Unos días antes de las elecciones en Brasil, bajo el título “La cosecha de fascistas no se acaba”, mencionábamos el aterrador avance de una desesperación que en algunos sectores puede volverse fascismo. Que abreva en una violencia desde el Estado que va desde sordera ante el sufrimiento de las masas por el ajuste salvaje de Cambiemos hasta los loas al gatillo fácil y la “justicia por mano propia” emitidos por el Ministerio de Seguridad.
La democracia que deja sola al soberano a través de un Estado ausente, una oposición enredada en sus propios egoísmos abre el camino hacia peligrosos retrocesos. “¿Para qué sirve el Congreso?”, se ha preguntado Bolsonaro en uno de sus tantos comentarios reivindicando a la dictadura militar a la que sólo le critica no haber matado más gente. El problema es cuando esa no es sólo la pregunta aislada de un psicópata sino la de un amplio sector del electorado.
Mientras tanto, en la Argentina, el Presupuesto 2019 está en las puertas de ser aprobado por el Congreso. ¿Y qué es el Presupuesto, que muchos opositores dicen que votarán, sino la hoja de ruta del Mapa del Ajuste que lleva adelante el Fondo Monetario Internacional?
Cierran las fabricas, la desocupación se multiplica, el dinero se vuelve papel pintado, el hambre crece, dolarizan las tarifas en beneficio de las grandes empresas en manos de los amigos del presidente Mauricio Macri. La oposición -mientras tanto- no se presenta eficiente ni unida para terminar con el saqueo neoliberal. La soledad de la gente amenaza mutar en desesperación. Hitler no podría haber existido sin la República de Weimar. No es un dato menor.
Foto: Emergentes