Redacción Canal Abierto | Apenas se conoció la propagación global del COVID-19 y atentos al riesgo que acechaba a nuestro país, un grupo de científicos e investigadores argentinos buscaron la forma de sumar su aporte en esta batalla.
“A sabiendas de cómo venía cascoteado el sistema por lo hecho en los últimos cuatro años, primero nos sumamos al listado para realizar los diagnósticos; pero la realidad es que ya había muchos profesionales que venían trabajando en virología y tenían prioridad”, explica a Canal Abierto la bióloga molecular, investigadora del CONICET e integrante del espacio Ciencia Nuestra, Belén Almejún.
A todo esto, hacia fines de marzo y principios de abril, la Organización Mundial de la Salud advertía sobre otra pandemia que acechaba a la humanidad: la infodemia, a la que describía como “una práctica que consiste en difundir noticias falsas sobre la pandemia y que aumente el pánico en las sociedades”.
Fue por esas ganas de aportar y frente a la propagación irresponsable o mal intencionada de información falsa en redes sociales y medios de comunicación que nació Ciencia Anti Fake News, un espacio integrado por biólogos moleculares, biotecnólogos, bioquímicos y científicos de otras diversas disciplinas.
Los aportes que el equipo realiza se suben a la plataforma Confiar, desarrollada por Télam para verificar información, y a la cuenta de twitter @anti__fakenews y en facebook Anti__fakenews. Está distribuida en base a dos secciones: una de fake news (una desmentida de corte tradicional: captura de pantalla y la explicación de su falsedad) y otra que determina si la información es verdadera o falsa.
“Son demasiadas las recomendaciones infundadas o noticias falsas que desmentimos todo el tiempo, desde las más ridículas hasta otras que se apoyan en algún dato real”, cuenta Belén Almejún en esta entrevista, donde enumera y desmonta los casos más delirantes y deja algunos consejos para identificar fake news. Además, cuáles son las posibilidades ciertas y a corto plaza del desarrollo de una vacuna, y por qué la ciencia argentina hoy se encuentra a la par de los países de vanguardia en materia de investigación del COVID-19.
¿Cómo surgió la idea de juntarse para combatir la infodemia?
Ni bien surgió la pandemia quisimos ponernos al servicio, hacer algo desde nuestros lugares de investigación. En primer lugar, y a sabiendas de cómo venía cascoteado el sistema por lo hecho en los últimos cuatro años, nos sumamos al listado para realizar diagnósticos. Pero lo que sucedió es que ya había muchos profesionales que venían trabajando en virología y tenían prioridad.
Por eso formamos este grupo de 16 biólogos moleculares, biotecnólogos, bioquímicos y otras disciplinas, en su gran mayoría, investigadores del CONICET y docentes de la UBA, con el objetivo de combatir las noticias falsas desde la ciencia.
En principio, porque nos llegaba por todos lados, sobre todo a nuestras familias, un torrente de información falsa que alarmaba.
El 24 de abril, después de varias semanas de ningunear la pandemia, Donald Trump tuvo la irresponsable idea de recomendar a la población estadounidense beber o inyectarse desinfectante. En Argentina, ¿cuál fue la fake news que más ruido te hizo?
– Hay información muy grave que continúa dando vueltas y se sigue vendiendo, la llamada “solución milagrosa” (Solución Mineral Milagrosa o MMS, por sus siglas en inglés). Es una solución de dióxido de cloro con un acido activador que, al mezclarlos, termina siendo tóxico: provoca diarreas, vómitos, etc. A pesar de que ya en 2017 la ANMAT prohibió su venta, todavía hay quienes lo comercializaban por Mercado Libre. En estas semanas, luego de que habláramos con los gerentes de la plataforma, logramos que se bajaran las publicaciones donde se explicitaba este producto como medicamento. Pero la realidad es que sigue dando vueltas. Es complicado.
Otro caso similar son las famosos gárgaras de sal recomendadas por un supuesto especialista. Más allá de que en algunos lugares del mundo sea común hacer gárgaras como forma de higienización -en Japón, por ejemplo-, la verdad es que no hay ninguna prueba de que sirva para evitar el contagio de COVID o ningún otro virus. Por otra parte, es peligroso para quienes tienen hipertensión.
