Redacción Canal Abierto | Esta mañana, a minutos de la apertura en el mercado de cambios, el Gobierno sorprendió con un nuevo cambio de rumbo en su desesperada estrategia por frenar el dólar y matizar la actual crisis económica. Previo aval del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central anunció que dejará atrás su esquema de zona «no intervención» –ratificada hace tan sólo 72 horas- y dejó abierta la puerta para intervenir incluso cuando la cotización de la divisa se encuentre por debajo de los $51,44.
A su vez, la entidad monetaria que preside Guido Sandleris informó que -en caso de que el dólar supere el techo de la banda- “incrementará de USD 150 a USD 250 millones el monto de la venta diaria estipulada hasta ahora».
En las últimas semanas, cumpliéndose un año del comienzo de la corrida, el dólar volvió a sufrir fuertes oscilaciones -llegó a superar los $47-. Esta vez en vísperas del inicio de la carrera electoral y con una inflación desatada, la suba encendió las alarmas en la Rosada. Y no es para menos si se toma en cuenta que abril y mayo debieran ser los meses de mayor ingreso de divisas por la liquidación de retenciones de la cosecha. Sin embargo, las agrodivisas no calmaron las aguas.
Por esos días, los ADR (acciones de empresas argentinas) en Wall Street se fueron desplomando. Sin excepción, los bancos y grandes firmas nacionales bajaron y rozaron el mínimo establecido por los mercados para desatar las alertas y disparar las ventas.
El riesgo país argentino -establecido por JP Morgan- se movió en el mismo sentido y llegó a superar los mil puntos, una cifra que remite a los contadores rojos que ocupaban los pie de pantalla, allá por 2001.
En medio de esta crisis, una semana atrás el Gobierno lanzó el primer manotazo de ahogado y volantazo respecto de la política económica que instauró allá por diciembre de 2015. Anunciado por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne y sus pares en Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley, y Producción y Trabajo. Dante Sica. El paquete de medidas para “pasar el invierno” incluía créditos, descuentos, acuerdos de precios y congelamiento de (algunas) tarifas. A las pocas horas Macri recibió en la Casa Rosada a representantes de las 16 empresas que participarán del programa “Productos Esenciales”: les pidió apoyo y prometió bajar impuestos garantizándolo un reforma tributaria para el 2020.
Pocos fueron los economistas que no quedaron extrañados por la implementación de un programa de regulación de precios, sobre todo de una gestión que se cansó de denostar la intervención del Estado en la economía.
Lo mismo sucede ahora en el Banco Central. Esta vez en relación a una preocupación que le impide el sueño hasta el propio Presidente. Con la venia del FMI y el objetivo de llegar a octubre, el Gobierno adelantó que intervendrá en el mercado cambiario, incluso cuando la cotización del dólar esté por debajo de los $51,44, el actual techo de la banda.
Un cambio de estrategia que favorece la fuga.
Es decir que –de ahora en mas y a diferencia de lo anunciado en las últimas semanas, e incluso horas- la autoridad monetaria se permitirá operar en el mercado de forma directa y discrecional para frenar la corrida.
Desde inicios de octubre rige la flotación entre bandas que acordaron el Gobierno y el FMI con la revisión del programa que acompañó al crédito Stand By por US$ 57.000 millones. Según el esquema original, el BCRA definió una zona de no intervención amplia, en la que se abstenía de comprar o vender divisas. El piso y el techo de la banda de flotación fueron móviles y se actualizaban diariamente, aunque a mediados de mes, luego de negociaciones transcurridas durante la última asamblea de primavera del Fondo, Sandleris anunció que el piso y el techo quedarían fijos hasta fin de año. El techo al dólar se congeló así en $51,44.
La mayoría de los economistas que no integran el equipo económico cambiemita coinciden en el destino que vienen teniendo estos desembolsos del FMI: según datos oficiales, la fuga de capitales sólo en enero de 2019 alcanzó el nivel récord de US$ 1.958 millones.
De hecho, no hay antecedentes recientes de una fuga de capitales como la registrada en 2018. La tendencia sólo es comparable con los peores momentos de la historia económica argentina. Según el balance cambiario del Banco Central, durante los primeros seis meses del año pasado –incluso antes del agosto fatídico en cuanto a corrida cambiaria- se fueron del circuito financiero local unos US$ 16.676 millones, más de dos mil millones más de divisas que en todo el 2001 (US$ 14.977 millones).
Otro dato aterrador, pero útil para tomar noción de la actual sangría económico-financiera, es que durante toda la Convertibilidad –de 1992 a 2001-, la fuga representó unos US$ 60 mil millones.
Presentado como dique de contención ante la extrema volatilidad de la divisa norteamericana, los desembolsos del préstamo stand by no lograron antes aquietar las aguas de lo que el Gobierno presenta como una “tormenta”. Parece difícil que ahora la misma estrategia, culmine en un resultado distinto.
Por otro lado, cabe señalar que los US$ 9600 millones a los que echaran manos Dujovne y Sandleris para frenar el dólar este año es equivalente a las partidas presupuestarias que el Gobierno nacional va a destinar en todo 2019 para Salud (US$ 3.571.428.571) y Educación y Cultura (US$ 5.452.380.952) juntos (US$ 9.023.809.523).