Por Rubén Fernández* | La llegada de la pandemia del coronavirus en Argentina agudizó problemáticas históricas como el hambre y la pobreza. Los índices aumentaron y la recesión económica y la crisis sanitaria no dejan lugar a mejorías en el futuro cercano.
Ante este panorama, el dirigente nacional de Unidad Popular e integrante del Movimiento Lanús Libre de Hambre, Víctor de Gennaro, analizó las decisiones políticas tomadas hasta el momento; las desigualdades sociales; el trabajo de las organizaciones del campo popular; los modelos de producción; y la distribución de ingresos.
¿Cómo considera que esta pandemia va a afectar a los sectores más vulnerables, fundamentalmente, en una cuestión tan delicada como lo es el hambre?
-Ante la situación que estamos viviendo con la llegada de la pandemia -a falta de una vacuna que evite los daños que provoca-, la actitud que tuvo el Presidente de privilegiar la vida por sobre el negocio ha permitido estar mejor que en otros pueblos o en otras naciones como las de Piñera, Bolsonaro o Trump, privilegiaron el negocio y no la vida y eso ha traído desgracias calamitosas.
Acá se ha tratado de organizar lo mejor posible ganando tiempo al tiempo para evitar ese colapso del sistema de salud, que está siempre en riesgo en función del aumento de los contagiados o de los fallecimientos. Me parece que esa actitud habilitó a que tengamos, con todas las dificultades del caso, que asumir esto como una necesidad. Ahora claro, la calidad de vida de ese aislamiento es lo que está en juego. No es lo mismo vivir en los barrios hacinados del Gran Buenos Aires, en los barrios vulnerables de las grandes ciudades del país, que tener otra disponibilidad de vivienda, de acceso al agua potable, de acceso a la electricidad o hasta la conectividad, con todas las dificultades que se están demostrando en la crisis educativa que tenemos.
Me parece que este grado de desigualdad exige que se atienda lo prioritario que es la vida. Y al mismo tiempo evitar que se cumpla este designio, que no es divino sino que es planificado, que comentan y fomentan los periodistas de las empresas hegemónicas de la comunicación que nos quieren convencer de que vamos a tener que estar más pobres, más desocupados, en peor circunstancia cuando salgamos de la pandemia. Y eso se juega hoy, no se juega al final.
Yo voy a poner un ejemplo. El Movimiento Lanús Libre de Hambre se funda el 15 de febrero de este año, como resultado de las reuniones que veníamos realizando hace tiempo y ya habíamos hecho un mapa del hambre –que lo transformamos en el mapa de los luchadores del hambre-. En Lanús había más de 3.500 compañeras y compañeros que todos los días daban de comer antes de ese día. Y teníamos 16 mil raciones diarias, porque se habían bajado por el final de las vacaciones unas 20 mil raciones que se daban en la escuela de verano. O sea que lo normal eran 36 mil raciones de comida diarias. Hoy están entre 75 mil y 80 mil las raciones de comida que se dan a través del aporte de la Provincia de Buenos Aires, también del aumento de dinero que se le dio a la Municipalidad de Lanús para que se aporte más a los comedores históricos.
También los cultos religiosos, tanto la iglesia católica como la evangélica tienen una ayuda extra por empresas y nosotros observamos que en Lanús crecieron las ollas populares. Pero esto no es solo patrimonio de Lanús, sucede en todos lados donde se multiplican las ollas populares de los vecinos, es maravilloso.
Las mujeres siempre han estado a la cabeza de la lucha por la vida, desde los noventa en adelante, una y otra vez salvando, y salvar la vida de un pibe es un acto revolucionario.
Ante la situación de crisis, ¿la solidaridad entre los ciudadanos se hizo más evidente?
– Un ejemplo para dimensionar: los clubes de barrio están casi todos involucrados haciendo comedores, pero también los equipos de fútbol barriales como Tumba Birra, El Morrón, Los Pibes del Barrio Pampa, La Resaca, esos pibes están haciendo ollas populares. Los jóvenes se pusieron al frente. Entonces me parece que esa solidaridad hizo que esto creciera. Y además una decisión política importante del Gobierno Nacional de dar la Tarjeta Alimentaria, el IFE, que si uno piensa en que el 50% como mínimo se gasta en comida, estamos hoy en las 200 mil raciones de comida entregadas o financiadas.
