Redacción Canal Abierto | Pesada herencia, mala suerte y algún error propio. El piloto de tormentas que arribó el 17 de agosto de 2019 al Palacio de Hacienda tras la renuncia de Nicolás Dujovne encabezó una conferencia de prensa en la que ensayó un balance de los números que dejará Cambiemos.
“En términos de bienestar, los resultados son inferiores a los esperados. Hay recesión, subió la pobreza y la inflación pasó del 30 por ciento inicialmente al 55 por ciento para fin de año”, reconoció Lacunza a la hora de evaluar los índices que él mismo caracterizó como “sombras”.
Aunque con metafóricas autocríticas respecto de una supuesta falta de «sincronía» entre la política monetaria y la fiscal, el ministro no terminó por correrse del ya tradicional libreto macrista de deslindar responsabilidades: «También hubo condiciones que empeoraron en el mundo o algo de mala suerte. La más fuerte, la sequía del año pasado”. En relación con el incremento de la pobreza durante la gestión de Mauricio Macri (los últimos datos oficiales hablan de un 35.4% de los argentinos en la pobreza), señaló que “desde la recuperación de la democracia el promedio es del 36%. No es un consuelo, pero es la realidad”.
Respecto del nivel de deuda, lo calificó de «razonable para un país como Argentina», dijo que es de «aproximadamente el 70% del PBI», aunque admitió que el problema «es de liquidez». Sin embargo, distintas consultoras privadas y la propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hablan de una relación de la deuda con el PBI argentino en torno al 97%, siendo así en el país más endeudado de la región.
En este sentido, llamó fuerte la atención que el hombre fuerte de las finanzas macristas deslizara recomendaciones en materia de deuda. De acuerdo a su visión, la renegociación de la deuda que tendría que encarar el nuevo equipo económico debería hacer más hincapié en los plazos que en los montos: “Puede ser que a veces uno se tiente con hacer una quita, pero la otra cara de esa moneda es que tenemos que acceder rápido a los mercados y con buenas tasas; una negociación hostil haría ese proceso más lento y más caro”.
Een los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri, la desocupación volvió a las dos cifras: según el INDEC, hoy alcanza al 10,6% de los argentinos, es decir, 2,1 millones de desocupados. Además, hay 3,6 millones de trabajadores que buscan empleo a pesar de tener uno, porque no les alcanza para llegar a fin de mes. A contra mano de las cifras oficiales, Lacunza afirmó que durante el periodo no hubo destrucción neta de puestos de trabajo. No obstante, sí admitió que hubo un deterioro en la calidad del empleo por la incorporación de mucho cuentapropismo y empleo no registrado al mercado laboral.
“El mercado laboral ajustó por precio y no por cantidad”, concluyó el ministro, reconociendo así la fuerte caída del poder adquisitivo del salario de los trabajadores.
Entre las supuestas “luces” esgrimidas figuraría la mejora del resultado fiscal. Si bien hay un debate al respecto de las cifras, el macrismo hace alarde de un “corregimiento” del déficit fiscal primario que este año sería del 0,5 por ciento. Claro está, este se logró gracias a una fuerte caída del gasto de 5,5 puntos del PBI (según lo establecido en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional). Cabe recordar aquí que dicha baja representó un ajuste en servicios públicos esenciales y, entre otras cosas, fuertes aumentos de las tarifas. También vale señalar que el guarismo fiscal es bien al tomar en cuenta los intereses de la deuda. Así, el resultado total finalizaría con un déficit de 520 mil millones de pesos (casi 3 puntos del PBI).
Lacunza usó su fórmula habitual: esbozó una escueta y medida autocrítica para justificar el descalabro económico y financiero, pero sin poner el foco en los graves errores (en su mayoría cometidos por sus predecesores) –dijo- «por elegancia». Al mismo tiempo, hizo un esfuerzo por quitarle dramatismo a la herencia que recaerá sobre el gobierno de Alberto Fernández: “Hay más gente con frío, pero más agua caliente en el termotanque».