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Son demasiadas las recomendaciones infundadas o noticias falsas que desmentimos en este tiempo: el mito de que tomando agua cada 15 segundos se elimina el virus o un delirante “autodiagnóstico” que plantea que si logras a aguantar la respiración 2 minutos, entonces no tenes COVID19.
Otra información peligrosa es la que recomienda los rayos UV como método para matar el virus. Una cosa es que un personal de la salud o alguien capacitado utilice una lámpara UV para esterilizar una superficie, pero otra cosa es que uno lo haga directamente sobre su piel. No olvidemos que la luz UV es cancerígena.
Otro eje que da para la difusión de teorías falsas es el surgimiento del coronavirus, sobre todo para aquellos que buscan responsabilizar a China por su supuesta creación o difusión. ¿Qué sabemos del origen de este virus?
– Las teorías conspirativas resultan tan atractivas porque parecen cerrar por todos lados. Y sobre todo en un momento de tanta incertidumbre, es entendible que la gente busque respuestas tan simplistas. Otra cuestión es cuando estas teorías se difunden con fines políticos y económicos.
Por ejemplo, Trump sostiene que el virus fue creado en un laboratorio en Wuhan (la ciudad China se originó el brote de COVID19). El virólogo francés Luc Montagnier, ganador del Premio Nobel, aseguró que el virus SARS-CoV-2 -que causa la COVID-19- fue creado en un laboratorio insertando en un coronavirus genes del VIH-1, el virus del sida. Antes que nada, hay que decir que ninguno de los dos se basa en evidencia científica. Por otra parte, en el segundo caso, no por el hecho de que lo diga un premio Nobel lo convierte en una realidad.
Por otro lado, y centrándonos en la evidencia científica que sí existe, en febrero la prestigiosa revista científica The Lancet publicó un extenso y pormenorizado artículo que desmentía la versión por la cual se acusaba a China como responsable de crear el COVID19 en un laboratorio. Según la publicación, la teoría mas probable es que su origen haya sido natural. Un artículo posterior publicado en la revista Nature concluye que este virus no pudo haber sido creado en un laboratorio por las particularidades de las mutaciones de anteriores coronavirus. En definitiva, concluyen que la mutación que devino en este coronavirus es anti intuitiva, lo cual vuelve imposible la hipótesis de su creación en un laboratorio. Además, el estudio de la secuencia del virus arroja que no hay “cicatrices”. En criollo, cuando se modifica un genoma, quedan marcas; al observar el genoma del SARS-CoV-2 -que causa la COVID-19-, se ve que no hay marcas de modificación genética.
Es cierto que las fake news mas bizarras circulan vía WhatsApp, en general sin ninguna fuente de respaldo. Pero también sucede que otras llegan incluso a publicarse en medios de comunicación masivos…
– En los medios se levantan noticias que muchas veces no están probadas, que mezclan verdades y mentiras, y que quizás son aun más peligrosas que el fake mas burdo. Nosotros en la plataforma Confiar planteamos que hay una categoría de noticias, que son las apresuradas: no son ni verdaderas ni falsas. Por poner un ejemplo absurdo: un estudio de la Universidad de Massachusetts sobre cinco pacientes…
Lo mismo sucede con las noticias de cada día sobre las vacunas. Hay que ser cuidadoso con las ansias y angustias de la gentey no decirle que hay una vacuna inminente cuando ésta podría llegar a tardar mínimo un año, si es que llegase a surgir algún día.
Al margen del trabajo necesario e importante que vienen realizando desde Ciencia Anti Fake News, ¿no crees que es importantes que todos empecemos a consumir y compartir información de manera mas responsables?
– La gente se rige mucho por quién le envía la información. Pero más allá de la confianza que tenemos en el medio o en el amigo o familiar que me envíe una nota, lo mínimo que tenemos que hacer antes de reenviarla es buscar en Google. O bien buscar en las páginas web oficiales, del Ministerio de Salud o de la Organización Mundial de la Salud, donde hay información confiable.
Confiar, por ejemplo, ofrece una Caja de Herramientas con las que uno puede rápidamente puede chequear si una noticia es verdadera o falsa.