Ahora, claro que Lanús tiene hoy 250 mil habitantes bajo la línea de pobreza, de los cuales 80 mil son indigentes. Si hacemos esta proyección a nivel nacional -Lanús es una comunidad mediana y es bastante asimilable-, estamos hablando que hay más de 300 mil personas que dan de comer todos los días, sin ser reconocidas la mayoría con un salario, que dan alimento a los millones de hambrientos en la Argentina.
¿Las políticas del Gobierno de fortalecer a los sectores más desfavorecidos por la crisis económica está haciendo menos brutal la situación?
– Casi con seguridad que este aporte que se ha hecho con el IFE o la Tarjeta Alimentaria también fortalece eso, así que me parece que estamos en un momento que es una oportunidad, faltaría algo más, en el caso de Lanús, cien mil comidas más. Y si se estabiliza, no hay hambre en Lanús. Quiere decir que no es una utopía, está ahí, ahora esto se tiene que hacer solidariamente, pero fundamentalmente, planificando.
Así como el hambre ha sido planificado en la Argentina, es una herramienta de dominación y la comida se transformó en poder, lo que hay que hacer es que frente a esa causa, establecer ese diagnóstico y organizar, convocar a ese pueblo que da todos los días de comer. Y el Gobierno, a través del Estado, tiene que garantizar que se logre de una manera u otra: financiando con plata en el bolsillo, con un salario básico universal, canalizando la solidaridad de todos los sectores populares o dando comida a través de las escuelas y de las instituciones del Estado, pero tenemos que terminar con el hambre que es una inmoralidad, sobre todo en una Argentina que es fabricadora de alimentos. Y además sería una gran contribución para atacar a este flagelo que es la pandemia.
A veces da la sensación que la Argentina es un gran productor de alimentos para las naciones poderosas hacia las que se exporta lo mejor de lo que se produce, ¿usted cómo lo considera?
– La Argentina es un productor de alimentos que no se usa para el pueblo, se usa para exportar y permitir las grandes ganancias de los grupos concentrados que saquean nuestros recursos, los aprovechan y entran en un proceso que no garantiza lo mínimo para nuestro pueblo y esto es una decisión política. Yo siempre uso un ejemplo muy sencillo: cuando uno va con un dolor de panza al médico y el médico cree que es un tumor, te opera; si cree que es una dolencia psicológica, te manda a un psicólogo, y si no, te da un calmante; ahora, si cree que estás empachado te manda a la curandera. El diagnóstico es la clave para la solución. Hay que ver el diagnóstico.
En 1975, en la Argentina, el INDEC medía la pobreza solo en Capital y Gran Buenos Aires; su director Carlos Noriega quería extenderlo a todo el país porque para planificar hay que tener información. Y en 1975 la pobreza era 6%. Cuando Martínez de Hoz entra con la dictadura genocida, secuestran a Carlos Noriega y a varios compañeros del INDEC -Noriega era desarrollista, un hombre que quería tener un proyecto de planificación-. A Noriega lo secuestran y no apareció más, es un detenido-desaparecido.
Y el INDEC no hizo más encuestas hasta 1980 que fue obligado porque se tenía que hacer el Censo por los acuerdos con el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y los créditos internacionales. ¿Cuánto midió la pobreza en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires? 24%. Cuatro años de una política económica que, como dijo Rodolfo Walsh en esa famosa carta del 24 de marzo de 1977: todos los crímenes lacerantes y las atrocidades que hoy están cometiendo son poca cosa comparada con los millones que van a sufrir con el genocidio planificado mediante las políticas económicas.
