Canal Abierto Radio | Esta semana se conocieron importantes avances en vacunología a nivel internacional, como lo fue el registro de la vacuna rusa o el desembarco de la investigación de Oxford a Latinoamérica. Para la investigadora principal del Conicet y Coodinadora de la Subcomisión de la Asociación Argentina de Microbiología, Daniela Hozbor, cualquier avance contra el COVID-19 “es una buena noticia”.
La comunidad científica internacional está esperando el reporte de la Organización Mundial de la Salud sobre los datos de la respuesta inmune que generó la vacuna Gam-COVID-Vak, elaborada en el Laboratorio Gamaleya con el apoyo del Fondo Ruso de Inversión Directa (RFPI), que aún no se conocen y que generan algunas desconfianzas. Y si bien se muestra como una carrera, cada uno de los 165 candidatos vacunales en el mundo son importantes, sobre todo, los 26 que han avanzado en las fases de investigación en humanos.
“Vale la pena aunque sea entenderlo, porque también es la fortaleza a la valoración de la vacuna que tenemos que tener para esta enfermedad como para las otras enfermedades. El desarrollo de la vacuna en tiempos no pandémicos lleva entre 5 a 15 años así que estamos ante un hecho inédito en vacunología, que estamos teniendo vacunas a pocos meses de haber declarado la OMS una pandemia», destaca Hozbor.
Para formular las vacunas se necesita entender la enfermedad, sus acciones en el cuerpo, y la respuesta inmune. Las fases preclínicas tienen como requisito el registro de cada decisión que se toma en el diseño de la vacuna y el desarrollo de las pruebas, donde se involucra a un número de individuos, primero unos pocos animales, luego muchos y luego humanos, “con protocolos muy contenidos y muy seguidos para el asentamiento de información”, aclara la investigadora.
Las últimas fases se testean directamente en la población, y se presta atención a que actúe como en las fases anteriores. “El diseño tardó menos porque había conocimiento en vacuna y porque se estaban desarrollando para otros coronavirus”, puntualmente las epidemias SARS y MERS a principios del siglo, explicó.
“Son insumos que son muy estudiados, y solo vasta ver los efectos inversos que han provocado las vacunas. Hay gente que cree que hay enfermedades que no existen y creo que a veces ese éxito de las vacunas hace que la población no las use, por ejemplo en el sarampión, que no se veía porque mucha gente hace uso de esas vacunas, y se logra una cobertura alta. Y acá en Argentina bajaron esos escudos y la enfermedad que había sido eliminada volvió a estar y hubo un brote y muertos por sarampión”, advirtió.
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Ilustración: Marcelo Spotti