Otro punto importante es que las noticias falsas suelen tener titulares alarmistas para generar el click, para venderse. Por lo tanto, si me llega algo e inmediatamente me genera miedo o angustia, es un buen disparador para ir y chequear.
Recién hablaste de al menos un año para poder tener la vacuna, e incluso de la posibilidad de que no llegue a ser descubierta…
-Aún saltándose varios pasos respecto de su posible toxicidad o en criollo “contraindicaciones”, supongamos que en septiembre tengamos una vacuna que funcione. El tema después sería su producción masiva, lo que abre otra discusión respecto de las patentes y los laboratorios. Es una discusión interesante y clave que vamos a tener que dar, no sólo sobre una potencial vacuna sino también sobre los medicamentos.
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De hecho, y esta es mi visión personal, es más probable que llegue primer un medicamento paliativo o preventivo que una vacuna.
No quiero tirar a bajo a la gente, pero la realidad es que hay muchos virus -como el HIV- que no tienen vacuna.
En su última conferencia de prensa, Alberto Fernández habló de un inminente anuncio sobre tests rápidos producidos en Argentina. Dos días antes nos enteramos que el equipo de investigación del CONICET liderado por Andrea Gamarnik había desarrollado el test serológico COVIDAR IgG. ¿Estaba hablando de lo mismo?
– Hay varios tests que se están investigando. Los del grupo de Gamarnik ya están aprobados por ANMAT y son test de “Elisa” que miden anticuerpos de forma cuantitativa, pero no sirven con fines diagnósticos. Es decir que, a diferencia de los test de origen chino, acá podes conocer no sólo si hay anticuerpos, sino la cantidad. Eso sirve no sólo en materia epidemiológica, sino también para conocer qué personas podrían donar plasma para tratamiento de convalecientes.
Entiendo que hay en desarrollo otros tests rápidos para detectar presencia viral que servirían como diagnósticos rápidos como los de PCR -aquellos que detectan el virus en actividad-, aunque con un grado menor de fiabilidad.
¿Sería exagerado decir que hoy la Argentina está a la vanguardia en materia de investigación sobre el COVID19?
– Tenemos profesionales excelentes. En las últimas semanas, mucha gente que venía trabajando en otros virus o enfermedades, se enfocó de lleno y se puso a disposición para trabajar contra el COVID-19.
No es menor que seamos el octavo país en el mundo en desarrollar un test serológico cuantitativo.
¿Te acordas cuáles son los otros países?
Tenes a Alemania, Estados Unidos, China, Rein Unido…
O sea, potencias económicas que destinan mucho dinero para el financiamiento de la investigación científica…
– Acá no llegamos al 1,5% del PBI destinado a ciencia e investigación. Sin embargo, hay mucha solidaridad. De hecho, creo que Gamarnik contó que en el momento en que empezaron a desarrollar los tests, otros laboratorios les donaron los reactivos que le faltaban para las pruebas.
Los recortes presupuestarios y las políticas que devinieron en “fuga de cerebros” no son potestad de los últimos años, pero no caben dudas que los últimos cuatro años fueron de retroceso, ¿no?
– Fui una de las que quedó afuera del CONICET a raíz del recorte macrista al instituto, aunque este año logré el ingreso a carrera como investigadora.
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Sin embargo, en estos meses no sólo hubo una cambio en la lógica de inversión en recursos humanos. Ni bien empezó la pandemia, se re direccionaron fondos a la investigación en COVID-19. Para que tengas una idea, cada uno de los proyectos tiene un financiamiento de 100 mil dólares, mientras que regularmente -en mi caso, por ejemplo- el financiamiento puede rondar los 100 mil pesos. No estamos acostumbrados a esos valores.
¿Crees que en alguna medida la pandemia ayudó a desmontar el discurso que intentó deslegitimar la investigación? ¿Te parece que hoy es más difícil que una figura pública se anime calificar de “ñoquis” a nuestros científicos?
– No es menor tener el acompañamiento estatal, sobre todo del Ministerio de Ciencia y Técnica. Pero lo fundamental es que la población vea nuestro trabajo como un servicio que es para el cuidado y el bienestar de todos. Eso logra reforzar una idea clave, que la ciencia también es soberanía.
Entrevista: Diego Leonoff (@leonoffdiego)
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