Ese es el problema que tenemos, ahí está la causa y para enfrentarlo hay que cambiarlo. Ahora, ¿por qué lo planificaron? Porque necesitaban disciplinar socialmente: el hambre hace que uno quiera sobrevivir y acepte condiciones indignas de trabajo, por eso se acabaron los convenios colectivos, se desestructuró el trabajo permanente. Necesitaron hacer eso para que hoy la mayoría de la clase trabajadora esté precarizada o desocupada y trabaje por lo que sea y si no te gusta, te vas. Evidentemente, para resolver eso, hay que volver a empoderar a nuestro pueblo y a los trabajadores. Y el primer empoderamiento es comer, para que podamos tener la libertad para generar cosas diferentes.
¿Y cómo encaran esta situación desde el Movimiento Lanús Libre de Hambre?
– Nosotros establecimos que hay cuatro ejes y esto no quiere decir que se tiene que hacer uno primero que el otro, es todo y al mismo tiempo. El primero es dar de comer, no hay ninguna discusión, hay que comer; lo segundo, es mejorar y construir un alimento saludable; lo tercero es discutir la producción y la comercialización; lo cuarto, es el objetivo prioritario, que es comer en casa.
Y en estas cuatro líneas hay políticas para todo: el Plan Alimentar significa darle a la madre la posibilidad que compre mejor alimento; también que esté hoy el compañero Nahuel Levaggi, que es presidente de la Unión de Trabajadores de la Tierra, discutiendo desde el Mercado Central cómo hace para crear una empresa que ayude a los productores y mejore la producción, pero además permita controlar los precios, es el tercer rubro. Y utilizar la plata del Estado, ya que ahora no van a pagar más plata durante varios años por el acuerdo por la deuda externa, hay que aprovecharla, no para que se fuguen los capitales ni seguir beneficiando a las grandes empresas que saquean el país, sino que utilicen la plata para generar trabajo y mano de obra intensiva.
Pongo un ejemplo: hay una ley de doble escolaridad pero resulta que no hay aulas, deberían existir. Conectar las cloacas en los barrios más humildes significa mano de obra intensiva. Entonces me parece que hay que cambiar este designio que no es divino, es de los poderosos, para que seamos más pobres y más desocupados. Nosotros creemos que se puede cambiar.
¿Y cómo se puede revertir esta situación de coloniaje que es tan añeja y está tan arraigada en nuestro país, con el gran poder de destrucción de los intentos populares para modificar el estado de cosas que muestran, por ejemplo, los medios de comunicación hegemónicos junto a las empresas saqueadoras?
-Esos poderes existen y eso ocurrió siempre, es una pulseada permanente, como sucedía entre los esclavos y los esclavizadores. Es como decir: ¿Tenía sentido que se organice Espartaco para pelear contra el Imperio Romano, si no puede?… Y bueno, no hay esclavitud. Y así te podría seguir dando ejemplos a lo largo de nuestra historia y de la historia argentina: los 500 años de resistencia de los pueblos originarios, que tienen más de diez mil años y siguen peleando todos los días por defender sus derechos y sus tierras. O la experiencia de Evo Morales donde sigue la lucha.
De hecho nuestro pueblo no se olvida de eso y por eso fue el gran triunfo del 14 de agosto del año pasado, cuando nuestro pueblo le pegó un gran cachetazo a los poderosos, echando y haciendo silenciar a Trump y su mejor alumno está hoy fugado en París. Me parece a mí que es una pulseada que depende de nosotros.
Nosotros trabajamos todos los días y en el trabajo cotidiano uno ve como la pelea es sin tregua. Si fuera por ellos trabajaríamos gratis, teletrabajo mediante, harían trabajar a toda la familia, desapareceríamos, no hay ninguna duda. Y creo que hoy existe esa posibilidad pero hay que organizar fuerza para hacerlo.
Para poner un ejemplo: dale un salario de 17 mil pesos a cada persona en la Argentina que no tiene un trabajo permanente o reconocido legalmente -porque la mayoría de la gente tiene trabajo ilegal, clandestino, precario-, y 4 mil pesos de salario universal por hijo, eso sale en la Argentina el 5% de todo lo que producimos. Y no habría más pobres por nivel de ingresos. Ahora claro, eso es un piso, después hay que trabajar para la educación, para la salud, para resolver el resto de los grandes problemas que tenemos.
