Redacción Canal Abierto | El sábado 23 de mayo se confirmaron los primeros casos de coronavirus en La Carbonilla. A partir de allí, el número fue creciendo rápidamente. Al día de hoy se calculan en casi 50. Los vecinos, los comuneros y los referentes territoriales advierten que el gobierno de la Ciudad no los tuvo en cuenta y no actúo rápidamente para evitar la situación. Con demora, luego de un comité de crisis del cual participó el Instituto de la Vivienda porteño, el fin de semana se instaló la posta sanitaria que faltaba en una de las dos entradas más grandes al barrio.
El objetivo es poder aislar rápidamente a los confirmados y a sus contactos cercanos para detener el esparcimiento del virus. En eso trabajan los equipos médicos, referentes políticos y organizaciones barriales.
Caminando por las calles internas se escucha que “el 10 de mayo fue el Día de la Madre en Perú, acá se festejó fuerte, vino gente de otros lados”, a pesar de los insistentes reclamos para que la Ciudad tome medidas de protección en el barrio. Quince días después surgieron los primeros casos. Hoy por hoy la circulación interior se ha reducido notablemente y no hay chicos jugando en la canchita ni en las placitas, por ejemplo.
Así y todo pasaron los días y la administración porteña siguió evitando involucrarse con determinación. En el reporte diario del Ministerio de Salud del viernes 29, La Carbonilla brilló por su ausencia.
Leonardo Lucchese, comunero de la Comuna 11 por el Frente de Todos, explica a Canal Abierto: “Tuvimos una reunión de un comité de emergencia institucional y planteamos algunas cuestiones necesarias: los comedores son los que van asistiendo al barrio pero a la vez son focos de contagio, le insistimos a la Ciudad para que no se demore más en un protocolo específico para todos los barrios populares y a su vez para los comedores, porque hay comedores reconocidos que tienen algunos privilegios y otros que no son reconocidos que no obtienen ni siquiera los kits de limpieza. El gobierno de la Ciudad escucha nuestros reclamos pero no vemos respuestas, el ejemplo es la posta sanitaria del Sector Tres, que estaba pensada para el jueves y recién se instaló el sábado”.
#CABA El comunero Leo @lucchesedileva de la Comuna 15 cuenta la situación del barrio #LaCarbonilla en el marco de la #pandemia. La importancia de los comedores en un momento en donde no hay trabajo para los cuentapropistas y changarines. pic.twitter.com/LKdN747OuT
— Canal Abierto (@canalabiertoar) June 2, 2020
La desidia, -o falta de reacción, en el mejor de los casos- del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta fue acompañada por operaciones –o desinterés, en el mejor de los casos-, de grandes medios de comunicación que mencionaron a la Carbonilla como ejemplo de los barrios populares porteños que no registraban coronavirus ¡el martes 26 de mayo!, cuando ya superaban los 20 confirmados y las denuncias ya estaban publicadas en medios barriales y nacionales. Clarín dijo ese día: “Hay asentamientos, como La Carbonilla, La Esperanza o Los Arcos, en donde no se registran casos; y otros, en donde hay muy pocos…”.
“Se está sufriendo mucho económicamente. Damos comida a 150 personas y hace tres meses que el gobierno de la ciudad no nos responde”, reclama Yaneth, del comedor Milagro Sala.
Del cartón, al cemento…
La carbonilla está ubicada sobre terrenos del ferrocarril San Martín, al costado de la estación Paternal, y toma su nombre de una antigua carbonería que aún existe en el playón de ingreso, donde también hay otros galpones de empresas transportistas. Relativamente pequeña y joven, se extiende desde el paso a nivel de Trelles, hasta el puente de la Avenida San Martín, bordeando la vía del tren. En forma de triángulo desparejo, recorre 700 metros de largo y su parte más ancha, apenas cien. Se calcula que viven allí cerca de 5500 personas.
Se trata de un barrio obrero, con un perfil edilicio bien definido: sus dos calles principales son amplias y asfaltadas. Algunos pasajes y conectores internos las unen, otros salen hacia Añasco o Espinosa, pero no es una típica villa de pasillos angostos y las construcciones, en general, se encuentran bien terminadas y consolidadas. Tiene pocos pero importantes negocios en su interior, y la interacción de los vecinos con La Paternal es total y permanente.
