Por Roberto Lazarte* | Andrés Peña es periodista de la Universidad de Santiago de Chile, diplomado en periodismo cultural, crítica y publicación de libros. Su labor se desarrolló siempre en la investigación y el periodismo científico, y realizó parte de la producción audiovisual del documental El Maestro: Humberto Maturana, del director belga Iván Tziboulka.
Pero desde mediados de octubre, el dato central en la vida de Andrés es ser chileno y vivir en pleno centro de Santiago, donde comenzó el estallido social que cobra cada día más organización y está lejos de disolverse.
¿Cómo fue el inicio del estallido?
-El 17 de octubre pasado se produjo la “evasión de los Metros” organizado por parte de los estudiantes secundarios, chicos y chicas que no sobrepasan los 15 años. Esa fue la chispa que prendió el estallido. Pero lo que estalla en Chile son 30 años de modelo neoliberal, y de una dictadura que nunca terminó. La rebelión para exigir los derechos básicos que nos deben desde hace tiempo, como salud, educación y vivienda, además de una genuina democracia.
En el primer momento de la evasión, Carabineros dejó durante dos o tres horas que se produjeran destrozos de todo tipo por parte de la población, que incluso llegó a incendiar el Metro. Yo considero que detrás de esa quema han estado personas que trabajan en el mismo Metro que decidieron, por sentirse parte del pueblo y como acto simbólico de este estallido, prenderlo fuego.
En Argentina tuvimos la experiencia, a partir del estallido de diciembre de 2001, de un proceso de Asambleas Populares autoconvocadas por los vecinos. ¿Sucede algo similar en Chile?
-Hoy, casi un mes después, se está tratando por parte de la población de conformar lo que llamamos “cabildos” (reuniones vecinales, asambleas comunitarias) tanto de comunas, como de profesionales de distintas áreas. En las universidades también se ha ido dando un punto de encuentro, de diálogo, que antes de este estallido no existía.
Hay una mixtura en cuanto a cómo surgen los Cabildos. Por un lado, surgen de manera autónoma, por la necesidad de conversar entre los vecinos, de compartir, incluso se hacen ollas comunes para poder comer en las reuniones. Hasta ahora los chilenos sólo nos reuníamos en tiempos de catástrofes naturales, pero ahora es este estallido el que nos ha juntado. En cuanto a los cabildos de profesionales, también surgen autoconvocados, con el interés de aportar cada uno desde su área a la comprensión de lo que estamos viviendo, y para ayudar a encontrar soluciones ahora de conjunto, para juntar fuerzas y ya no sólo trabajar de manera individual.
También hay Cabildos convocados en las universidades, por las propias autoridades; los “cabildos digitales”, que científicos chilenos han puesto en práctica, abriendo un sitio en la red donde a través del big data (gran recopilación de datos) se puede realizar como una encuesta ciudadana en la cual las personas pueden responder qué es lo que en este momento más les importa, que es lo que más los afecta y, por lo tanto, quieren cambiar.
¿Se abrieron nuevos espacios de diálogo?
-A lo que el pueblo reclama hoy, la clase política hace oídos sordos, y ese es otro problema de Chile: la diferencia muy grande entre los súpermillonarios de la clase política y la gente común. No hay un diálogo real, no hay una conexión de mundo.
Para mí, ahora lo que hay que hacer es conversar, juntarse con el vecino y soltar. Pero es curioso, porque la gente chilena no está acostumbrada a hacer eso, por lo tanto todavía estamos en el nivel de las peleas, de quién fue el culpable, de preguntarse ¿por qué no hiciste esto antes? Y tratando de asumir las culpas entre todos. En Chile siempre fue mal visto tener opinión, pensar, ser estudioso, tratar de hablar de temas serios de política.
Muchas de las personas que manifiestan piden por una Asamblea Constituyente. ¿Qué grado de representatividad tienen en el actual contexto?
-La idea es hacer una Asamblea Constituyente que surja del pueblo chileno, de ese conglomerado de seres que no somos parte de clase política para presionar a los políticos a cambiar. Pero recién estamos comenzando a conversar, recién estamos entendiendo que el camino es estar unidos, y no sé cuánto nos vamos a tardar en eso.
Tanto el Frente Amplio (Convergencia Social, Revolución Democrática) como sus representantes rompieron con la lógica que tenía la idea de que la Asamblea Constituyente surgiera desde abajo, aceptando acuerdos políticos entre cuatro paredes que supuestamente iban a derribar. En tanto, Camila Vallejo y el Partido Comunista han ido perdiendo todo tipo de credibilidad desde hace tiempo ya. Por lo que hoy en un nivel de representatividad política no hay nadie, no hay un ente, no hay una voz, no hay un jefe que reúna. Nos estamos reuniendo de manera autónoma.
¿Qué opinión te merece el accionar de Carabineros?
-Creo que tiene que desaparecer esa institución. Hemos visto cómo una persona murió en la Plaza Italia, rebautizada ahora “Plaza de la Dignidad” por el accionar de los carabineros. Y, a pesar de la intervención de los organismos de derechos humanos, se sigue reprimiendo de la misma manera. Habría que hacer un chequeo químico de los elementos que utilizan para reprimir: los gases, el agua que arroja el guanaco es agua servida y ese olor ha quedado impregnado en las calles de Santiago y lo respiramos desde hace un mes.
Carabineros es una institución muerta, totalmente desacreditada ante la sociedad. Los niños y niñas saltan y juegan en las plazas y calles cantando “el que no salta es un paco”. Están muertos y lo saben y Piñera también lo sabe y los deja que repriman y quemen los últimos cartuchos.
¿Cómo es el día a día?
-Cada día nos levantamos acá en el centro de Santiago sin saber bien con qué nos vamos a encontrar. Las cosas surgen de un día para otro. Los lunes son “los súper lunes” porque es el día en el que se dan las movilizaciones más multitudinarias.
Las barricadas siguen estando durante las noches desde los inicios del estallido en las calles de Santiago, y ya no cumplen el rol de contención contra Carabineros, sino que son parte de la cotidianeidad. Nos hacen sentir más tranquilos, nos juntan a los vecinos.
¿Es el comienzo de otra etapa en Chile?
-Creo que lo que ha empezado a terminar definitivamente en Chile es este sistema feudal que nos ha estado gobernando por tantas décadas. Y digo feudal porque, por ejemplo, el presidente Piñera es dueño de gran parte del país, así como eran los zares con los que terminó la Revolución Bolchevique. Por eso digo que estamos en el ojo del huracán: los ojos del mundo están puestos en Chile.
Yo escucho desde siempre a los artistas y bandas de rock argentino, me gustan mucho, y esto que pasa hoy en Chile me trae a la memoria un tema de Sui Generis: “Tribulaciones, lamentos, y ocaso de un tonto rey imaginario, o no”.
*Periodista de La Comuna del Estruendo (FM Gallo Rojo). Especial para Canal Abierto.
Foto: Natalia Bernades, para cobertura conjunta La Retaguardia y Radio Presente.