Hay millones de puestos de trabajo que se necesitan y que no quieren pagarlos: hoy en día, por ejemplo, agentes sanitarios. Necesitamos un montón de trabajadores esenciales pero no los han pagado y los han denostado. Y así te podría poner muchos ejemplos, es una decisión política y la política se construye.
En ese sentido se escuchan todos los días expresiones de sectores del poder que siguen instigando para que los trabajadores tengan cada día menos derechos. ¿Cómo considera esta situación?
-Si es por ellos, nos quieren hacer trabajar gratis. Y nosotros tenemos que ver toda esta fuerza popular que ha hecho el aluvión del año pasado y que exige que los gobernantes estén a tono con ese pueblo, no con los condicionamientos del poder.
Hoy, con esta pandemia, creo que estamos muy conscientes que tenemos que cuidarnos entre nosotros por la debilidad en la que nos dejó la organización de la estructura de poder en la Argentina, pero en si otro fuera el contexto la organización popular estaría muy movilizada porque hay mucha más organización que hace veinte años.
Y hace veinte años nos lanzamos a caminar desde Rosario hasta Buenos Aires a plantear un shock de distribución del ingreso que parecía más imposible que hoy, y un año y medio más tarde estábamos haciendo una consulta popular, que fue la del FRENAPO, salario universal, el seguro de empleo y formación para todos los trabajadores desocupados y jubilación digna, que terminó el 17 de diciembre. Fueron cuatro días: 3.100.000 votantes. Se pudo hacer y al otro día, cuando todos salimos como pueblo a decirle no al estado de sitio de De la Rúa se modificó la realidad. Yo confío mucho en la capacidad del pueblo.
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¿Cree que la unidad del movimiento nacional y popular que logró un triunfo fundamental ante el gobierno neoliberal de Macri está en condiciones de mantenerse y fortalecerse?
-La unidad no es un decreto, la unidad se construye con consenso, con decisiones comunes, hoy el Frente de Todos es un gran frente para sacar a Macri y se logró, ahora la gestión de gobierno y la organización popular necesita empoderar al pueblo y eso necesita de apertura, debería haber comité de crisis en todos los barrios y en todos los sectores: en la salud, la educación, en todos los sectores, y no hay.
Nosotros en Lanús lo hemos forzado y se reunió y no funciona. Tres reuniones, hasta en una tuvimos que juntar firmas de todos los sectores políticos para obligar al intendente que nos reciba y no funcionó, nos dijeron que no a todas las propuestas que hicimos. Nosotros seguimos trabajando igual, por supuesto, y tuvimos que hacer ollazo con UTEP, con la CGT de Lanús, con la CTA Autónoma, con el Movimiento Lanús Libre de Hambre y hasta logramos unificar a todos los bloques del Frente de Todos para una ordenanza que obliga al reconocimiento de todas las ollas populares en Lanús.
Todavía estamos en esta discusión de la reglamentación. Está claro que nadie te regala nada, el problema es cómo se trabaja. Estamos en un periodo de potencialidad, el que tiene la mayor responsabilidad siempre es el que más poder administra y tiene, es el que tiene abrir, tanto en una organización sindical, en una sociedad de fomento, en un municipio, en el parlamento, en la justicia o en el poder ejecutivo en cada provincia o de la nación. Yo sí creo que hoy hay mucha más organización popular dispuesta a hacer las cosas prioritarias y tiene que haber propuestas claras.
La defensa de la única herramienta para enfrentar la pandemia se logró y se sigue manteniendo, el resultado es que hemos tenido mayor defensa de la vida. Si logramos que todos veamos como prioritario, como lo dijo el Presidente de la Nación en Agronomía el año pasado que una vergüenza que en la Argentina donde se fabrican alimentos haya hambre y lo tomamos como prioridad, no tengo la menor duda que en seis meses no habría más hambre en la Argentina.
*Entrevista: Rubén Fernández para IDEP SALUD – ATE Argentina
Publicado originalmente en IDEP SALUD