El germen del barrio se puede encontrar en 1998, cuando comenzaron a parar allí cartoneros que recorrían la zona para vender el material recolectado en los múltiples depósitos chatarreros. Al principio, estacionamiento de carros a la espera del sol; luego, precarios refugios donde pasar algunas noches; más adelante casillas y en 2001 la explosión. Al día de hoy son pocas las viviendas sin terminar y, a simple vista, se puede advertir pericia y experiencia en los distintos y variados estilos constructivos de las edificaciones.
En 2014, el cuestionadísimo acercamiento de Hebe de Bonafini con César Milani en concreto representó que el Ejército comenzara a colaborar en la urbanización de dos barrios populares: Don José, en Florencio Varela, y La Carbonilla. Eso aceleró y mejoró obras de cloaca y desagües, la red de agua y pavimentación, entre otras.
En año pasado se terminó la mega-obra para elevar la traza ferroviaria. Ahora el tren ya no pasa a la altura del barrio y la división no es un alambre, sino una pared, lo que representó una reducción sustancial de riesgos pero generó otros problemas aún sin resolver, como el estancamiento de agua que propicia el crecimiento del dengue. Además, piden que el espacio bajo la vía sea adaptado para algún uso.
De los carritos, al tren…
Durante los primeros años la punta más finita de La Carbonilla se unió, por abajo del puente, con La Lechería, un asentamiento en Villa del Parque, al otro lado de la frontera barrial, que en la década del 70 fue ganado por familias de una empresa lechera quebrada y abandonada por sus dueños, y que luego conformaron una cooperativa de viviendas. En los 90 se fue ampliando hacia arriba y hacia los costados, excediendo las paredes de la antigua fábrica, con casitas de chapa, madera y lona que terminaban a pocos centímetros del riel. En 2008 había 250 familias en La Lechería. La mayoría llegó a un acuerdo con la Ciudad y recibieron casas en distintas localidades porteñas y bonaerenses. Las que habitaban en las vías y bajo el puente fueron desalojadas y algunas se reubicaron dentro de La Carbonilla. El edificio fue demolido.
Si bien el barrio fue naciendo espontáneamente y no por una toma de tierras impulsada por alguna organización, hoy en “La Carbo” conviven distintos sectores sociales y políticos como La Cámpora, el Polo Obrero, el Pro, el Movimiento Popular la Dignidad, la Corriente Villera Independiente, MTL Rebelde, el FOL, Militancia Popular y Nuevo Encuentro, entre otros. Hay ocho comedores, algunos reconocidos por el Estado porteño y otros no, todos con enormes dificultades y un aumento exponencial de la demanda en los últimos meses.
#CABA Referentes de #comedores populares del barrio #LaCarbonilla en el marco de la #pandemia, reclaman al gobierno de la Ciudad ser reconocidos y provistos de alimentos y material de higiene y prevención contra el #COVID19 pic.twitter.com/dRc2qBkveR
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Desde 2012 la Junta Comunal, los vecinos, comuneros de la oposición y las organizaciones sociales reclaman al IVC municipal y a la Justicia que intervengan en temas de salud y habitabilidad.
Dado que la Carbonilla no fue incluida en el plan de urbanización del Gobierno de la Ciudad, actualmente existen dos proyectos de Ley presentados en la Legislatura porteña. Uno de ellos ha perdido estado parlamentario y el otro, firmado por el Defensor del Pueblo, no ha sido votado.
Un informe reciente de la Defensoría del Pueblo de la CABA y el Centro de Estudios de la Ciudad de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA señala que “los vecinos de la Carbonilla tienen vulnerados sus derechos respecto a la prestación de servicios públicos, ya que éstos se presentan de modo deficitario distanciándose de los parámetros que rigen para su prestación en la ciudad formal”.
Cuando se realizó el relevamiento, en julio de 2019, todavía no habían llegado el coronavirus y la cuarentena.
Por: Leo Vázquez, Nahuel Croza y Pablo Martínez Levy