Redacción Canal Abierto | La crisis desatada por la pandemia golpeó fuertemente al sistema productivo mundial y tuvo una incidencia mayor en Argentina, que ya venía en recesión desde 2018. Entre las más afectadas se encuentras las pymes debido a las dificultades para acceder a un financiamiento que les permita hacer frente al paro de actividades.
En este sentido, una de las primeras medidas que el Gobierno nacional emitió fue la creación de la línea de créditos MiPyME, orientada especialmente a las micro, pequeñas y medianas empresas, con una tasa máxima anual del 24% y un período de gracia de tres meses para su pago. También dispuso subsidios salariales Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) para todo tipo de empresas, desde holdings a micro pymes, que pertenezcan a los rubros no esenciales y hayan paralizado su producción.
Sin embargo, la buena voluntad de los bancos parece no estar. De hecho, en las primeras semanas de aislamiento social, la banca privada se negaba a financiar el pago de sueldos o ampliar el margen de giros en descubierto.
“Creemos que hay bastantes problemas con el tema bancario y el fiscal que no necesariamente tendrían que estar. Dicho en otros términos, para la actividad económica la cuestión fiscal y la cuestión bancaria están yendo por un camino equivocado”, señaló al respecto el ingeniero Bruno Capra, presidente de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN).
A pesar de las deudas y la crisis mundial, los bancos cuentan hoy con altísimos ratios de solvencia, y su liquidez, tanto en pesos como en dólares, se ubica en niveles récord, tal como lo corroboran cifras del Banco Central.
En esta línea, Capra sostuvo: “Los bancos son una empresa más y como tal persiguen lo mismo que cualquier pyme, buscan tener rentabilidad. Pero tienen una posición dominante donde manejan las cosas a su favor y están teniendo utilidades muy importantes diariamente y no cumplen la función social que necesita ser implementada por parte de un banco que, finalmente, es más un servicio público que otra cosa”.
Según comenta el ingeniero, el Banco Central está absorbiendo liquidez que se inyecta a través de un mecanismo que le da utilidades a los bancos, descuenta las leliqs, los pases, y entonces le están dando muchos intereses a los bancos para absorber liquidez. “Podrían no usar ese mecanismo y en su lugar hacer un encaje del 100% para que el Banco Central directamente regule a dónde va a parar esa liquidez, que es mucha”.
Para entenderlo mejor, por cada $3 de emisión, $2 se los quedan los bancos como utilidad y $1 le llega como ayuda a la población. “Mucha gente está recibiendo ayuda de todo tipo, más los gastos de la pandemia en sí. Todo eso representa un tercio de lo que se está emitiendo y el resto va a parar como utilidad a los bancos. Con eso podríamos estar activando posibilidades de producción en el resto del país donde ya se puede trabajar porque hay provincias que no han tenido poca incidencia del virus”, explicó Capra.
La post pandemia
Con este panorama, para el presidente del CEEN es importante destacar que es el área fabril de las pymes la que produce la riqueza, más allá de que el sector comercial también se vio golpeado.
Y pensando a futuro, reflexionó: “La función de este gobierno debía ser dar trabajo genuino a todos los argentinos. Esto significa más que triplicar el volumen de gente empleada. Hay que hacer algo que encare eso de una manera muy diferente de cómo se ha hecho hasta ahora. Repetir los esquemas de dependencia exterior que hemos tenido, por ejemplo en fábricas automotrices, en términos de la balanza de pagos es una calamidad. Argentina emplea, cuando trabaja en plena actividad, US$ 8.000 millones en divisas para mantener esa actividad económica. Hay que cambiarlo y eso no lo estamos pensando en ningún lado. Una empresa automotriz en la forma que la tenemos no aguanta una economía en funcionamiento de pleno empleo”.
Bajo ese pensamiento, recuerda las bases sobre las que se creó el Manifiesto Nacional por el Trabajo, Producción y Soberanía. “Cuando hablamos de pleno empleo nos referimos a 20 millones de personas trabajando en Argentina y, a todo trapo, los trabajadores en blanco no llegan a 4 millones y los monotributistas son unos 3 millones más. O sea que tenemos que multiplicar por cuatro los empleos que reconocemos como reales”, agregó.
En ese sentido, también destacó: “Veo positiva la unidad de las organizaciones. Como dirigente, mi opinión vale como la de los demás y, en síntesis, el manifiesto levanta todas estas argumentaciones en pos de una Argentina más justa. Somos un montón de cabezas que pensamos más o menos lo mismo y esperamos poder salir adelante”.