Por Luis Bilbao (@bilbaol) | A lo largo de tres años Mauricio Macri rectificó posiciones en muchos terrenos, luego de comprobar que las decisiones tomadas no convenían a su gobierno. Ahora el presidente de Argentina está ante el imperativo de rectificar una política que conduce a una guerra en la región, pero que también se volverá como búmeran rabioso contra su gobierno y su persona.
Años atrás titulé un libro “Argentina como clave regional”. En las primeras líneas me apresuré a subrayar que efectivamente lo era, pero no por su fuerza, sino por su debilidad. Hoy se puede afirmar: la debilidad históricamente coyuntural que aflige a Argentina hace que pueda gobernarla un elenco basado exclusivamente en la necesidad de sanear el agónico sistema capitalista local.
Pues bien: incluso desde esa miope y criminal perspectiva, Macri debe rectificar la política exterior que, ordenada desde la Casa Blanca y acompañada por sus antiguos cofrades José Aznar y Álvaro Uribe, pretende derrocar el legítimo gobierno constitucional de Venezuela y, falladas todas las instancias golpistas, apela a una guerra desde Colombia.
Para semejante estrategia, la clave fue y será Buenos Aires. Hace por lo menos una década el Departamento de Estado comprendió que no podría apoyar en Brasil sus políticas de largo plazo para América Latina. Cuando las mayorías dieron respaldo electoral a un bloque desarrollista-socialdemócrata-liberal con el rostro de Macri, ya desde la presidencia de Obama se articuló el plan del eje Washington-Buenos Aires.
Sin demora los hechos demostrarían que Brasilia no será, por un largo período, un poder estable y coherente. Ocurrió sin embargo algo inesperado: el tramposo mecanismo electoral estadounidense le arrebató el triunfo a los Demócratas y la gran burguesía argentina quedó asociada a un delirante advenedizo que ahora pretende amarrar su continuidad -puesta en cuestión ante todo por el gran capital imperial- a una guerra que, supuestamente, lo llevaría a recuperar el control sobre la región.
Así, el Grupo de Lima, encabezado por Argentina, se convirtió en una palanca para la guerra del ala ultramontana del complejo militar-industrial, con Donald Trump como testaferro.
Macri quedó entre la espada y la pared. Y en año electoral. Hay muchas y buenas razones para prever que su reelección en octubre próximo es más y más improbable. Pero las posibilidades que efectivamente tiene todavía, incluso en medio del tembladeral, se esfuman si se incluye la detonación de una guerra que desde Colombia y Venezuela derramaría en todos los sentidos sobre el Continente. La guerra traería destrucción y muerte, centenares de miles de refugiados, mayor crisis económica e inestabilidad política.
La denuncia a Macri como responsable directo de semejante catástrofe humanitaria en la región sería mucho más que un instrumento electoral que acabaría con los restos de la Unión Cívica Radical, el último partido existente de la burguesía local y aplastaría electoralmente a Cambiemos.
Si la ex presidente Cristina Fernández afronta cinco procesos penales y la perspectiva –judicialmente inevitable- de ir a la cárcel (lugar donde ya están su ex presidente, ministros y altos funcionarios de su gobierno), para Macri la perspectiva sería mucho peor. Aparte el hecho de que sucesivas revelaciones colocan al Presidente en un lugar próximo al de su predecesora en cuanto a moral republicana y gobierno de la cosa pública, él sería condenado por atarse a Trump y desatar una guerra. No ya la cárcel, sino un imperecedero repudio generalizado y probablemente la imposibilidad de vivir en el país. Recuérdese lo ocurrido a los militares luego de 1983.
Porque la debilidad de Argentina está sobrepuesta a un honroso y valiente legado de grandes luchas, a comenzar por las de la Independencia. Y mucho de esa fuerza potencial saltará al escenario, con neto contenido político, si el país de San Martín fuera amarrado a una aventura guerrerista contra el país de Bolívar.
Ya la torpe y balbuciente cancillería de Macri ha hecho saber que condena a Nicolás Maduro, reconoce al pelele plantado en una fantochesca “presidencia interina”, pero… se opone a la guerra.
Macri necesita mucho más que eso para salvarse del destino que lo acecha. Es imperativo que, por el camino que sea, tome distancia del Grupo de Lima y haga pública su oposición a la injerencia en Venezuela.
No le resta mucho tiempo. Pero puede hacerlo. De lo contrario, tal vez el hecho político más importante de 2019 no será la catarata de elecciones que pretende inundar al país con mentiras y discursos vacíos.
@BilbaoL
Publicado originalmente en luisbilbao.com.ar